lunes, 26 de octubre de 2015

El cardenal Enrique Reig y Casanova (III)


La prensa católica

El 15 de febrero de 1924 escribió el cardenal al nuncio Tedeschini informándole de la convocatoria de la Asamblea Nacional de la Prensa Católica. Como señalaba Reig en la convocatoria oficial que firmó el 11 de febrero, personas y entidades relacionadas con la prensa católica le habían sugerido la idea de reanudar las asambleas que habían comenzado a reunirse en Sevilla y Zaragoza y que habían dado resultados muy positivos, no sólo con la multiplicación de periódicos y revistas, sino también con el surgimiento de instituciones como Ora et Labora, la Agencia de Información “Prensa Asociada”, el Tesoro de la Buena Prensa, la Cofradía de Legionarios y el Día de la Prensa Católica. La reunión pretendía poner las bases de la coordinación de todos los elementos que integraban la prensa católica, en sintonía con los planteamientos expuestos por él mismo al comunicar el encargo recibido de Roma de dirigir la Acción Católica.
El comité organizador estaba formado por el obispo auxiliar, Rafael Balanzá como presidente; el deán José Polo Benito, como vicepresidente; Ramón Molina, director de El Castellano, tesorero; secretario, Sixto Moraleda y como vocales, Pablo Sáenz de Barés, director de la Prensa Asociada; Pedro Dosset, de la comisión de custodia del capital de la Agencia Católica de Información e Ildefonso Montero.

Montero había sido el fundador de la obra Ora et Labora, destinada a promover la prensa católica, de un modo especial a través del Día de la Prensa Católica, que se celebraba el 29 de junio, solemnidad litúrgica de los santos apóstoles Pedro y Pablo; era asiduo participante en congresos internacionales, en los que también intervino como conferenciante, como en el de Lugano, en agosto de 1924, donde propuso la creación de una estación emisora, internacional y políglota, de telefonía inalámbrica. En 1925, con el beneplácito del cardenal arzobispo de Sevilla, Montero se trasladaría a Toledo, llevando consigo la institución Ora et Labora, junto con todas sus obras.

Ildefonso Montero
En marzo el cardenal presidió en Madrid, en el palacio de Cruzada, la primera junta general preparatoria de la Asamblea. Reig expuso el objeto de la misma, esperando que, a pesar de la larga interrupción sufrida en la celebración de las Asambleas de Prensa, fuera un éxito. Se preparó un cuestionario con diversas preguntas sobre los periodistas, las publicaciones, las uniones prácticas, así como acerca de la creación de una comisión permanente. Los trabajos que se presentasen debían ser de dos tipos: memorias, más o menos extensas, con sus correspondientes conclusiones, y, en segundo lugar, conclusiones en forma de proposiciones a la Asamblea.
Al firmar la circular sobre la celebración del Día de la Prensa, el 28 de mayo, el primado invitaba a los fieles de la archidiócesis a que debido al hecho de tener lugar en la misma la Asamblea Nacional, dicho Día se celebrara con excepcional interés y celo por su fruto más copioso, por lo que invitaba a todos a redoblar esfuerzos y generosidad ante la necesidad de atender con las oraciones, la propaganda y la ayuda económica a los que “luchan incesantemente por la buena causa (de la prensa católica)”. El 14 de ese mismo mes había recibido una carta del cardenal secretario de Estado, en la que Gasparri señalaba el interés del papa por el fomento de la prensa católica, y recordaba al primado como ésta tenía una verdadera misión doctrinal, como auxiliar de la tarea de los obispos, de modo que a ellos estaba subordinada, a la vez que la consideraba “un verdadero apostolado contra el escepticismo de la pseudociencia naturalista, positivista y atea”.
El día 12 de junio comenzaba en Toledo la Tercera Asamblea Nacional de la Prensa Católica, prolongándose a lo largo de los días 13, 14 y 15, concurriendo a la misma una nutrida representación del episcopado español y de profesionales del periodismo, entre los que abundaban sacerdotes, celebrándose las sesiones en el seminario conciliar. La mañana del primer día fue dedicada a la celebración de un retiro espiritual para periodistas y propagandistas, dirigido por el padre Remigio Vilariño. Por la tarde, bajo la presidencia del primado, acompañado de los obispos de Málaga, Coria y el auxiliar de Toledo, tuvo lugar la sesión de apertura, en la que, tras las palabras de saludo del deán de Toledo, José Polo Benito, pronunció un discurso Manuel Simó Marín, fundador del Diario de Valencia. El segundo día, antes de las reuniones por grupos, el obispo de Málaga presidió en la capilla del seminario una misa de comunión, en la que predicó sobre la caridad entre los católicos; esa tarde, Ángel Herrera Oria dio una conferencia. Al día siguiente, el encargado de pronunciarla fue Manuel Senante, director de El Siglo Futuro, quien habló acerca de la prensa católica según las enseñanzas de los papas. El obispo de Jaca, en la plática de la misa de comunión del último día, se refirió a la necesidad de la unión entre todos los católicos. Por la tarde, en la sesión de clausura, fueron leídas por parte de Ildefonso Montero, como secretario general, las conclusiones de la Asamblea, y tras su ratificación, el padre Luis Urbano resumió la labor realizada esos días, animando a todos, sacerdotes y periodistas, a seguir “combatiendo” en el campo del periodismo.
En la reunión toledana se discurrió por cauces distintos a las anteriores Asambleas, oficializándose la denominación prensa católica, se ratificó la labor desarrollada desde los seminarios, la importancia de las hojas parroquiales repartidas gratuitamente; se propuso fundar una revista infantil nacional y que los colegios de secundaria contasen con su propia publicación; la creación de una agencia de publicidad y la potenciación del Día de la Prensa.
A partir de este momento, Reig comenzó a dar pasos para concretar lo anunciado en febrero de 1924, al hacerse cargo de la dirección de Acción Católica, compromiso personal ratificado en la clausura de la Asamblea. El tema fue abordado en algunas de las reuniones celebradas por los metropolitanos tras la Asamblea de Toledo. En la reunión de los metropolitanos, celebrada en Madrid, en el palacio de Cruzada, los días 25 al 27 de noviembre de 1924, se acordó que el cardenal Reig constituyera la Junta Nacional de la Prensa Católica, determinara sus atribuciones y señalase los medios de subsistencia; la Junta daría cuenta de su gestión a los metropolitanos cada vez que estos se reunieran. En la siguiente conferencia, celebrada igualmente en Madrid, entre el 31 de marzo y el 1 de abril de 1925, los metropolitanos fueron informados por el primado de sus trabajos para la constitución de la Junta y de las gestiones que estaba realizando, así como las atribuciones que tendría, entre las que se incluían el intervenir en la Agencia Católica nacional, la Agencia Católica internacional, las nuevas publicaciones que conviniera crear o fomentar, como una femenina y un rotativo de la noche, así como la coordinación de las diversas obras de prensa; todo ello contó con el asentimiento de los metropolitanos. Asimismo, como ya hemos visto, de acuerdo con el cardenal Ilundain, arzobispo de Sevilla, la dirección y organización del Día de la Prensa y la propia institución Ora et Labora se trasladaron a Toledo, siendo nombrado su director, Ildefonso Montero, dignidad de tesorero del cabido de la catedral primada. De este modo la XI edición del Día de la Prensa Católica se organizaría ya desde Toledo.
El cardenal Reig y Casanova          
El 9 de noviembre de 1925 el cardenal Reig firmaba el decreto por el que se creaba la Junta Nacional de Prensa Católica, cuyos fines eran ejecutar los acuerdos de las tres Asambleas Nacionales de Prensa, además de preparar la Asamblea siguiente, coordinar e inspeccionar todas las entidades y obras de la prensa católica española, junto al cumplimiento de los cometidos que, en relación con la prensa, le hiciese el Director Pontificio de Acción Católica; se compondría de un presidente, un vicepresidente, un tesorero, un secretario y varios vocales designados por el cardenal, más otro vocal elegido por los periodistas católicos de España; se reuniría en pleno cuatro veces al año, funcionando permanentemente una comisión delegada; anualmente daría cuenta al primado de la gestión durante el año anterior. El presidente sería el recién preconizado obispo de Salamanca, Francisco Frutos Valiente; el vicepresidente, José Luis de Oriol, fundador de la editorial Voluntad, de Madrid; tesorero, Carlos Rodríguez Sampedro, presidente del consejo de administración del diario Región de Oviedo; secretario, Ildefonso Montero, tesorero de la catedral de Toledo, constituyendo todos ellos la comisión delegada; los vocales eran Ramón Albó, Francisco Javier de Aznar, el conde de Casal, Rafael Marín, el marqués de Pidal, Luis Martínez Kleisser, José de Medina Togores y César de la Mora Abarca; la junta constituyó su domicilio social en el palacio de la Cruzada, en la plaza del conde de Barajas, 8, de Madrid. Al año siguiente, en octubre, al reorganizarse la Acción Católica española, con el fin de coordinar y concertar una acción común, la Junta Nacional de Prensa Católica quedaría incorporada al organismo único de la Acción Católica, en el que se integraban todas las asociaciones existentes.
El 4 de mayo de 1926 al escribir la circular sobre el Día de la Prensa Católica, recordaba Reig que ese año se cumplía su décimo aniversario y cómo había pasado ya a ser, entre los católicos españoles, una jornada destinada reflexionar sobre los deberes que les incumbían para con la prensa católica, el medio, a su juicio “más eficaz para preservar o sanear la mentalidad del pueblo” e insistía en su íntima conexión con la Acción Católica, lo que había determinado que la dirección y organización del Día se trasladase a Toledo. Reig, agradeciendo la labor realizada hasta entonces por el arzobispo hispalense, trataría de imitarle y se proponía promover la celebración, para lo que consideraba indispensable el tener extendida por toda España la red de una prensa robusta y coordinada. El 19 de marzo de 1927 escribía el cardenal Reig sobre el Día de la Buena Prensa de ese año, insistiendo en que no se podía concebir una Acción Católica robusta, organizada y armónica, tal y como quería el papa y él mismo procuraba, si no se contaba, como instrumento de desarrollo de la misma, de una prensa católica adecuada, invitando por ello, y siguiendo la finalidad de la jornada, a la oración, a la propaganda y  a la realización de la colecta, animando a la creación de las juntas locales de preparación que, a los actos religiosos y colecta unieran otros de propaganda, a que en las capitales de las diócesis se unieran los periodistas católicos en una asociación profesional o en una hermandad bajo la protección de san Francisco de Sales.

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