domingo, 30 de junio de 2019

Domingo XIII del Tiempo Ordinario

Entrar en el Reino de Dios significa amar la vida tal y como la ha amado Cristo, con total entrega, desinterés personal y siguiendo una lógica distinta a la del mundo. Jesús pide a quien le sigue recorrer su camino, pisar sus huellas y no mirar con nostalgia al pasado anterior al encuentro con Él. No es falta de aprecio a los valores humanos, pues también Eliseo regresó a besar a su padre, para pasar al servicio del profeta Elías sin echar de menos lo que dejó. Para que el seguimiento sea posible y resulte auténtico es necesario estar libre de compromisos humanos, que llevan a la persona a la esclavitud del interés. Es preciso ponerse los unos al servicio de los otros por el amor, evitando cualquier tipo de violencia. Seguir a Jesús es una tarea que implica sacrificio y no tolera reservas; para seguir a Cristo no basta una respuesta ocasional, sino permanente, auxiliada por la fuerza de la fe.
En la primera lectura del libro de los Reyes (19,16b.19-21) Eliseo recibe la misión de profeta. Abandona su familia y su vida anterior. Se pone al servicio de Elías, con total disponibilidad a la palabra de Dios. 
El salmo 15 nos recuerda que Dios es nuestra herencia, la fuente de la verdadera felicidad y de una alegría que transforma.
La segunda lectura, de la carta a los Gálatas (5,1.13-18), incide en la libertad del cristiano. Éste actúa dejándose guiar por el Espíritu Santo, no sólo para liberarse del pecado, sino sobre todo para amar y servir a Dios y a los hermanos.
En el evangelio, Lucas nos muestra cómo se Jesús se encamina decididamente a Jerusalén, donde sufrirá su pasión. Cuando llama, Jesús quiere que lo sigamos sin reservas ni excusas.



lunes, 24 de junio de 2019

Centenario de la Acción Católica de la Mujer en España

Comparto mi artículo del pasado miércoles en La Tribuna de Toledo, en el que hablaba del olvidado centenario de la Acción Católica de la Mujer en Toledo (y en España)

UN CENTENARIO OLVIDADO

Una de las mayores quejas que tenemos docentes e historiadores es la constatación de la profunda ignorancia que de la historia de España existe en nuestro país. Ignorancia que, combinada con la tergiversación y excesiva politización, lleva a posturas antagónicas, como complejos absurdos de inferioridad o de superioridad. Conocer bien nuestro pasado es condición ineludible para construirnos como sociedad democrática y moderna, consciente tanto de las luces como de las sombras que han tejido esa historia, que no son ni mayores ni peores que las de cualquier otra nación de nuestro entorno.
Esa ignorancia afecta a personajes y acontecimientos que nos han influido más de lo que creemos. Esta semana, sin ir más lejos, vamos a conmemorar, sin que lo conmemore apenas nadie, el centenario de la creación en Toledo, por parte del cardenal Victoriano Guisasola, de la Acción Católica de la Mujer, una institución que, junto a su finalidad religiosa, supuso un gran impulso para la promoción de las mujeres en nuestro país. Sobre Guisasola, quizá la figura más avanzada del catolicismo social español de su época, llamado el “demócrata purpurado”, cuando en España se imponían corrientes intransigentes, volveré otro día, pues vale la pena rescatarlo del olvido.
El 23 de junio de 1919 Guisasola constituyó en Toledo la Acción Católica de la Mujer, presidida por la marquesa viuda de Gallegos. La finalidad era defender los intereses religiosos, morales, jurídicos y económicos de las mujeres españolas; fundar, impulsar y proteger obras femeninas de todo género, especialmente obreras; representar a la mujer española ante la opinión y los poderes públicos, recabando de estos y de los patronos el cumplimiento de los deberes de justicia y caridad cristiana en cuanto a la jornada laboral, salario y demás condiciones del trabajo; vigilar el cumplimiento de las leyes sociales referentes al trabajo de mujeres y niños, procurando su perfeccionamiento; defender el derecho de la mujer a intervenir en la solución de los problemas que le afectasen, buscando su representación en organismos como Cámaras de Comercio e Industria, Instituto de Reformas Sociales, así como el amplio ejercicio de los derechos de ciudadanía de las mujeres, además de imponer en la sociedad el respeto a las mismas.

El cardenal Victoriano Guisasola
Un programa que se complementaría con el del Grupo de la Democracia Cristiana, surgido un mes después con el apoyo de Guisasola. Este Grupo tenía el objetivo de poner al catolicismo español al nivel del italiano o el belga, punteros en Europa por su compromiso social, e incluía la petición de voto para las mujeres, una reivindicación del catolicismo social pionera en España, que no se realizó hasta la llegada de la República. Cuando en la década de los años veinte sean nombradas las primeras mujeres concejales en España, la mayoría, como fue el caso de Toledo, provendrían del movimiento católico femenino.
Supongo que este recordatorio puede ser un auténtico descubrimiento. Y es que la historia, como la vida, “te da sorpresas”.

sábado, 22 de junio de 2019

Corpus Christi

La fiesta del antiguo jueves que "relumbra más que el sol" se celebra ahora, salvo en Toledo, Sevilla y Granada, el Domingo II después de Pentecostés. Pero sigue siendo una deslumbrante jornada que pone ante nuestros ojos el misterio de la Eucaristía, presencia real y permanente del Cuerpo y Sangre de Cristo, bajo las especies del pan y del vino.
La clave de la celebración la da la antífona del Magnificat de las II Vísperas de la fiesta. "Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida. Se celebra el memorial de su pasión; el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura."
Eucaristía es banquete, en el que nos alimentamos con el Cuerpo del Señor resucitado, reuniéndonos en torno a la mesa para celebrar una comida que nos une a Cristo y a los hermanos.
Eucaristía es memorial, es decir, actualización del sacrificio de Cristo en la cruz, instituido en la Última Cena y celebrado por los cristianos de generación en generación, como tradición recibida del mismo Jesús.
Eucaristía es recibir al autor de la Gracia y ser santificados por Él.
Eucaristía es entrar en comunión con Cristo resucitado, sembrando en nosotros semillas de eternidad, tener la garantía de la palabra del Señor de ser resucitados cuando vuelva glorioso.
Eucaristía es presencia permanente del Señor en el Pan consagrado, que es sacado por las calles de pueblos y ciudades, manifestando la fe en dicha presencia real, que es adorada.
La primera lectura, del libro del Génesis (14, 18-20) nos muestra la ofrenda de Melquisedec, rey de Salem, anuncio profético de la Eucaristía y del sacerdocio de Cristo.
El salmo 109 nos invita a cantar a Cristo, proclamado Hijo de Dios, cuyo sacerdocio viene ligado a la figura de Melquisedec y su ofrenda de pan y vino.
En la segunda lectura, Pablo, a los cristianos de Corinto (I Cor. 11,23-26) recuerda como la Eucaristía ha sido un don de Cristo a su Iglesia, que la recibió de Él mismo, en la noche en que fue entregado.

Institución de la Eucaristía (Federico Barocci)
El evangelio de Lucas (9,11b-17) con la narración de la multiplicación de los panes y los peces, preludio de la Eucaristía y de la misión de los apóstoles y de la Iglesia. Además, el "dadles vosotros de comer" señala la íntima e inseparable tarea de junto a la celebración de la Eucaristía, vivir la comunión fraterna cuidando de las necesidades materiales de los hermanos. No puedo pretender estar en comunión con Cristo al que recibo en el Pan eucarístico, sin estar en comunión con ese otro Cristo que es el hermano. Doble y real comunión, con el Señor resucitado y con el hermano en el que está presente Jesús, sobre todo en el pobre y en el que sufre.

domingo, 16 de junio de 2019

Domingo de la Santísima Trinidad

Por el Bautismo, los cristianos somos hechos partícipes de la vida de Dios, Santa Trinidad de Amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo. El autor del libro de los Proverbios describe la Sabiduría creadora como una persona, generada antes de toda criatura. Es el anuncio profético de Jesucristo, Sabiduría de Dios, Principio de la creación de Dios. San Juan nos trae el discurso de despedida de Jesús, en el que anuncia el envío del don del Espíritu sobre la Iglesia y sobre la humanidad. El Espíritu Santo nos conduce a Jesús, nos trae su gracia. Nos introduce en la comprensión del proyecto de salvación que Jesús ha realizado con su pasión, muerte y resurrección. San Pablo, en la segunda lectura, nos recuerda que estamos en paz con el Padre por medio de Jesús, nuestra Pascua y reconciliación. El Espíritu Santo, amor del Padre y el Hijo derramado en nuestros corazones, guarda en nosotros la esperanza de la gloria, permitiendo que no nos desanimemos en las tribulaciones.
La primera lectura, del libro de los Proverbios (8,22-31) nos muestra cómo ya en el Antiguo Testamento se mostraba una relación personal entre Dios creador y la Sabiduría. Ésta comparte con Él el secreto de su proyecto sobre el universo, y ayuda a la humanidad a realizarlo.
El salmo 8 es una invitación a alabar a la Trinidad, que ha convertido al ser humano en la obra maestra de la creación.

La segunda lectura, de San Pablo a los Romanos (5,1-5) nos recuerda que gracias al Bautismo nos ha sido dado, y habita en nuestros corazones, el Espíritu Santo. Es la muestra de que el Padre nos ama y que nosotros, pecadores, hemos sido admitidos a esta gracia.
El evangelio de San Juan (16,12-15) nos presenta a Jesús, en el marco de la Última Cena, la víspera de su pasión, prometiendo el don del Espíritu Santo, que conducirá a los discípulos al conocimiento pleno de la Verdad, permitiendo, de este modo, orientar su vida a la luz del evangelio

domingo, 9 de junio de 2019

Pentecostés

La celebración de Pentecostés, culmen de la cincuentena pascual, nos remite al momento de la efusión del Espíritu Santo, que Cristo Resucitado derrama sobre la Iglesia naciente. El Señor, a los discípulos sumidos en la tristeza tras su pasión, les recuerda que si le aman, guardarán los mandamientos de su amor; Él, nuestro abogado, intercede por nosotros ante el Padre y nos regala al Paráclito, el Defensor y Consolador, el Espíritu Santo, para que permanezca siempre con nosotros para guiarnos y enseñarnos.
La primera lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-11) nos muestra cómo los discípulos, obedientes, han esperado, en torno a María, la venida del Espíritu Santo prometido, que aparece bajo el signo del fuego y de la palabra. Venido el Espíritu Santo, comienza la evangelización.
El salmo 103 es una petición a Dios para que siga derramando sobre nosotros su Espíritu, que le hace presente en el mundo.

Pentecostés (Juan Bautista Maíno)
San Pablo, en la segunda lectura, tomada de su carta a los Romanos (8,8-17), hace un elenco de los dones del Espíritu, que hemos recibido a través del bautismo. El don del Espíritu Santo es la fuente de nuestra vida interior.
Tras el canto de la secuencia "Veni, Creator Spiritus", el evangelio nos presenta a Jesús Resucitado que derrama el don del Espíritu, que trae el perdón de los pecados y la reconciliación con Dios, premisa para la vida nueva que el Señor nos trae. Vida que cada uno de los bautizados, movido por el Espíritu, está llamado a desarrollar, al mismo tiempo que anuncia, como Pedro tras Pentecostés, a Cristo vencedor del pecado y de la muerte por su cruz y resurrección. 
Pentecostés es el inicio del tiempo de la Iglesia, cuya misión es anunciar al Señor y transmitir su salvación. Y en esta tarea María, a quien mañana celebraremos como Madre de la Iglesia, tiene un papel central, como tuvo en la primera comunidad cristiana. 

domingo, 2 de junio de 2019

Ascensión del Señor

La solemnidad de este domingo, la Ascensión del Señor, uno de los antiguos jueves "que relucían más que el sol" nos invita a guardar un equilibrio entre la contemplación del misterio y el testimonio concreto. Jesús, subiendo al cielo, es decir, volviendo al Padre, no se separa de nosotros, sino que nos asegura una continua, aunque diferente, presencia en medio de nosotros. La doble descripción que de su ascensión al cielo nos ofrecen la primera lectura y el evangelio, es, más que una crónica de lo acontecido, una señal elocuente que nos proyecta al interior de la nueva humanidad inaugurada por Cristo, humanidad elevada por la gracia, liberada ya del pecado y de la muerte.
La primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles (1,1-11) nos muestra cómo la ascensión de Jesús da inicio a la vida y a la misión de la Iglesia. El Señor promete a los apóstoles el Espíritu Santo, que les dará fuerza para realizar la misión encomendada. Jesús, tras cuarenta días, número de profundo significado simbólico, regresa al Padre, pero su labor ha de ser continuada, hasta su regreso glorioso en la Parusía, por la Iglesia, constituida por todos los bautizados, guiados por el colegio apostólico y Pedro, su cabeza.
El salmo 46 es una invitación a la alabanza, pues Cristo, subiendo al cielo, va a prepararnos también un puesto a nosotros.
La segunda lectura, de la carta de San Pablo a los Efesios (1,17-23), nos invita a dejarnos iluminar por el Padre para poder comprender el valor de la esperanza a la que hemos sido llamados, una esperanza que desborda los límites de nuestra realidad física y temporal, que culminará cuando nosotros, miembros del cuerpo de Cristo, alcancemos el lugar dónde ya se encuentra nuestra Cabeza, el Señor resucitado.

Ascensión (Giotto)
El evangelio nos muestra a los discípulos llenos de alegría, dispuestos a continuar la misión del Señor, anunciando a toda la humanidad la buena nueva, con la invitación a la conversión y el ofrecimiento del perdón de los pecados, misión que nos atañe a todos los bautizados, miembros vivos de Cristo.
Fray Luis de León, meditando sobre este día, escribió uno de los más bellos poemas en lengua castellana:

¡Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
con soledad y llanto,
y tú rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro!
¿Los antes bienhadados,
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de Ti desposeídos,
a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
Aqueste mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿quién concierto
al viento fiero airado?
estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay! nube envidiosa
aun de este breve gozo ¿qué te quejas?
¿dó vuelas presurosa?
¡cuán rica tú te alejas!
¡cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!

El callejón de los Niños Hermosos

Hace unos días se derrumbó en Toledo, en el callejón de los Niños Hermosos, una casa, en una muestra palpable de cómo está parte del patrimonio urbano de la ciudad histórica. Comparto la columna, que, a modo de reflexión, publiqué la pasada semana en La Tribuna de Toledo.

Sin duda, cualquier toledano, al leer este título, habrá pensado inmediatamente en uno de los más típicos callejones de nuestro centro histórico. En efecto, hoy quiero referirme a este bello rincón, inmortalizado por Casiano Alguacil hacia 1885 en una fotografía donde recogía una estampa muy cotidiana en el Toledo de la época, una mujer con un cántaro al costado, camino de alguna fuente, mientras unas niñas, al fondo del callejón, observaban atentas al fotógrafo.
Pero no pretendo hoy que nos fijemos en esta muestra de la espléndida colección de fotografías que nos ha legado el artista de Mazarambroz, sino en una triste noticia que tuvo lugar, hace unos días, en este callejón, el derrumbe de una casa que se encontraba en mal estado de conservación. Más allá del dato concreto, dicho siniestro me ha hecho reflexionar sobre la situación en la que se encuentran otras muchas casas del casco, independientemente de que haya o no un peligro inmediato de hundimiento.
Porque, sin duda alguna, todos estamos concienciados acerca de la conservación de los grandes monumentos de la ciudad. Nadie duda de su valor. Pero un conjunto histórico de la importancia del toledano no se reduce a la Catedral, el Alcázar o San Juan de los Reyes. Es toda la ciudad histórica la que constituye esa realidad única que es nuestra “peñascosa pesadumbre”. Son las casas, el entramado urbano, los pequeños y grandes elementos que las decoran. Son también, y esto es lo más importante, las personas que las habitan, que con su sola presencia contribuyen a su conservación, y que, a la vez, mantienen vivo un patrimonio inmaterial, hecho a base de tradiciones, historias, costumbres. Una realidad que corremos el riesgo de perder irremediablemente.
Sé que no es fácil encontrar una solución a los problemas de conservación de nuestro casco histórico. Se requiere una confluencia de diversos agentes, se precisan una serie de medidas, en parte ya implementadas. Es esencial que en el casco siga viviendo gente, y que pueda recuperar población. Pero, entretanto, es importante que vayamos valorando también ese patrimonio que puede parecer secundario, pero que no lo es. Amar no sólo la belleza incomparable de nuestro templo primado, sino también esos rincones llenos de sorpresas, esos patios que en mi niñez recuerdo plenos de vida, de conversaciones, de juegos. Redescubrir un escudo en una ménsula, una yesería adornando una puerta, un brocal de pozo quizá romano o árabe. Entusiasmarse con la magia de nuestros callejones, empaparse de la melancolía de alguna plaza solitaria, pararse a contemplar el llamador de bronce de una vieja puerta…
Nada es amado si no es conocido. La conservación de nuestro patrimonio urbano toledano sólo será posible, más allá de las actuaciones realizadas por las diferentes entidades públicas y privadas, cuando todos los ciudadanos conozcamos, valoremos y amemos nuestra ciudad. Y seamos capaces de trasmitir esa pasión por Toledo a las nuevas generaciones.