lunes, 19 de octubre de 2015

El cardenal Enrique Reig y Casanova (II)


Cardenal y arzobispo primado

En el consistorio de 11 de diciembre de 1922 el papa Pío XI le creó cardenal de la Iglesia romana; pocos días después, el 14 del mismo mes, le preconizó arzobispo de la silla primada de Toledo, vacante tras el fallecimiento, el 21 de enero de ese mismo año, del cardenal Enrique Almaraz y Santos. La provisión de Toledo a favor de Reig se hizo después de que la intervención del nuncio Tedeschini logrará imponer su candidatura, con el apoyo del rey Alfonso XIII, y frente al criterio del Gobierno, que prefería al arzobispo de Burgos, cardenal Benlloch.
El día 14 de diciembre recibió el solideo de manos del conde Angelo Valentini, guardia noble de Su Santidad, en la catedral metropolitana. Desde Valencia, el nuevo cardenal se trasladó a Madrid, con el fin de recibir del rey Alfonso XIII la birreta cardenalicia, en ceremonia celebrada en la capilla del Palacio Real, el día de Navidad. El solemne acto comenzó a las once de la mañana, con la asistencia de los reyes, varios infantes, el arzobispo dimisionario de Valencia, Nozaleda, el de Valladolid, el obispo de Madrid, grandes de España, las damas de la corte y altos palatinos. La ceremonia se inició con la presentación al rey del breve pontificio por parte del ablegado monseñor Domenico Spada; el monarca lo entregó al caballero calatravo y secretario de la real capilla, Gonzalo Morales de Setién para de diera lectura al mismo, y a continuación el ablegado pronunció un discurso en latín, tras el cual el arzobispo electo se acercó al monarca, quien le impuso la birreta; a continuación el nuevo cardenal pronunció un discurso, para después revestirse en la sacristía con la púrpura y regresar junto a los reyes para participar en la misa.
La imposición del capelo cardenalicio tuvo lugar en Roma, en consistorio público, celebrado en mayo de 1923 en la basílica de San Pedro, siendo agregado a las congregaciones de Sacramentos, Concilio y Fábrica de San Pedro y recibiendo el título de San Pietro in Montorio.
Antes de entrar en su diócesis tuvo que actuar ya como cabeza del episcopado español ante el proyecto del Gobierno de la Concentración Liberal de reformar el artículo 11 de la Constitución, con el objeto de ampliar la libertad religiosa, proyecto que suscitó la oposición frontal, tanto de la Santa Sede como del episcopado español. Roma entendía que dicha reforma modificaría el artículo primero del Concordato de 1851, lo que equivaldría a la denuncia implícita del mismo. El nuncio Federico Tedeschini escribió a todos los obispos españoles con el fin de informarles, recibiendo la adhesión de los mismos. Los metropolitanos decidieron nombrar una comisión, formada por el cardenal Reig y el cardenal Benlloch, arzobispo de Burgos, quienes se entrevistaron con el presidente del consejo de ministros, Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas, exponiéndole la opinión del episcopado español, totalmente contraria a la reforma, e indicándole que si esa era la intención del Gobierno, los obispos se dirigirían a los fieles para manifestarles que no podían votar a los candidatos partidarios de la reforma. Además los metropolitanos, en su reunión de principios de febrero de 1923, decidieron elaborar un documento dirigido al presidente del consejo de ministros, que preparó Reig, quien lo remitió al nuncio y después incorporó las correcciones que Tedeschini le sugirió. Pero antes de que pudiera enviarlo, el cardenal Soldevila, arzobispo de Zaragoza le escribió el 26 de marzo, diciéndole que se debía esperar a que el Gobierno hiciera la declaración ministerial y se viera si efectivamente pensaba realizar la reforma, y que, entretanto, él, aprovechando que tenía amistad con varios ministros, había dirigido al Gobierno una exposición privada, cuya copia remitía. Reig le contestó que iba a mandar el documento, dada la urgencia que le había manifestado el nuncio, aunque no se atrevía a incluir su firma si no le telegrafiaba, dando su conformidad. Pero el 29 de marzo Reig recibía la sorpresa de leer en la prensa la exposición del prelado de Zaragoza, ya que la Prensa Asociada, de la que disponía el cardenal zaragozano, había enviado copia casi íntegra a la prensa de provincias. Por todo ello Reig escribió al nuncio, indicando que se desentendía de toda futura acción colectiva, y haría por su cuenta lo que considerara procedente. Además justificaba esta decisión por un hecho acontecido el 6 de febrero; ese día, aniversario de la elección del papa, reunidos todos los metropolitanos, acordaron dirigir al cardenal secretario de Estado un telegrama de felicitación, que redactó el cardenal Benlloch, y que todos aceptaron, salvo el cardenal Vidal y Barraquer, quien protestó de la firma “Cardenal Reig, Arzobispo Primado” que el cardenal de Burgos había puesto, diciendo que él había jurado defender la primacía de Tarragona. Reig contestó que por su parte no tenía inconveniente en que se suprimiera lo de primado, a lo que el cardenal de Zaragoza replicó que, si la firma era solo de cardenal, le correspondía firmarlo a él, por ser el más antiguo, en vista de lo cual se decidió enviarlo sin firma. Finalmente Reig envió el 1 de abril el documento colectivo del episcopado, dirigido al presidente del consejo de ministros. Previamente otros prelados habían actuado, a título individual, como el de León, quien había enviado una carta confidencial al presidente del consejo, como diocesano suyo, rogándole que se opusiera a la reforma; lo mismo hizo el arzobispo de Valladolid, mientras que el de Jaca publicó una pastoral al respecto. Rápidamente se habló de crisis en el Gobierno, pues los ministros no se esperaban una actitud tan enérgica, y se empezaron a reunir rápidamente y consultarse. Melquíades Álvarez convocó en su casa a algunos de los principales miembros del partido, decidiendo de insistir en la reforma para no dar impresión de ceder ante la “rebelión de los obispos”. La tarde del 3 de abril se celebró consejo de ministros, que se prolongó más de cinco horas. El ministro de Hacienda, Manuel Pedregal, insistió en la reforma del artículo 11, mientras el resto de los ministros se mostraron disconformes, lo que llevó a la dimisión de Pedregal. Al día siguiente el presidente del consejo declaró que no se trataba de renunciar a la promesa de reforma, sino solo posponerla a otro momento más oportuno.

Entrada en la diócesis. Primeras actuaciones

El 24 de junio de 1923 entraba solemnemente en la capital de su archidiócesis, habiendo tomado posesión de la misma tres días antes, mediante poderes otorgados al deán de la catedral primada. El nuevo arzobispo llegó en tren desde Madrid; en la estación de Yeles y de Esquivias, límite ferroviario y diocesano de la provincia de Toledo por esa línea, fue recibido por el gobernador eclesiástico de la diócesis, José Rodríguez García-Moreno, el gobernador civil y el teniente coronel de la Guardia Civil. Al llegar a Toledo fue recibido por las autoridades locales en la estación de tren; a continuación, tras saludar uno a uno a los presentes, subió en compañía del alcalde a un automóvil y se dirigió a la catedral primada. En la puerta del Perdón se arrodilló en un reclinatorio, venerando el Lignum Crucis, para prestar a continuación juramento en el libro de las Constituciones de la Iglesia de Toledo; tras tomar el agua bendita y ser incensado, pasó al interior del templo, donde se entonó el Te Deum y el cardenal recibió el homenaje del clero catedral. Al acabar, el arzobispo entonó una oración y pronunció una alocución en la que, tras agradecer la acogida dispensada, recordó que Toledo era eminentemente católico y piadoso, fruto de siglos de fe; evocó sus tiempos de capitular toledano y prometió consagrarse con todas sus energías a sus nuevos hijos. Asimismo aludió al lema pontifical de Pío XI, Pax Christi in regno Christi, al hablar de la situación del país, no ocultando su preocupación, pues se estaba atravesando una “crisis verdaderamente difícil, pasmosa”, de la cual solo se podría salir acudiendo a la solución cristiana que el papa había propuesto en su encíclica inaugural, Ubi arcano. Concluyó visitando  las tumbas de los cardenales Sancha y Almaraz. A continuación tuvo lugar, en el palacio arzobispal, la recepción y el banquete de autoridades.
Poco después realizaba los primeros nombramientos en la curia, designando, de modo interino, al que había sido vicario capitular durante la sede vacante, José Rodríguez, provisor y vicario general; canciller secretario de cámara y gobierno a Francisco Vidal y Soler; secretario de la comisaría general de la Santa Cruzada a Francisco Vilaplana y oficial de la delegación general de capellanías a Ricardo Pla y Espí. Ese mismo mes de julio, el 29, el nuncio Tedeschini le comunicaba que la Santa Sede le confiaba la dirección general de la Acción Católica.
Tras el golpe de Estado del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923, el cardenal, teniendo en cuenta las circunstancias por las que atravesaba el país, invitó a los diocesanos a orar, pidiendo luces y gracias para los nuevos gobernantes, mandando celebrar un triduo que comenzaría el 12 de octubre, fiesta de la Virgen del Pilar. Que el primado veía con buenos ojos el cambio político parece deducirse de sus palabras, en las que expresaba que el nuevo gobierno hacía concebir esperanzas y pedía el auxilio divino “para la regeneración patria”. Varios obispos reprodujeron la circular del primado; en conjunto, la reacción de la jerarquía católica, como la de la mayoría de los españoles, fue favorable al golpe, (aunque algún prelado, como el de Valencia, se mostró cauto) ya que Primo encarnaba el patriotismo y los ideales regeneracionistas que ellos mismos compartían.
Los días 21 y 22 de septiembre, témporas de san Mateo, confirió, por primera vez como arzobispo de la diócesis, las órdenes sagradas, tanto menores como diaconales y de presbíteros; estos últimos fueron Ángel Morán Otero, Ambrosio Ayuso Pizarro, Justo Duro del Moral, Isabelino Madroñal Sánchez, Andrés Toledano Hernández, Máximo Sánchez de Castro y los extradiocesanos Perfecto Malo Marco y Agustín Malo López.
El 7 de octubre, festividad de la Virgen del Rosario, firmaba el cardenal el decreto por el que anunciaba el inicio de la visita pastoral. El prelado cumplía así una de las obligaciones canónicas, que en su opinión, además, era uno de los medios mejores para acertar en el gobierno y administración de la diócesis, al ponerse en contacto personal con el clero y el pueblo, conociendo lugares y costumbres, así como las necesidades y las condiciones de los diocesanos. En el decreto se señalaba aquello que sería objeto de inspección: inventarios, libros sacramentales, libros de colecturías y cuentas de fábrica, colección del boletín oficial, estado de las capellanías, aniversarios y demás fundaciones piadosas; ornamentos; vasos sagrados, misales, rituales y libros destinados al servicio de la iglesia; libro de encargos y cumplimiento de misas; libro de actas de las conferencias y de visita de los arciprestes; cofradías del Santísimo Sacramento y de la Doctrina Cristiana; uso del conopeo; cumplimiento de las normas referentes a la primera comunión de los niños; administración y estado del cementerio, así como el cumplimiento de las leyes eclesiásticas sobre el mismo; objetos de valor artístico y su conservación y custodia; obras sociales existentes. Reig deseaba comenzar por aquellos pueblos que hiciera más tiempo que no se visitaban; estos serían Almonacid de Toledo, Mascaraque, Villanueva de Bogas, Chueca, Manzaneque, Villaminaya, Mazarambroz y Nambroca. Los días 28, 30 y 31 de octubre el cardenal visitó los pueblos de Nambroca, Chueca y Mazarambroz, siendo recibido con gran alegría por la gente, tras diecinueve años sin haber sido visitados por el prelado. A partir del 4 de noviembre continuó por los pueblos previstos, pero cuando se disponía a realizar la visita a otros pueblos de la zona, hubo de suspenderla, debido a que tuvo que acompañar al rey en su viaje a Italia; durante su ausencia encargó el gobierno de la diócesis al provisor y vicario general, José Rodríguez. En mayo de 1924 retomaría la visita, esta vez al arciprestazgo de Guadalajara, comenzando por las parroquias de la capital el 17 de mayo, además de Iriépal y Azuqueca.
Desde Roma escribió a sus diocesanos el día 20 de noviembre una circular en la que les describía la audiencia en la que el papa recibió al rey Alfonso XIII, y como éste solicitó al romano pontífice que ese año, el día de la Inmaculada, todos los párrocos y encargados de cura de almas pudieran dar la bendición apostólica con indulgencia plenaria a todos sus feligreses. El primado destacaba la emoción con la que había presenciado el acto de recibimiento del rey por el papa, la impresión con que contempló cómo el monarca, tras las genuflexiones previas, besó el pie del pontífice y fue después abrazado por éste. Reig mandaba que se publicaran los discursos de ambos y que se leyeran a los fieles en la misa de mayor concurrencia el II domingo de Adviento. La importancia del viaje real derivaba del hecho de que hacía muy poco que se había levantado el veto pontificio a las visitas de un jefe de Estado al reino de Italia, a causa de la “cuestión romana”, siendo el monarca español el primer soberano católico que lo realizaba. Alfonso XIII quedaba confirmado como “rey católico”, produciendo su discurso un entusiasmo general en el episcopado español, desbordándose los sentimientos patrióticos-religiosos-monárquicos.
Como era habitual en la archidiócesis primada, dada su gran extensión, el cardenal Reig obtuvo el nombramiento, para ayudarse en su gobierno, de un obispo auxiliar. Fue designado el prebendado de la catedral de Valencia, Rafael Balanzá y Navarro, designado el 22 de septiembre de 1923 y recibiendo el regio beneplácito el 9 de octubre. Nacido en Valencia en 1880, doctor en Teología, su especialización en los asuntos canónicos le llevaron, tras la promulgación del Código, a ser nombrado viceprovisor de la curia diocesana, y más tarde, provisor de la diócesis valenciana; empeñado asimismo en la reforma del canto litúrgico y la introducción del canto gregoriano, al ser designado como auxiliar de Toledo desempeñaba también los cargos de examinador prosinodal, vicepresidente de consejo diocesano de administración y miembro del colegio de doctores de la facultad de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia de Valencia. El domingo 20 de enero de 1924 era consagrado en la catedral metropolitana de Valencia, actuando de consagrante principal el cardenal Reig y de asistentes el arzobispo de Valencia, Prudencio Melo y el obispo de Mallorca, Rigoberto Domenech; al nuevo obispo auxiliar le fue asignada la sede titular de Quersoneso.
El 22 de octubre de 1923 se reunían en Toledo los obispos de la provincia eclesiástica, bajo la presidencia del primado. Con motivo de la misma, dirigieron un mensaje al presidente del Directorio, Primo de Rivera, en el que mostraban su satisfacción por las medidas y orientaciones que había tomado, así como por la moralización de las costumbres y otras realizaciones; los prelados encarecían al Directorio que de cara a la reforma educativa, cumpliendo las prescripciones legales, en todos los grados de la enseñanza se conservara e intensificara “el carácter religioso, moral y patriótico” de la educación; asimismo destacaban la precaria situación económica de los párrocos jubilados, pidiendo que se destinasen en los presupuestos la cantidad necesaria para su digno sustento, al igual que reclamaban un aumento de las dotaciones para el culto, insuficientes para el mantenimiento de las iglesias, sobre todo rurales y rogaban que cuando se reformara la ley de reclutamiento, se consignara el principio de inmunidad personal de los clérigos.


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