domingo, 30 de enero de 2022

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO

El pasado domingo, Lucas nos presentaba a Jesús en la sinagoga de Nazaret, proclamando el libro del profeta Isaías y mostrando el cumplimiento en Él de dicha palabra. Hoy proseguimos con el mismo episodio (Lc  4, 21-30), viendo la reacción de los paisanos de Jesús. Estos no pueden entender que "el hijo de José", a quien han conocido de niño, que ha convivido con ellos, sea el Mesías, y responden, primero con incredulidad, después con ira. "Ningún profeta es aceptado en su pueblo". Enlaza así con el rechazo que el pueblo mostró ante los profetas a lo largo de la historia de Israel, como ocurrió de un modo paradigmático con el profeta Jeremías, tal y como nos recuerda la primera lectura (Jr 1,4-5-17-19), destinado por Dios a ser profeta de las naciones, ampliando de este modo el anuncio profético fuera del estrecho marco del pueblo elegido; es lo que señala también Jesús, evocando las misiones de Elías y Eliseo. Pero Jesús es algo más que un profeta; es la Palabra de Dios, la Buena Noticia para todos. Pero muchos, como antes Israel con los profetas, no quieren escuchar a Jesús.

La pregunta qué hemos de hacernos nosotros, ante esta palabra, es cómo recibimos el mensaje de Jesús, si descubrimos un anuncio de salvación y de liberación, o preferimos continuar en nuestras rutinas, justificando, como los habitantes de Nazaret, la no acogida de Cristo. Acostumbrados a ser cristianos desde niños, nos instalamos en la comodidad, impidiendo que el Evangelio sea, de verdad, Buena Noticia que transforma la existencia. Y sin embargo, cuando dejamos que esa palabra renovadora nos toque el corazón, podemos iniciar un nuevo modo de plantear nuestras vidas. Una forma de pasar por la vida como Jesús, haciendo el bien, porque la edificamos, como nos invita el apóstol Pablo en el bellísimo texto de la segunda lectura (1 Cor 12,31-13,13), sobre el amor, que no es un mero sentimiento sino, ante todo, una virtud teologal, que parte de Dios, como don, y tiene al propio Dios como objeto, a través de la mediación del amor a los hermanos. Sólo el amor permanece, sólo lo que se construye sobre él resulta sólido. Un amor que nos impele, además, como cantamos en el salmo 70, a contar, a proclamar, a anunciar la salvación que Dios realiza, porque la habremos experimentado.

sábado, 29 de enero de 2022

LA TUMBA VACÍA DE GONZALO PÉTREZ

 Comparto mi artículo en La Tribuna de Toledo sobre el sepulcro romano del arzobispo Gonzalo Pétrez

Tras el paréntesis producido por la pandemia, he podido regresar a Roma con el fin de dedicarme unas semanas al estudio y la investigación. Para quienes nacimos en la “Roma mesetaria” – Jorge Bustos dixit- volver a la Urbe es como seguir en casa, con el sonido de fondo del tañido de las campanas, la umbría de los estrechos callejones o el rumor del correr del Tíber, testigo multisecular de la Historia. Pero es que, además, Roma y Toledo comparten personajes, a veces de gran relevancia. Y, a poco que indagues, te encuentras con ellos.

Es el caso de una de las figuras más fascinantes, pero por desgracia olvidada –tanto que, durante siglos ni siquiera se le ha llamado por su verdadero nombre-, del Toledo medieval,  el  primer cardenal mozárabe, el arzobispo Gonzalo Pétrez, quien, hasta que la sabiduría y el celo investigador de don Ramón Gonzálvez lo descubrió, era denominado como Gonzalo García Gudiel. Un personaje muy ligado a ese extraordinario renacimiento cultural que se dio en Castilla en el siglo XIII, personificado en la figura del rey Alfonso X, pero que incluye una pléyade de personalidades que hicieron posible todo aquel despertar de las ciencias y de las letras.

Pues bien, paseando por las naves de la basílica papal de Santa Maria Maggiore, me encontré con su cenotafio, una tumba vacía desde que, apenas pasados cuatro años de su fallecimiento, que tuvo lugar el 7 de noviembre de 1299, sus restos fueron trasladados a Toledo por el arcediano Ferrant Martínez, autor del Libro del Caballero Zifar, y enterrados junto a la Virgen Blanca. Se trata de una obra excepcional, de la que ya nos advertía Gonzálvez que mostraba el exquisito gusto artístico del arzobispo, a la sazón muerto en Roma después de renunciar a la sede de Toledo, una vez que el papa Bonifacio VIII le nombro cardenal obispo de Albano. Anteriormente había gobernado las diócesis de Cuenca y  Burgos, tras haber sido rector de la Universidad de Padua y canónigo y deán de Toledo.

Sepulcro de Gonzalo Pétrez en Santa Maria Maggiore

La tumba se halla al final de la nave derecha, en una pequeña capilla, conformando una arquitectura gótica, obra de Giovanni di Cosma, similar a la que este escultor realizó para el sepulcro de Guillermo Durando en Santa Maria sopra Minerva. El cardenal, yacente, revestido de pontifical, aparece flanqueado por sendos ángeles que sostienen un cortinaje que desciende por detrás y debajo del prelado, cayendo por el frontal del sepulcro. Debajo aparece repetido cinco veces su escudo, y más abajo aún, sendas inscripciones señalan tanto al difunto como al artista. Un arcosolio de tracería gótica lo cubre, adornado con un mosaico del círculo de Pietro Cavallini, en el que se representa a la Virgen con el Niño, flanqueada por los santos Matías y Santiago, con el cardenal orante a los pies, revestido de rica casulla roja.

Un sepulcro magnífico, para un personaje extraordinario.

domingo, 23 de enero de 2022

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO

El evangelio de este domingo (Lc 1,1-4; 4,14-21) nos presenta a Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde había aprendido a orar, a leer y escuchar la Escritura, proclamando solemnemente que la palabra del profeta Isaías que acababa de leer, se cumplía en Él. Repite, de este modo, la tradición del pueblo de Israel, que escuchamos en la primera lectura (Ne 8, 2-4a.5-6.8-10), de realizar una lectura pública y comunitaria del texto sagrado, seguida de su explicación, convirtiéndolo en fuente de vida y de alegría. La importancia de la Palabra proclamada deriva del hecho de que, por medio de ella, Dios mismo, en Cristo, habla a la Iglesia. La Palabra, como cantamos en el salmo 18, es espíritu y vida. Este domingo se nos invita a redescubrir el significado de la Sagrada Escritura para nuestra existencia personal y para la de las comunidades cristianas.

San Pablo, en la segunda lectura (1Cor 12, 12-30) nos recuerda que todos formamos parte del mismo cuerpo de Cristo, aunque cada uno tenemos una misión diferente. Dentro de la común vocación a la santidad, derivada de nuestra incorporación a Cristo por el bautismo, cada miembro de la Iglesia recibe una vocación propia, un camino personal para vivir esa santidad, un carisma que, siempre, está puesto al servicio de los demás.

Jesús en la sinagoga de Nazaret (J. Tissot)

Cada vez que escuchamos el Evangelio en la celebración litúrgica, repetimos la experiencia de los que en la sinagoga de Nazaret escucharon las palabras de Jesús, "hoy se cumple esta Escritura", pues la proclamación del texto evangélico es presencia viva de Cristo en medio de nosotros. La escucha, y la acogida en nuestro corazón de la Palabra de Dios, a imagen de María, es la fuente que alimenta, sacia y colma de alegría nuestra existencia como seguidores de Jesús.


sábado, 15 de enero de 2022

DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO

La liturgia del domingo II del Tiempo Ordinario, en el ciclo C, nos ofrece el despliegue completo de la triple manifestación de Cristo que celebramos el día de la Epifanía, mostrándonos, a modo de tríptico, tres escenas de dicha manifestación: a todos los pueblos, simbolizados en los magos; como Hijo amado y elegido de Dios, en la teofanía del Bautismo y como el Esposo que muestra su gloria con el signo de la conversión del agua en vino en las bodas de Caná.

La Escritura había presentado en numerosas ocasiones la relación entre Dios y su pueblo en términos de una Alianza que, con el paso del tiempo, asumió los rasgos de una unión matrimonial, de amor esponsal. En la primera lectura (Is 62,1-5), el Tercer Isaías anuncia al pueblo la restauración, tras el regreso del exilio, con la imagen de unos desposorios; de igual manera que los jóvenes esposos inician una nueva vida, así Israel, objeto del amor preferente de Dios, comenzará de nuevo, resurgiendo de sus ruinas. El gozo de Dios es expresado con la imagen de la fiesta de bodas, en la que celebra su amor por el pueblo-esposa, simbolizado por la ciudad de Jerusalén, donde el Señor manifiesta su justicia y su salvación. 

La máxima manifestación de este amor es Cristo, el Hijo de Dios que ha venido a desposarse con la Humanidad, y cuyo primer signo, de los siete que presenta Juan en la primera parte de su evangelio (Jn 2,1-11), tiene lugar precisamente en el contexto de unas bodas. La necesidad de unos novios, y la intercesión oportuna de María, darán lugar a este signo, en el que más allá de la realidad concreta del agua transformada en vino, se anuncia la novedad del Evangelio, que viene a sustituir al judaísmo, y con el que Jesús se manifiesta a los hombres con su gloria divina. El agua, que recuerda las abluciones rituales judaicas, es sustituida por el vino del banquete mesiánico; se anuncian las Bodas del Cordero, que tendrán lugar tras la plena manifestación de Cristo en su Hora, el momento en el que sea elevado en la Cruz y dé a contemplar plenamente su gloria. Entonces derramará el Espíritu en plenitud, a modo de una fuente de agua viva que regenera el mundo. Ese Espíritu es el que, como nos recuerda San Pablo en la segunda lectura (1 Cor 12,4-11) suscita los diferentes carismas que componen la Iglesia. 

Las Bodas de Caná (Giotto)

Habiendo recibido el Espíritu y conformados a Cristo por los sacramentos de la Iniciación Cristiana, somos invitados, como cantamos en el salmo 95, a anunciar las maravillas del Señor a nuestro alrededor, mientras escuchamos las palabras de María, mediadora entre los hombres y el Hijo de Dios, que nos invita a acoger la Palabra y ponerla en práctica en nuestra vida.

NAVIDAD EN EL MUSEO DE SANTA CRUZ

 Comparto mi columna del pasado miércoles, en La Tribuna, sobre la exposición abierta al público en el Museo de Santa Cruz de Toledo

Coincidiendo con las fiestas navideñas, y prolongándose hasta el 2 de febrero, día de la Presentación del Señor, la popular Candelaria, a los cuarenta días de Navidad, el Museo de Santa Cruz de Toledo ha organizado una espléndida muestra de algunas de las obras de arte que custodia, relacionadas con el ciclo navideño. Una excelente iniciativa que pone en valor los ricos fondos conservados en el mismo. La selección es realmente exquisita y hace las delicias de cualquier amante de la Belleza. Un hermoso recorrido por los principales episodios de la Infancia de Jesús y sus momentos previos, a lo largo de las diferentes salas en las que está distribuida.

Fachada principal del Museo de Santa Cruz
En la primera, dedicada a la Anunciación, contemplamos, entre otras, dos obras maravillosas, la “Anunciación” del flamenco Pieter Coecke, delicada en sus detalles, con una Virgen de precioso rostro, cuyas expresivas manos se abren, acogiéndolo, al mensaje del arcángel, revestido de fastuosa capa pluvial; y la que realizó, ya en su etapa final, El Greco, con una deliciosa representación de María, que levanta la vista del libro en el que meditaba y sobre el que posa una mano, mirando a Gabriel quien, a su vez, cruza los brazos inclinándose ante la Elegida del Señor. Les acompaña una espléndida escultura de Gil de Siloé, la “Virgen de la Expectación”. Las siguientes salas nos muestran el nacimiento de Jesús, la adoración de los pastores y la de los magos, así como otras escenas relacionadas, cerrando la exposición el “Descanso en la huída a Egipto”, un anónimo flamenco del siglo XVI. Varias esculturas representan a María con el Niño, como la “Virgen de la pera”, obra en madera policromada del siglo XVI o la hermosa “Virgen de Belén”, obra del segundo tercio del XVIII, cargada con la sensual belleza del rococó. Sin duda, una de las piezas más excepcionales es la “Sagrada Familia con Santa Ana y San Juanito”, del Greco, con la simpática figura de san Juan niño, invitando al silencio a quienes contemplan el cuadro.

La exposición acompaña las obras pictóricas y escultóricas con unas cartelas que recogen poesías clásicas sobre la Navidad. Junto a poetas muy conocidos, como Federico García Lorca, con su bellísimo Mensaje de Dios te traigo, Rosales, o clásicos de nuestro Siglo de Oro, se ha tenido el gran acierto de introducir composiciones de algunas de nuestras poetisas más desconocidas y olvidadas, como Ana de San Bartolomé o la genial Marcia Belisarda, una autora que merecería un mayor conocimiento y reconocimiento en Toledo -¿quizá dedicarle la Biblioteca del Polígono, en lugar de la controvertida Grandes?-, y que sin duda, algún día tendrá el lugar que le corresponde en el canon literario español. Suyos son los versos siguientes:

“Hola zagalejos, hola,/ romped la prisión del sueño,/ y de espíritus divinos/ veréis escuadrones bellos…”

Una exposición que es un auténtico deleite para los sentidos, que les invito vivamente a disfrutar.

lunes, 3 de enero de 2022

EN LA PUERTA DEL SOL

Comparto mi columna del pasado miércoles 29, mi reflexión sobre la última noche del año, en La Tribuna de Toledo

Un año más, con la cadencia cíclica de los ritos entrañados en la conciencia colectiva, nos disponemos a cerrar las puertas al que termina, abriendo, llenos de anhelos y esperanzas, las del nuevo. Nos convertimos todos en ese Jano bifronte que evoca el pasado y mira al futuro, haciendo el balance de lo bueno y malo, rememorando las luces y las sombras que, en la pesa de cada uno, tendrán un valor distinto. Quizá no ha sido el fin de año que soñábamos. La pandemia, que se resiste a abandonarnos, ha dado un nuevo zarpazo, arrastrándonos con una nueva ola que, más allá de sus efectos reales, se ha transformado para muchos en un tsunami de pavor, en virtud de la nefasta e incompetente actuación de una clase política mediocre e ineficaz, y de unos medios de comunicación entregados a un alarmismo que se desdice con la realidad, vista en su totalidad y complejidad. Algún día habrá que reflexionar sobre el daño que han hecho en nuestra sociedad. Cuando empezamos, por fin, a preocuparnos por la salud mental, deberíamos analizar las consecuencias sobre esta de los anuncios apocalípticos y catastrofistas de los opinólogos todólogos.

Puerta del Sol, 31 de diciembre

Pero, más allá de esta situación concreta, en la noche del 31 nos aferraremos, quizá en medio del dolor por la evocación de los ausentes, o de la alegría por el nacimiento de una nueva vida en la familia, o desde el sano realismo que ahuyenta el paralizador pesimismo y el inconsciente optimismo, a la esperanza de que el año que comienza sea mejor. Repetiremos ese viejo rito –bueno, no tan viejo, data, según parece, de 1895, una fruslería histórica- de comer las doce uvas mientras escuchamos las campanadas de la Puerta del Sol, tratando de no atragantarnos ni equivocarnos, tal vez acompasando su ingesta con algún deseo o incluso con alguna reflexión, como las ácidas e irónicas que realizó Wenceslao Fernández Flores en un divertido escrito que recoge Francisco José Gómez en un delicioso libro, El día de Reyes. Cuentos de Navidad, recopilación de relatos y poesías de nuestros clásicos sobre este tiempo navideño, que les recomiendo. La duodécima campanada culminará en el desbordamiento de abrazos, besos, brindis y llamadas a los seres queridos que no nos han podido acompañar. Las redes sociales explotarán en una vorágine de fotos, memes, vídeos; los móviles arderán saturados por los “guasap” que nos felicitarán desde la originalidad, el tópico o, los más pragmáticos, desde el reenvío. Unos fiarán el cumplimiento de los deseos a algún fetiche más o menos promovido por el consumismo voraz que nos engulle y otros daremos gracias a Dios y nos encomendaremos a Santa María, Madre de Dios, cuya fiesta litúrgica más importante, la del 1 de enero, pasa desapercibida en medio de la resaca de la primera mañana del año, la mejor para pasear en soledad.

Con mis mejores deseos, ¡feliz año nuevo!