lunes, 29 de febrero de 2016

El cardenal Enrique Reig y Casanova (V)

Santificando a la comunidad cristiana

El 28 de enero de 1925, bajo la presidencia del primado, tuvo lugar en Guadalajara una reunión preliminar para la organización de una Asamblea Eucarística comarcal. La reunión tuvo dos sesiones, la primera sólo de sacerdotes, a los que el cardenal dirigió la palabra para explicar el objeto de la Asamblea, que no era otro que el de avivar la vida de piedad y espíritu eucarístico en los pueblos de la Alcarria; la segunda sesión, en la iglesia de los paúles, estuvo abierta, además de a los sacerdotes, a representantes de las cofradías y hermandades, así como a otras personas, a los que Reig habló de la necesidad de la vida eucarística en unos tiempos de materialismo. A continuación se presentó y aprobó el reglamento y se constituyó la junta organizadora, presidida por el párroco arcipreste de Santiago de Guadalajara, como representante del arzobispo. La Asamblea  comenzó el sábado 20 de junio y se prolongó hasta el martes 23. A las once de la noche del 20 tuvo lugar, en la iglesia de Santa María, la vigilia solemne de la Adoración Nocturna, en la que, tras la exposición del Santísimo, el cardenal Reig pronunció una plática. A las siete de la mañana del domingo, el arzobispo celebró la misa de comunión general de hombres, con más de trescientos comulgantes; a las diez se cantó una misa solemne, oficiada por los franciscanos, predicando el canónigo de Toledo, José María Basés. A las cuatro de la tarde, en la capilla de los paúles tuvo lugar la sesión de apertura, presidida por el cardenal primado; a continuación se constituyeron las mesas de las diversas secciones, asistiendo Reig a la de caballeros. A las seis y media de la tarde, en la iglesia de Santa María tuvo lugar la exposición del Santísimo, con predicación del canónigo toledano Hernán Cortés. El segundo día tuvo lugar la misa de comunión general de mujeres, y seguidamente continuaron mañana y tarde trabajando las secciones, discutiéndose las memorias y votando en algunas las conclusiones; por la tarde volvió a predicar el canónigo Cortés. A las ocho de la noche, la Diputación provincial y el Ayuntamiento ofrecieron una recepción al cardenal, que acabó con sendos discursos del presidente de la Diputación y del prelado. Al día siguiente, último día del triduo, hubo una misa de comunión general de niños, a las ocho de la mañana, y luego, a las diez, se celebró misa de pontifical, en la que predicó José María Basés. Después se reunieron las secciones y votaron las conclusiones. Por la tarde, a las cinco, en la iglesia de los paúles, presidida por el cardenal, tuvo lugar la sesión de clausura, con la aprobación de las conclusiones; a las siete de la tarde comenzaba la procesión eucarística por las calles de Guadalajara, con participación de parroquias, instituciones, cofradías, hermandades, clero y autoridades, presididos por el primado, procesión que duró tres horas, y que concluyó con la bendición papal, impartida por el cardenal.
El cardenal Reig y Casanova
En cumplimiento del acuerdo tomado por los metropolitanos españoles, el cardenal Reig elevó, en enero de 1925, preces a la Santa Sede, a fin de que, para disipar dudas y conseguir la uniformidad en todas las diócesis de España, el papa confirmara el privilegio que Clemente VII había otorgado en 1526, de poder realizar el precepto del cumplimiento pascual desde el miércoles de ceniza; esta costumbre secular, tras la promulgación del Código de Derecho Canónico, había suscitado una controversia entre los canonistas acerca de su vigor, controversia que fue solventada al confirmar el papa Pío XI, al recibir el 18 de noviembre en audiencia al cardenal prefecto de la sagrada congregación del Concilio, el privilegio español, por un periodo de diez años.
El 30 de enero de 1925 abrió el cardenal la visita pastoral a la catedral primada. El acto se iniciaba con la llegada del prelado al templo, donde veneró el Lignum Crucis que le ofreció el deán; a continuación fueron en procesión hasta la capilla mayor, donde el deán cantó las oraciones prescritas en el ceremonial. Después el cardenal dio la bendición y, revistiéndose de capa negra, se cantaron responsos por los prelados, capitulares y miembros de la catedral fallecidos, así como por las almas de los fundadores y bienhechores del templo. Tras dar la bendición con el Santísimo, Reig, precedido por los cabildos, se dirigió a la sala capitular, donde pronunció una alocución, en la que expuso lo que significaba la visita pastoral, enumerando sus fines principales, destacando la inspección y cuidado de los tesoros artísticos de la iglesia. Reig indicó que hacía la visita en espíritu de caridad y de mansedumbre, con el pensamiento y deseo de que con ella se unieran estrechamente el pueblo y el cabildo de Toledo, bajo la égida del pastor, y que ello produjera un mayor fervor por el culto y las glorias de la catedral.
El 23 de febrero firmaba el cardenal la carta pastoral sobre la santificación de las fiestas. El primado comenzaba justificando un tema que podría parecer anacrónico, el abordar las reivindicaciones sociales sobre el descanso dominical, pero señalaba que lo hacía debido a las demandas que desde varios puntos se le dirigían para que no prevalecieran subterfugios y amaños para burlar la ley, así como las noticias adquiridas en los pueblos al realizar la visita pastoral. Consideraba que la primera y más lamentable de las plagas sociales, la más desastrosa por sus efectos, era la profanación del domingo. Recorriendo la Escritura, recogía el precepto del descanso y santificación del séptimo día, así como las sanciones prescritas. Se dirigía después a los obreros, recordándoles lo que significaba para su salud corporal y espiritual dicho precepto. Respecto a la legislación civil, se remontaba a Constantino, que convirtió en norma legal la santificación del domingo, algo en lo que le siguieron después los soberanos cristianos, hasta que la llegada del liberalismo, con la revolución francesa, hizo triunfar un sistema económico en el que reinaba el individualismo, buscando producir lo más posible con el menor coste posible. Reig señalaba que con esto el reposo semanal, la salud, la dignificación personal se convirtieron, para los economistas, en algo baladí, que había de sucumbir, y destacaba como los primeros socialistas reaccionaron, reconociendo el valor social del precepto religioso. A continuación recogía el magisterio de Pío IX y León XIII, así como las últimas leyes promulgadas por diferentes parlamentos. Pero estas leyes no eran observadas, confesando el prelado que en este punto los países anglosajones llevaban ventaja a los países latinos, destacando cómo se realizaba el descanso dominical tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, frente a lo cual lamentaba que España, que tradicionalmente había observado los días festivos, la situación era algo “bochornoso lo que entre nosotros…ocurre”, con lugares en los que no había distinción entre los días de fiesta y los que no lo eran. El cardenal recogía las quejas y reivindicaciones que le habían llegado por parte de obreros, indefensos ante la presión de sus patronos y señalaba las dificultades para la aplicación de las leyes, entre ellas las deficiencias, por falta de medios, en la inspección laboral, aunque a su juicio, la ley no se observaba porque ella misma proporcionaba recursos para burlarla. Tras haber hablado del descanso dominical, el primado pasaba a hablar de la parte positiva del precepto divino, esto es, de la santificación del día del Señor y se preguntaba que se hacía para llenar las iglesias. En este sentido se refería la asamblea que había convocado en Guadalajara, que debería tratar, entre otros asuntos, la asistencia a misa los días festivos, buscando soluciones prácticas. Hacía una llamada a salvar el domingo de la profanación, para concluir con una serie de consejos, destinados a los sacerdotes, para poder restaurar su vivencia, invitándoles a hacer cumplir la ley civil, pero, ante todo, cumpliendo ellos con solicitud para procurar que se llenaran los templos y que los días festivos se santificaran, no dejando ningún domingo la predicación del Evangelio ni la catequesis. Al mismo tiempo, Reig se dirigía a los obreros, invitándoles a seguir confiando en la Iglesia y recurriendo a ella en demanda de apoyo y defensa de sus derechos, a la vez que a cumplir con el deber de santificar las fiestas.
Ese mismo día daba el primado las instrucciones con motivo del inicio de la Cuaresma. En primer lugar se indicaba el tiempo para poder realizar el cumplimiento pascual, desde el miércoles de ceniza has la domínica de la Santísima Trinidad; después prohibía a los sacerdotes ausentarse del lugar en el que desempeñaban algún cargo, salvo por causa grave y con su permiso; los sacerdotes deberían insistir en la predicación y catequesis. Al ser Año Santo, el prelado recordaba a los párrocos y predicadores cuaresmales las gracias y privilegios espirituales del mismo. Por último, recordaba a los párrocos y a los que hicieran sus veces, la obligación de leer en lengua vulgar el decreto Quam singulari. Sobre el Año Santo, Reig escribió una circular en la que señalaba las facultades que habían recibido los obispos del papa para facilitar a los fieles la obtención de las gracias jubilares, e indicaba cómo se habían de aplicarse en la archidiócesis; al mismo tiempo invitaba a los fieles a acudir en peregrinación a Roma y establecía, para el domingo de Ramos, una colecta destinada al Santo Padre.
Con motivo del séptimo centenario de la catedral de Toledo, que se celebraría al año siguiente, el cardenal Reig, gran amante del arte y de la historia, dirigió el 13 de abril, una alocución a los diocesanos y a la provincia eclesiástica, en la que invitaba a todos a participar en las solemnidades que se preparaban con ese motivo y el de la coronación canónica de la patrona de Toledo, la Virgen del Sagrario; para este acto abría una suscripción con el objeto de recoger donativos para realizar la corona que ceñiría la imagen.
Ese mismo día firmó el decreto de convocatoria de órdenes sagradas para el 16 de junio; la circular en la que, ante la inminente peregrinación a Roma y Tierra Santa, mandaba realizar, hasta el momento de su regreso, la oración pro peregrinantibus; y la circular sobre la provisión de los curatos vacantes en la diócesis.
Durante dos meses el cardenal permaneció ausente de la diócesis, no regresando hasta el 14 de junio. Primero fue Tierra Santa y luego Roma. Tras celebrar el día 10 en la iglesia del Gesù el último día del triduo de la beatificación de la madre María Micaela del Santísimo Sacramento, emprendió ese mismo día el regreso a España. Al llegar a Toledo, fue recibido por las autoridades y numeroso público, dirigiéndose a la catedral, donde pronunció una alocución, para pasar después al palacio arzobispal; en él tuvo lugar la recepción, siendo saludado por el alcalde de la ciudad, Fernando Aguirre, a lo que respondió el primado con un discurso en el que recogió las vivencias que había experimentado, sobre todo en Palestina, destacando que su presencia allí había sido por iniciativa del rey Alfonso XIII.
Tras el éxito de la Asamblea Eucarística de Guadalajara, el cardenal decidió convocar otra para la zona de Talavera de la Reina. El 6 de julio, antes de partir unos días a Guipuzcoa para descansar, Reig se reunió en la iglesia de Santa María de Talavera con los sacerdotes de los arciprestazgos de Talavera, Puente del Arzobispo, La Estrella, Belvís, Espinoso del Rey, Los Navalmorales, Cebolla y Los Cerralbos para organizar dicha Asamblea. Hubo dos sesiones, la primera a continuación de la entrada solemne del primado en la iglesia, con asistencia de autoridades y fieles, y la segunda, en la sacristía, donde se reunieron más de sesenta sacerdotes; el cardenal indicó que actos como el que proyectaba respondían a la necesidad de avivar en el pueblo el sentimiento eucarístico. A los sacerdotes les señaló cuanto esperaba de ellos, manifestando su deseo de que no se redujera todo a celebrar actos solemnes en la capital de la comarca, sino que llegaran a los más apartados rincones. Después se leyeron los nombres de los que formarían parte de la junta organizadora y distintas comisiones, así como los temas a tratar.
La Asamblea se celebró los días 24, 25, 26 y 27 de octubre. El cardenal llegó a Talavera el sábado 24, por la tarde, siendo recibido por las autoridades en Alberche. En la plaza del Pan se quemaron fuegos artificiales y después en la Colegiata se celebró la vigilia general de la Adoración Nocturna, con asistencia de las secciones de Madrid, Toledo y Brihuega. A las siete de la mañana celebró el primado la misa, administrando la comunión a más de cuatrocientos hombres; a las diez hubo otra misa, predicada por el padre Roselló, corazonista y por la tarde, a las seis, tuvo lugar el triduo eucarístico; a las cuatro y media se había celebrado la sesión de apertura, presidida por Reig, en la que, tras la intervención del secretario general de la Asamblea, Vital Villarrubia, pronunció una plática, reuniéndose, a continuación, las secciones. El lunes hubo misa de comunión general, celebrada por el cardenal, comulgando las mujeres. A las diez y a las seis, se celebraron la misa solemne, predicada por Hernán Cortés, y el triduo, en el que intervino el padre carmelita Anastasio de la Sagrada Familia. A las once y media de la mañana se reunieron las secciones, y por la tarde, a las cuatro, siendo visitadas por el cardenal. El martes, a las siete de la mañana, se celebró la misa, presidida por el obispo de Jaca, Francisco Frutos Valiente, con comunión general de niños, mas de mil. Después el primado celebro la misa pontifical, en la que predicó el obispo de Jaca y por la tarde, a las cuatro, tuvo lugar la procesión eucarística, que recorrió las calles de Talavera hasta las seis. Tras la misma se celebró en el teatro Victoria la velada literario-musical y la clausura de la Asamblea.
Instituida por el papa Pío XI la fiesta de Cristo Rey, el 11 de diciembre de 1925, mediante la encíclica Quas primas, el cardenal Reig dispuso, ya acabando el año 1925, que el 6 de enero de 1926 se celebrara en la catedral primada y en todas las parroquias e iglesias que tuvieran clero, la consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús. El papa quería, con esta encíclica, explicitar algunos puntos de la Ubi Arcano, relacionados con la laicización de la vida privada y pública, tratando de demostrar que Cristo es rey no sólo de los fieles, sino de todas las criaturas; Pío XI reclamaba la libertad e independencia plenas de la Iglesia en relación con los poderes civiles, aunque no proponía subordinación alguna del poder temporal al espiritual, al mismo tiempo que no hacía juicio ni de las formas de gobierno ni de las estructuras políticas, dejando a los poderes públicos toda iniciativa, si bien les recordaba un punto doctrinal: la vida de la tierra no podía vivirse sin su relación con Dios. La encíclica pedía a los hombres de gobierno actuar según las órdenes de Dios y los principios cristianos en la elaboración de las leyes y en la administración de la justicia; la fiesta de Cristo Rey, preparada por los congresos eucarísticos celebrados tras la guerra, sería el remedio eficaz contra los errores del laicismo, mientras que el culto del Corazón de Jesús serviría de medio para llevar a cabo el proyecto de recristianización de la sociedad.

domingo, 28 de febrero de 2016

El cardenal Enrique Reig y Casanova (IV)

Conflictos jurisdiccionales con el duque de Maqueda

En diciembre de 1924, al quedar vacante la parroquia de Torrijos, cuyo patronato correspondía al duque de Maqueda, el cardenal, en conformidad con el canon 1451, invitó al mismo, al igual que había hecho con otros patronos, a renunciar a dicho patronato o al menos al derecho de presentar, ofreciéndole a cambio sufragios espirituales, indicándole que, en el caso de que esto no lo estimase oportuno, tendría que probar su derecho con arreglo al canon 1454; la negativa del duque generó un conflicto que iba a durar varios años y que involucraría a la nunciatura. El 9 de diciembre el duque escribió a Reig, quejándose de que se pusiera en duda su derecho y amenazando con recurrir al tribunal competente si no se le daba la colación al sacerdote que se proponía presentar, a lo que el cardenal respondió que no se trataba de poner en duda el patronato, sino de cumplir con las prescripciones del Código. El 26 de enero de 1925, el duque enviaba un oficio al primado notificando que había nombrado párroco de Torrijos a don Liberio González Nombela (asesinado durante la guerra civil, fue beatificado el año 2007), expresando que comunicaba el nombramiento para que se le diera la colación al nombrado; el obispo auxiliar, con quien se entrevistó el duque, le señaló que debía atenerse a lo expresado por el cardenal. Desde la curia no se concedió la colación, a lo que el duque respondió insistiendo en ello. Como el asunto se enquistaba, el cardenal Reig escribió, el 1 de noviembre de 1925, al duque indicándole la conveniencia de que tratara de palabra el asunto con el obispo auxiliar, ofreciéndole todas las facilidades posibles. La entrevista tuvo lugar el 11 de noviembre; en ella el duque manifestó que había escrito en tono fuerte al cardenal porque así se lo habían aconsejado, y terminó señalando su filial sumisión al prelado; el auxiliar respondió agradeciendo las manifestaciones del duque y explicando que nunca se había tratado de desconocer los derechos de la Casa de Maqueda sino simplemente cumplir con las disposiciones canónicas referentes a las presentaciones de los patronos, y tras exponer la tramitación de esta clase de expedientes, convino con el duque en enviar a la duquesa, que era a quien en realidad correspondía el patronato, una comunicación en la que la invitaría a renunciar o a probar su derecho; dicha carta se envió el 16 de noviembre y ese mismo día volvía a escribir el duque quejándose de que aún no se hubiera dado colación a don Liberio y dando un plazo de ocho días antes de recurrir a la acción judicial. La cuestión no hacía más que embrollarse y el día 21 de noviembre el duque enviaba una nueva carta, en la que expresaba su sorpresa porque se exigiese la prueba del patronato, reconociendo el derecho a exigirla, pidiendo apoyo y amparo y adjuntando una nota en demostración de los derechos de la Casa; en dicha nota se aducían como pruebas del patronato sobre la parroquia el nombramiento como capellán del hospital, hecho por la duquesa, el 18 de mayo de 1922, a favor de don Indalecio Maroto, al cual no opuso obstáculo el vicario capitular, así como la comunicación del cardenal del 4 de diciembre de 1924, en la que se decía que no se trataba de poner en duda los derechos del duque, además de una escritura del 22 de diciembre de 1923, sobre la reconstitución de las fundaciones de Teresa Enríquez. A ello respondió el obispo auxiliar el 26 de noviembre, reiterando que no existía prevención contra la Casa de Maqueda e insistiendo en la necesidad de cumplir las prescripciones del Código, recordando el apoyo que se había dado al patrono, no fijándole plazo para la prueba de su derecho, nombrando ecónomo a don Liberio González y explicándole la tramitación de los expedientes de patronato. El 31 de diciembre el duque escribía al nuncio Tedeschini, informándole del estado de los patronatos que ostentaba en Torrijos la casa de Maqueda, es decir, del hospital, de la comunidad de concepcionistas franciscanas y de la colegiata, lamentando que la autoridad diocesana no había rendido cuentas, como estaba obligada, junto al hecho de que el sobrante de las rentas no se estaba invirtiendo en las necesidades de las fundaciones; además se quejaba de que se hubiera trasladado al capellán del hospital de Torrijos, Indalecio Maroto, al pueblo de Burujón, sin que se le hubiera comunicado la vacante para su provisión. Para cerrar el asunto, el cardenal Reig decidió, y así se lo comunicó a Tedeschini el 16 de enero de 1926, nombrar, como de libre provisión, párroco de propiedad de Torrijos a don Liberio en la provisión de los curatos vacantes que iba a realizar, al mismo tiempo que negaba que la autoridad diocesana tuviera que rendir cuentas al duque, además de informar que el sobrante de las rentas fundacionales no debía invertirse cada año en atender las necesidades del hospital o de otras fundaciones, sino que estaba previsto que se reservaría para cuando hubiera que hacer reparaciones en la iglesia parroquial; respecto al traslado del capellán del hospital, indicaba que el mismo había pedido ser trasladado a otro destino, petición a la que accedió de inmediato, debido a que necesitaba sacerdotes para pueblos que no los tenían y que por falta de personal bastantes párrocos debían encargarse de dos parroquias.


Beato Liberio González Nombela

La atención al clero

Uno de los asuntos que preocupaban al cardenal era el de las casas de los sacerdotes, las casas rectorales, que, en general, dada su antigüedad, se encontraban en mal estado de conservación, además de que bastantes parroquias carecían de ella, de modo que el cardenal se planteó el problema urgente de construir nuevas y reparar las antiguas, siendo la principal dificultad la falta de recursos económicos; para ello creó, el 12 de mayo de 1924, la Obra de casas rectorales, con una junta presidida por el secretario de cámara y el reglamento correspondiente. Pronto comenzó a actuar y así, en enero de 1925, concedía las siguientes ayudas: al cura de Fuensalida 144 pesetas y 5 céntimos para obras en la casa rectoral; al de Rielves 2.706 pesetas con el mismo fin; la compra de una casa en Cazalegas, por 4.500 pesetas; al párroco de Ballestero, en Albacete, se le daban 974 pesetas con 95 céntimos; 765 al de Villapalacios, también en Albacete; 1477 a Villamiel; al de Cabanillas del Campo, 1178; al de Lominchar, 492 pesetas y 35 céntimos.
Para proveer las parroquias vacantes, el 29 de agosto de 1924, el cardenal convocó un concurso general, conforme a las normas del Derecho Canónico y del Concordato de 1851. Consistiría en un ejercicio escrito, realizado en castellano, o en “buen latín” para los que así lo prefiriesen, lo cual sería especial mérito, en el que se contestaría a una lección sacada por suerte entre las cien de que constaba el Programma Quaestionum, además de traducir del latín al castellano un párrafo del Catecismo de Párrocos del Concilio de Trento; junto a esto, deberían escribir una plática u homilía sobre un texto del Evangelio designado en el momento del concurso, así como resolver un caso de conciencia. Los que desearan tomar parte en el concurso deberían presentar en la secretaría de cámara, a partir del 1 de septiembre, y en un plazo de sesenta días, una instancia solicitando ser admitidos a la oposición, acompañada de la partida de bautismo, relación documentada de estudios y grados académicos, órdenes recibidas y relación de méritos y servicios prestados; los extradiocesanos presentarían, además, autorización de su prelado para tomar parte en el concurso, junto a la testimoniales de buena vida y costumbres; los exclaustrados, por su parte, tendrían que presentar documento que acreditara su situación canónica y la autorización para obtener beneficios curados. Los curatos de término, de primera, tenían una asignación de 2.500 pesetas; los de término de segunda, 2.250; los de ascenso, 2.000; los de entrada, 1750, y los curatos rurales, 1.500 pesetas. El concurso se celebró los días 20 y 21 de noviembre, en el salón del seminario conciliar, participando un total de 204 concursantes.
El 20 de enero de 1925 el primado restableció solemnemente en la capilla del palacio arzobispal la Unión Apostólica Sacerdotal, institución que pretendía fomentar entre los sacerdotes el alcance de la perfección evangélica sin desligarse de los ministerios a los que se hallaba adscrito, procurando desarrollar el espíritu de renuncia, sumisión, pureza y alcanzando así los fines del sacerdote de glorificar a Dios con su propia santificación y la del prójimo; Reig expresó sus grandes deseos de que los sacerdotes de la archidiócesis constituyeran un verdadero apostolado que perpetuara las santas tradiciones del clero toledano y ofreciera a la sociedad grandes frutos y ejemplos de santidad. El prelado establecía que el día de retiro mensual reglamentario de los sacerdotes fuera completo. En julio de ese año participarían muchos de sus miembros en los Ejercicios espirituales celebrados entre los días 6 y 15 en la casa de ejercicios de Chamartín de la Rosa. El cardenal los practicaría, con otro grupo numeroso, en la tanda celebrada entre el 14 y 21 de septiembre.
La preocupación del cardenal por el clero le llevó a mostrar una atención preferente a su formación, cuidando de un modo especial el seminario universidad pontificia de San Ildefonso. En 1924 promulgó un reglamento para la mejor organización y funcionamiento del seminario universidad y reformó el plan de estudios para que de modo más perfecto respondiese a las necesidades del momento. Asimismo encargó a las religiosas franciscanas terciarias de la Divina Pastora el servicio doméstico del mismo. Como complemento de ello, el 20 de julio de 1925, firmó la circular en la que anunciaba la fundación del seminario menor de Santo Tomás de Villanueva y de una escuela preparatoria y hablaba acerca del fomento de las vocaciones.
Conforme al canon 1357, el primado fundó, en un edificio propiedad de la diócesis, sito en la plaza de San Andrés, enfrente del seminario mayor, el seminario menor, que puso bajo la advocación del santo obispo de Valencia, Tomás de Villanueva, nacido en el arzobispado de Toledo y fundador del colegio mayor para estudiantes pobres en Valencia, una de cuyas becas había disfrutado el propio Reig. Tendría un rector, que ayudado por los prefectos de disciplina, cuidaría del mismo, profesores para las distintas clases, un mayordomo encargado de administrar los bienes, un director espiritual y dos confesores. La disciplina y la piedad se regirían por el reglamento de septiembre de 1924, en la parte aplicable. Las enseñanzas se darían bajo la dirección del prefecto de estudios de la Universidad Pontificia. En el edificio del seminario menor se creó una escuela preparatoria para el ingreso en el seminario menor, en la que se admitirían no sólo externos, sino también internos, ayudándose a los que lo merecieran por su pobreza,  aplicación y buena conducta, con becas, medias becas y cuartos de becas. La asistencia a la escuela preparatoria sería obligatoria sólo para los que residieran en la ciudad de Toledo; los de fuera podrían prepararse para el ingreso en el seminario, bien en su pueblo, si tuvieran medios de hacerlo convenientemente, o bien inscribirse como alumnos internos en la escuela. Para ingresar en ella era preciso, en primer lugar, presentar, en la secretaría del seminario menor, de una instancia pidiendo la admisión y matrícula; las partidas de bautismo y confirmación; certificación de buena conducta, expedida por el párroco; examen de lectura y escritura, catecismo y nociones de Gramática y Aritmética, además de ser mayores de nueve años.
Como uno de las mayores dificultades a la hora de promover las vocaciones era la escasez de medios económicos, el cardenal dispuso que se inculcara al pueblo las ventajas espirituales que conllevaba la fundación de becas; asimismo el último domingo de septiembre debía hacerse una colecta destinada a sostener a los seminaristas pobres; facilitaba a los párrocos el poder aplicar la misa por las intenciones del obispo, destinando ese estipendio a las necesidades de los seminarios mayor y menor; asimismo establecía que, cuando las limosnas extraordinarias y las ordinarias de las colectas ascendiesen al importe de una o de media beca, el párroco podría designar el seminarista a favor del cual se debiera aplicar.
El primado estableció también el plan de estudios:
Curso primero: Gramática Latina 1, Gramática Castellana 1, Caligrafía 1, Doctrina Cristiana 1, Aritmética 1, Geografía 1, Historia de España 1, Liturgia práctica 1, Canto 1.
Curso segundo: Gramática Latina 2, Gramática Castellana 2, Caligrafía 2, Doctrina Cristiana 2, Aritmética 2, Geografía 2, Historia de España 2, Liturgia práctica 2, Canto 2.
Curso tercero: Gramática Latina 3, Gramática Castellana 3, Gramática Griega 1, Historia Universal 1, Historia Sagrada 1, Preceptiva literaria 1, Geometría 1, Nociones de Ciencias Naturales, Liturgia práctica 3, Canto 3.
Curso cuarto: Humanidades latinas, Humanidades castellanas, Humanidades griegas, Gramática Griega 2, Historia Sagrada 2, Historia Universal 2, Preceptiva literaria 2, Geometría 2, Liturgia práctica 4, Canto 4.
Respecto a las enseñanzas en la escuela preparatoria, consistían en Gramática Castellana, ejercicios literarios del castellano, Caligrafía, Catecismo de la Doctrina Cristiana, Aritmética, Geografía, Urbanidad y Música.
El primado establecía, para ese año,  en el seminario menor el examen de ingreso e incorporación de latín el día 28 de septiembre y el 29 los de admisión a la escuela preparatoria.

viernes, 12 de febrero de 2016

Crónica londinense

No deja de ser curioso, cuanto menos, realizar una crónica, aunque sea sucinta, de mi reciente viaje a Londres, en Roma, junto a Via Giulia, la calle abierta por el belicos papa Julio II, en esta noche de lluvia, que no invita, para nada, a realizar mi habitual paseo nocturno hasta Piazza Navona. Pero, a pesar de que hace tiempo que no le dedico tiempo en serio al blog, no quiero renunciar a mi propósito de aportar mi pequeño granito de arena a ese género literario que me fascina, la crónica de viajes. Crónica, en este caso, de un viaje realizado entre el 29 de enero y el 1 de febrero de este año de gracia de 2016.
Palacio de Westminster
Cuatro días en Londres dan para mucho. La primera jornada, a pesar del cansancio del madrugón, nos hizo recorrer la City. Asombra el contraste entre la tradicional arquitectura británica y las obras vanguardistas, de cristal, que surgen por doquier. Desde el Banco de Inglaterra a la catedral de San Pablo, desde la recoleta iglesia de San Bartolomé a la más rompedora contemporaneidad de la Tate Modern. Aquí, en su cafetería, merienda de té, bollería, mantequilla y mermelada, todo muy típico inglés. Tras cruzar el Támesis, caminamos hacia el Soho. Cena en un pub de Charing Cross. Cómo no, fish and chips. Tras este agotador día inicial, un sábado, gris, muy londinense, dedicado a visitar el Palacio de Westminster, las Casas del Parlamento. Un lugar espectacular. Con una interesante explicación de la ceremonia de apertura que celebra la reina, así como del funcionamiento del sistema parlamentario británico. Esta visita es una mejores actividades que se pueden hacer en Londres. Comida en un indio (es uno de los grandes atractivos de la capital inglesa, la posibilidad de probar cocinas de todo el mundo) Tarde en la National Gallery, uno de los espacios que más me gustan de Londres; esta vez sí pude disfrutar de "Los esposos Arnolfini". Cena en un típico y antiguo pub junto al Támesis, "The dove", en Hammersmith.
Los esposos Arnolfini
El domingo comenzó algo más que lluvioso, aunque eludimos la lluvia pasando la mañana entre las riquísimas colecciones del Museo Británico. Pasé un largo rato contemplando los mármoles del Partenón. Las salas de Oriente son impresionantes, me gustan más que las egipcias, a pesar de mi pasión de egiptólogo frustrado. Tarde de paseo, y, antes de concluir cenando platos japoneses, fuimos a misa al Oratorio. Llama la atención la cantidad de gente joven que participa en, la por otro lado, muy tradicional, eucaristía que allí se celebra.                                 
Para concluir el viaje, la última mañana la dedicamos a la Torre, con la riquísima y espectacular colección de las joyas de la Corona. Y antes de recoger las maletas, visita a la bonita (aunque inacabada) catedral católica de Westminster (que no hay que confundir con la preciosa abadía anglicana, de estilo gótico), construida en neobizantino. Después...vuelta a Madrid.
Museo Británico, friso del Partenón
Sólo me queda hacer una confesión muy personal: me encanta Londres, y cada viaje es un enamorarme más de la ciudad y de Inglaterra. Lo que más me atrae del Reino Unido es esa capacidad de conjugar lo más vanguardista con un amor profundo por las tradiciones, conservar el legado del pasado a la vez que apostando por la más rompedora innovación. En fin...envidia sana.