sábado, 12 de agosto de 2017

Cuba

Hace apenas una semana que regresé, y no se marchan, ni de mi retina ni de mi mente y mi corazón, la experiencia vivida estas semanas en Cuba. Tres intensas semanas, tres ricas semanas en las que he podido conocer, desde lo profundo, el ser y la realidad cubana. Tres semanas de compartir intelectual, en el que, como siempre, soy yo el que más aprendo, el que más recibo. Es, quizá, una de las vivencias más comunes en los que nos dedicamos al mundo de la educación, el saber que, por mucho que tú des, si tienes espíritu abierto, tus alumnos te transmiten también grandes enseñanzas.

La Habana, plaza de la Revolución
Llegaba a la isla el 13 de julio, y tras pernoctar en La Habana, el 14 me dirigí a Cienfuegos, donde residí el tiempo restante. Cienfuegos es una ciudad bellísima, a punto de cumplir su segundo centenario. Hermosos edificios de principios del siglo XX, con el amplio Parque Martí, como espacio principal, en el que se eleva la bella catedral de la Inmaculada, con su airosa torre que parece competir con las palmeras.

Cienfuegos, Catedral
Aquí he estado tres semanas intensas de cursos, todos en torno a la Historia. Y una vez más, he podido comprobar que el interés, las ganas de aprender, valen más que todas las tecnologías punteras o las metodologías más exquisitas. Al final, la única pedagogía válida es la del amor, la de la preocupación auténtica por los alumnos, el generar hacia ellos un verdadero cariño, que trata de ayudarles a sacar lo mejor de sí mismos.
De Cienfuegos apenas salí, pues el trabajo me absorbió, pero sí pude visitar uno de los pueblos cubanos más bonitos, Sancti Spiritus. Una pequeña muestra de la belleza que alberga la isla, aunque es mucho mayor que ella la calidad humana de sus gentes.

Sancti Spiritus, iglesia parroquial
El 3 de agosto, tras las últimas sesiones, en las que hablé de la Edad Media, regresé a La Habana, para retornar a España. Me iba con nostalgia y con deseo de regresar. Quizá sea pronto o tal vez pasen años, pero la distancia física es superada por la cercanía cordial. Son muchas las vivencias acumuladas a lo largo de todo ese intenso tiempo, tantas que quizá darían para un libro, pero quedan albergadas, con profundo agradecimiento, como un manantial fecundo de reflexión, en lo más hondo de mi corazón.