miércoles, 31 de julio de 2013

Crónicas guatemaltecas

Uno de los géneros literarios más antiguos y de más prestigio es el de la crónica de viajes, con ejemplos de gran calidad literaria. Sin querer parangonarme con Homero, cuando narra los periplos de Odiseo en su viaje de regreso, quiero, con estas crónicas que hoy inicio, y que procuraré redactar en la medida en que disponga de medios informáticos, relatar el viaje que ayer inicié a Guatemala. Viajar siempre supone descubrir nuevas realidades, afrontar nuevas experiencias, dialogar con otras formas de ver la vida y replantearse cuestiones acerca del ser humano, de su diversidad, de su gran riqueza. Escribo junto al lago de Atitlán, lugar bellísimo, que Alexander von Humbolt, quien lo visitó a principios del siglo XIX, en vísperas

domingo, 28 de julio de 2013

Et lux perpetua luceat eis...

Tras unos días en los que, aislado de la red (es posible sobrevivir, doy fe), he podido disfrutar de la idílica belleza del País Vasco, retomo estas reflexiones y divagaciones bajo el impacto de la terrible tragedia ocurrida en Santiago de Compostela el pasado 24 de julio, en la víspera de la fiesta del Apóstol. Me uno al dolor de todos aquellos que han perdido algún ser querido, al mismo tiempo que felicito a tanta gente que ha sabido dar lo mejor de sí mismos, desde la solidaridad, desde el heroísmo anónimo. Es en momentos tan dramáticos como estos cuando el ser humano demuestra la grandeza

viernes, 12 de julio de 2013

De ética y política

"Lo más importante de todo lo que se contaba, era el ser democrático en sus costumbres y humano. Pues en general quería que todo se rigiera según las leyes, sin concederse a sí mismo ningún privilegio". De esta forma se refiere Aristóteles a Pisístrato en la Constitución de los atenienses. Y basta confrontar el texto con los titulares de los periódicos de estos días, ya se trate del affaire Bárcenas, como de los ERES andaluces,

jueves, 4 de julio de 2013

Reflexiones políticas desde Bilbao

Una de las grandes ventajas del mucho viajar es que uno descubre que el ser humano, en lo esencial, es básicamente el mismo en todas partes y que ninguno tiene el patrimonio ni de la sabiduría ni de la estupidez. Cambian las formas externas, los revestimientos, pero el núcleo suele permanecer idéntico. Eso sí, la tontería humana, a fuer de ser universal, tiende a condensarse en un ámbito que últimamente me preocupa mucho, el de la política. Y es de esto sobre lo que quiero reflexionar esta noche, a raíz de una anécdota ocurrida ayer cuando, en una tarde gris, con un sirimiri (euskera vizcaíno; en euskera guipuzcoano txirimiri y en castellano chirimiri; si hay más versiones, que ignoro, espero que la autoridad autonómica, cantonal, municipal, de barrio que tenga las competencias lingüísticas transferidas o cualquiera de los múltiples defensores y defensoras del pueblo y de la puebla me disculpen) que calaba hasta los huesos, paseaba con un amigo por la ría de Bilbao. En plena acción peripatética nos topamos con lo que, a primera vista, parecía una fiesta infantil.