lunes, 29 de julio de 2019

Centenario de Alfonso X el Sabio

Comparto mi artículo del pasado miércoles en La Tribuna de Toledo, titulado Un centenario merecido, sobre la celebración del próximo centenario del nacimiento de Alfonso X el Sabio

La pasada semana los amantes de Toledo recibíamos una magnífica noticia. El pleno del Ayuntamiento aprobaba, por unanimidad, la celebración del centenario del nacimiento de uno de los toledanos más ilustres, Alfonso X, rey de Castilla y León, “el Sabio”, como le conoce la Historia por su excepcional labor de mecenazgo cultural. Realmente eran dos buenas noticias, pues el hecho de que, en un momento en el que la política española está marcada por el partidismo cortoplacista y cerril, todos los grupos políticos se pusieran de acuerdo para primar el interés general es algo digno de elogio. Ojalá cunda este ejemplo de buscar sobre todo el bien común entre nuestros políticos.
Volviendo a nuestro personaje, nacido en Toledo el 23 de noviembre de 1221, hijo de Fernando III y de Beatriz de Suabia, la celebración de su centenario ha de suponer, en primer lugar, un mayor conocimiento de su figura, así como de la época en que vivió. Superada esa falsa imagen, creada por los humanistas italianos, de la Edad Media como una época oscura y sombría, volver la mirada a ella supone entrar en uno de los periodos más fascinantes, dinámicos y ricos de la Historia de la Humanidad. Un periodo que para Toledo supuso una proyección cultural que se extendía por la Cristiandad entera, siendo un lugar de atracción de sabios de toda Europa, además de un crisol en el que se vertía la tradición cultural de judíos y musulmanes, en un ámbito que, si bien se ha mitificado demasiado, implicaba la coexistencia y convivencia, en mayor o menor medida, de diversos grupos religiosos, que daban a la ciudad un aire cosmopolita comparable con cualquiera de las grandes ciudades de la actualidad.

Alfonso X, rey de Castilla 
Este podría ser, además, uno de los objetivos del centenario, devolver a Toledo un dinamismo cultural y artístico del que, en ocasiones, carece. Mirar al pasado no puede ser excusa para la parálisis o la inactividad, sino impulso y revulsivo para seguir inmersos es esa tradición fecunda.
Es de esperar que, siguiendo la línea de consenso y colaboración que se lanzaba en el Consistorio, instituciones públicas y privadas, personas individuales y las diferentes administraciones se impliquen para alcanzar un éxito similar al que tuvo el centenario del Greco. Exposiciones, congresos, conciertos y todo tipo de actividades lúdicas deberían enriquecer ese año. Sin olvidar que dicho centenario puede servir de puente al que en 2026 celebraremos recordando el inicio de la construcción de la Catedral Primada.
Quizá, como un primer paso, no estaría de más que se recuperara y dignificara la abandonada escultura del rey que, primero en el Miradero y ahora en el Parque de las Tres Culturas, sufre la incuria y el vandalismo. Sería un estupendo comienzo.
¡Ah! No olviden, ya que celebramos el cincuenta aniversario de la llegada del hombre a la Luna, que un cráter lunar, Alphonsus, se llama así en honor de nuestro paisano.

jueves, 18 de julio de 2019

LAS ALAS DEL ÁNGEL

Comparto el texto de mi artículo de ayer en La Tribuna de Toledo, acerca de la restauración de la "Anunciación" de Fra Angelico y la exposición organizada en torno a la misma

Se llamaba Guido. Aunque pocos le reconocerían por ese nombre. Quizá, más probable, por el que tomó al entrar en religión, en la orden dominicana, fra Giovanni, al que añadió el del lugar donde se encontraba el convento en el que hizo profesión, Fiésole. Luca Signorelli, continuador de su obra en la catedral de Orvieto, le retrató en el fresco del Anticristo, dentro del ciclo del Juicio Final de la Cappella della Madonna di San Brizio. Aparece vestido con el hábito de fraile, junto al propio Signorelli, aparentemente impasible, señalando con su mano izquierda el inicio del acontecimiento narrado, reclamando la atención sobre los terribles sucesos que se presentan a nuestros ojos, aunque realmente sólo pudo pintar dos plementerías de la bóveda, Cristo Juez y el coro de los profetas.
¿Aún no saben quién es nuestro personaje? Tras su muerte, los admiradores de su arte, convencidos, y el primero el propio Miguel Ángel, de que tal obra sólo podía ser fruto directo de la inspiración divina, comenzaron a llamarle Fra Angelico, o el Beato Angelico. Esta tradición secular fue confirmada por el papa Juan Pablo II, quien le beatificó en 1982 y nombró patrón de los artistas.
Seguro que ahora les viene a la mente cualquiera de sus maravillosas y delicadas obras. Les quiero invitar a contemplar, y lo pueden hacer fácilmente, a tan sólo media hora de Toledo, una de las más espléndidas. Se trata de la “Anunciación”. Seguro que la conocen, pues es un icono de la historia del arte. Pero ahora, tras su restauración, resulta realmente espectacular.
El Museo del Prado, en el marco de la celebración de su segundo centenario, decidió restaurar la obra, pintada para el convento de Santo Domingo de Fiésole, llegada a España a principios del siglo XVII como regalo para el duque de Lerma, el poderoso valido de Felipe III, ubicándose en las Descalzas Reales de Madrid, desde donde pasó al Prado en el siglo XIX.


La restauración es magnífica. Los colores han adquirido una fuerza especial, desde el azul lapislázuli del vestido de la Virgen a las rosadas tonalidades de la dalmática del arcángel san Gabriel. En el ángulo, Adán y Eva, expulsados del Paraíso, lo hacen en medio de una exuberante vegetación, llena de simbolismo, mientras en medio de los dorados rayos, exquisitamente restaurados, el Espíritu Santo desciende sobre María. Aunque lo que más me impresiona son las extraordinarias alas del ángel, auténtica orfebrería con pincel, que nos parecen trasmitir el aleteo del mensajero divino, recién posado en el atrio.
La presentación al público del retablo restaurado se ha enmarcado en una no menos espléndida exposición, “Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia”, que les recomiendo vivamente.
En medio de los rigores del verano, visitar esta exposición es un auténtico refrigerio para el espíritu. Porque como escribió Dostoyevski en “El idiota”, “La belleza salvará al mundo”. Falta hace.

domingo, 7 de julio de 2019

Toledo en llamas

Comparto mi artículo del pasado miércoles, tras los incendios ocurridos en diversos parajes toledanos 

En septiembre de 1953 el escritor mexicano Juan Rulfo publicaba una colección de cuentos, que le supondría su consagración como gran escritor, titulado “El llano en llamas”, una obra exquisita, una joya de la literatura que nos embarca en un viaje exploratorio realmente extraordinario. Pero, por desgracia, hoy no les voy a hablar de cuentos, sino de dramas reales, el vivido estos días pasados en Toledo con los incendios que han abrasado nuestro entorno. Sin obviar la dramática experiencia que han sufrido los vecinos, pienso que es preciso reflexionar también sobre la dolorosa pérdida del patrimonio natural que envuelve a nuestra ciudad.
Una imagen me impactó especialmente. El solitario arco del Circo Romano rodeado por las llamas. Casi una escena de Quo vadis?, a falta de un Nerón que, lira en mano, cantase la fuerza destructora del fuego. El Circo toledano, de los más importantes de la Hispania romana. Uno de nuestros más extraordinarios tesoros arqueológicos y sin embargo tan descuidado e ignorado. Sobre él y la inmediata Vega Baja volveré otro día.
Ha ardido, generando una visión dantesca, una parte notable de nuestro entorno natural, de ese patrimonio habitualmente minusvalorado. Con frecuencia olvidamos que el patrimonio natural forma parte inseparable del arquitectónico, del artístico. Una ciudad, y mucho más si alcanza la importancia histórica y cultural de Toledo, es también la naturaleza que la rodea, es la vegetación, es la orografía, es el clima que la modela y modifica con sus ritmos cambiantes. Son los cielos, con sus encarnados atardeceres (¿se hubiera dado la obra del Greco tal y como la conocemos bajo otros cielos distintos a los toledanos?) o sus caliginosas tardes de julio; son las nieblas del invierno y el tomillo primaveral que con su aroma anuncia la cercanía del Corpus. Es el abrazo del Tajo que desde la Peña del Rey Moro contemplamos amoroso y protector, defensor frente a los enemigos, linfa vital que en tiempos pretéritos saciaba la sed del ardiente verano gracias a los azacanes que, con sus humildes mulos, recorrían calles y plazas. Es la Huerta del Rey, la almunia Almansura, con los palacios de Galiana envueltos en la leyenda. Es la ribera del río, son las antiguas playas (sí, aquí si hubo playa) desaparecidas bajo la maleza o el asfalto, cubiertas con el manto del olvido.

Toledo desde el Valle
Patrimonio es todo ese paisaje que da personalidad a nuestra ciudad y que tan maltratado se halla. No hay más que pasear por el Valle al día siguiente de la romería, herido por la lepra del plástico. O recorrer las riberas del Tajo, esquilmado, desviado de su senda natural para fecundar tierras lejanas.
Cuidar el patrimonio de Toledo no es sólo preocuparse de los grandes monumentos. Es también proteger, defender ese envoltorio que nos ha regalado la naturaleza. Y no sólo del fuego, sea natural o fruto de la maldad humana, sino del peligro, más grave, de la incuria.