miércoles, 2 de julio de 2014

Ildefonso Montero, promotor de la prensa católica española (II)

 La Asociación Ora et Labora

En enero de 1914, con los antiguos seminaristas ya sacerdotes, se organizaba la Asociación Ora et Labora de Cruzados de la Prensa, a la que pertenecerían sacerdotes y seglares de todas las diócesis de España, apareciendo el primer número del órgano de esta asociación, titulado La Cruzada de la Prensa; el lema era “A Christo per sacerdotes salus”. Su aspiración era continuar y completar la obra en favor de la prensa católica ya emprendida, no limitándose a favorecer determinado periódico sino que prestaría su apoyo a todas las publicaciones católicas y a cuantas obras tuvieran por objeto el perfeccionamiento, en todos sus ámbitos, de las mismas; se distinguía claramente cuál era el papel del sacerdote y cuál el de los seglares, y cada uno, individualmente tendría tres deberes: incorporar la cruzada a sus intenciones en la oración; contribuir con una peseta anual y trabajar en la forma más acomodada a sus circunstancias, pudiendo desempeñarse esta tarea bien en la propaganda oral, bien en la escrita o en la organización, y se proponían la propia santificación mediante el ejercicio de la “obra de misericordia espiritual” realizada
con rectitud de intención, medios conforme a la moral cristiana y sumisión a la autoridad eclesiástica[1]. Se inició con seis sacerdotes, con Ildefonso Montero como director, contando con el apoyo y bendición del nuncio Francisco Ragonesi, quien le hizo algunas sugerencias, insistiendo en que una de las tareas y urgentes era la de conseguir que la prensa católica de España respondiera a su finalidad primordial de propagar el bien y resistir al mal[2],  que Montero agradecía, poniéndose totalmente a su disposición en su respuesta el 17 de mayo de ese año[3]. El objetivo era fomentar el perfeccionamiento moral, técnico y económico de los presbíteros y de sus obras de apostolado. La obra contaba con la aprobación y bendición del cardenal Almaraz, quien con ella se proponía estimular a los sacerdotes a que trabajaran y se hicieran cargo de “las necesidades de los tiempos y lo grave de las circunstancias”[4]. Al año siguiente se fundaba la Hemeroteca Católica Nacional e Internacional[5].


Ildefonso Montero, pionero en el uso de las nuevas tecnologías

El Día de la Prensa Católica

Inicios. Dificultades y expansión.

En 1916, a propuesta de Ildefonso Montero, con la aprobación y bendición de Benedicto XV, se celebraba en España, por primera vez, el Día de la Prensa Católica. Lo anunciaba en febrero de ese año, invitando a participar a todos los católicos españoles, comenzando por los periodistas, pasando por el clero regular y secular, así como seglares, hombres y mujeres[6]. La idea surgió como homenaje al sacerdote y polemista Félix Sardá y Salvany, que había fallecido a principios de ese año[7]. Como fecha se escogió la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, con la finalidad de que, a través de la oración, la propaganda y la colecta realizada, se consiguiese el perfeccionamiento de la prensa católica. Se buscaba, por un lado, el auxilio espiritual, mediante el ofrecimiento de oraciones y comuniones; por otro la ayuda material, y junto a eso, la concienciación. Montero, inspirándose en unas palabras de Sardá y Salvany, desde el primer momento decidió que una parte de la colecta recogida en el Día fuese enviada al papa, en calidad de Dinero de san Pedro[8]. Dada la íntima relación existente entre la prensa y la Acción Católica, en 1925 se trasladaría la dirección y organización del Día a Toledo, por ser el arzobispo primado, a la sazón el cardenal Enrique Reig Casanova, el Director de la Acción Católica[9].
El proyecto tuvo una rápida y extraordinaria acogida[10], siendo bendecido por un número importante de obispos y arzobispos, encabezado por el nuncio del papa, además de ser impulsado por la prensa católica[11]. El nuncio Ragonesi, al ser enviado a España, había recibido de la Santa Sede la recomendación de atender con especial solicitud a la prensa católica española, dado que, a juicio de Roma, aunque había muchos diarios y periódicos religiosos, estaban faltos de orientación, uniformidad y armonía, especialmente en los asuntos políticos relacionados con la religión[12]. Pero antes de su celebración por primera vez, se produjo una pequeña polémica entre el arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevila, que había escrito una circular a su clero, encareciendo y ordenando que en todas sus iglesias se hiciera una cuestación mensual a beneficio de la prensa católica, y el arzobispo de Sevilla, quien manifestó la dificultad de compatibilizar dicha colecta con la del Día de la Prensa[13]; otros prelados, entre ellos el primado cardenal Guisasola[14], aún dispuestos a seguir las indicaciones del nuncio, que comunicó el proyecto de colecta mensual a todos los metropolitanos para que la transmitiesen a sus sufragáneos, pues creía que no había incompatibilidad entre ambas colectas, señalaban las dificultades de aumentar el número de colectas ya existentes, dudando del éxito de la misma. Almaraz solicitó, para no entorpecer el éxito del Día, que la otra colecta comenzara a partir del mes de julio, a lo que el nuncio accedió. En opinión del prelado hispalense, si se realizaban dos proyectos tan semejantes, se harían mutuo daño; además entre ambos, aunque casi idénticos en su finalidad, existían diferencias, ya que el proyecto sevillano, aparte de ser un único día al año y no uno al mes, que consideraba más difícil de lograr, buscaba atender no sólo a la colecta, sino también a la propaganda y a la oración, siendo el destino de la cuestación todas y cada una de las publicaciones católicas.
En 1917, tras doce años de labor, luchando constantemente contra la falta de recursos, gracias al Día de la Prensa, se conseguía asegurar la continuidad económica de la obra iniciada por Montero, lo que contrataba tanto con el inicio, cuando sólo contaban con un capital de cincuenta pesetas prestadas, como con algunos momentos en los que el déficit había llegado a las seis mil, teniendo tan sólo la garantía personal de Ildefonso Montero. La colecta de 1917 ascendió a 75.371´12 pesetas, de las que 7.416´48 fueron destinadas al Dinero de San Pedro[15]. Sin embargo la colecta suscitó un nuevo conflicto entre el arzobispo de Zaragoza, presidente del comité ejecutivo de la Prensa Asociada, y el arzobispo de Sevilla, al reclamar aquél el 20% de la colecta del Día de la Prensa, para sufragar los gastos de la Prensa Asociada[16], a lo que el cardenal Almaraz contestó que no podía hacerlo, pues se había dado para el Tesoro Nacional de la Buena Prensa, tal y como quedó plasmado en el proyecto del Día; antes de la celebración del mismo, el cardenal Almaraz propuso a todos los obispos que se señalara para el Tesoro Nacional el 20% de la colecta, siendo aceptada por todos, de modo que así obró, además de considerar que Sevilla, por el trabajo que se estaba realizando, merecía alguna compensación, en forma de ayuda para el centro Ora et Labora[17]. El arzobispo de Zaragoza prometió hacer un estudio de la cuestión, tras recibir de Almaraz el dinero para el Tesoro, pero, dado que no comunicó nada al respecto al de Sevilla, éste decidió, al liquidar el segundo Día de la Prensa, que la cantidad correspondiente al Tesoro quedara depositada temporalmente en la secretaría de cámara de su arzobispado[18]. Buscando una solución, Montero propuso al nuncio que, dado que Ragonesi tenía interés en nombrar para la comisión de obispos que presidían la Agencia de Prensa Asociada al cardenal Almaraz, aprovechara la vacante dejada por el fallecimiento del arzobispo de Tarragona, López Peláez[19]. Ante las objeciones presentadas por el prelado zaragozano basadas en que al ser Almaraz cardenal debería cederle la presidencia con lo que eso llevaría de problema práctico al estar en Zaragoza el comité ejecutivo[20], Montero arguyó al nuncio que el cardenal Almaraz estaba lejos de querer admitir la renuncia del arzobispo, sino que, al contrario, entendía que por estar funcionando en Zaragoza dicho comité, no había que pensar ni en que dejara de tener allí su sede ni en que dejara la presidencia el arzobispo, y esperaba que por mediación de Ragonesi se consiguiera “la unión apetecida de los elementos de Sevilla y de Zaragoza” pues con ello ganaría mucho la causa de la prensa católica española[21].
El éxito acompaño desde el comienzo a la iniciativa sevillana, de modo que la celebración del Día fue una realidad en todas las diócesis españolas en 1918, apoyada en una eficaz organización y la utilidad indiscutida del proyecto, lo cual hizo que se facilitara su reiteración en los años y décadas siguientes[22].
Desde el primer momento fue también aspiración del Día lograr una difusión internacional, de modo que, en 1919, imprimieron un cartel en ocho lenguas, enviando cinco mil ejemplares a diversos países; el 4 de enero de ese año, al mismo tiempo que le enviaba la liquidación del Día de la Prensa, informaba del proyecto al nuncio Ragonesi, pidiéndole su aprobación[23]. Fue Portugal el primero en el que se implantó, pues un periodista, Benevenuto de Souza, comenzó a dar a conocer la fiesta y su programa en el semanario A Ordem de Oporto, el mismo año 1916; en 1918, el patriarca de Lisboa decretó que se celebrase en todo el país. De Portugal pasó a Brasil, el mismo año 1918, estableciéndola el cardenal Albuquerque Cavalcanti, y de allí saltó a China, a Hong Kong, convirtiéndose esta colonia británica en el centro de irradiación en extremo oriente. En agosto de 1920 eran treinta periódicos, pertenecientes a diecisiete naciones, los que publicaban diversos artículos en torno al Día. En 1922 eran ya veintiséis naciones y en 1928 serían treinta y dos, entre ellas Alemania, Austria, Bélgica, Canadá, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Holanda, Hungría, etc.[24].
El 17 de julio de 1921 escribía Montero a monseñor Tedeschini, nuevo nuncio del papa en España, para presentarle su obra y manifestarle sus sentimientos de adhesión, en nombre de los quince mil propagandistas, tanto de España como del extranjero que formaban la gran familia de Ora et Labora, sacerdotes, seminaristas y periodistas católicos seglares[25]. Esperaba que la obra mereciese del nuncio las mismas bendiciones y palabras de aliento que había recibido de sus predecesores, los cardenales Vico y Ragonesi, el primero de los cuales la apoyó en sus inicios, y el segundo en la creación del Día de la Prensa Católica. Poco después visitaba Montero a Tedeschini en al nunciatura; allí el nuncio le recomendó que utilizara el Día de la Prensa para fomentar la adhesión y devoción al Romano Pontífice[26]. Montero se puso manos a la obra en este sentido, al comenzar la campaña de preparación de la jornada, en junio del año siguiente, y al comunicárselo al nuncio, nos ofrece una visión de lo que era el trabajo de esos días, con cuatro imprentas funcionando a la vez, junto a la labor diaria de más de veinte personas, enviando en esos días más de mil cartas a todas las provincias españolas y doscientas treinta y cuatro al extranjero; el objetivo de Montero era el de lograr que en todos los países en donde se celebraba el Día, al igual que se hacía en España, se dedicara el 10% de la colecta al Dinero de San Pedro, es decir, a la ofrenda monetario que se hacía en el día del apóstol al papa[27]. El nuncio, por su parte, alentó la obra, enviando una carta de aliento al acto de propaganda del Día que tuvo lugar en Sevilla[28].



[1] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 731, f. 160.
[2] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 731, f. 151.
[3] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 731, ff. 140-141.
[4] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 731, f. 153.
[5] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 884, f. 219.
[6] La Cruzada de la Prensa, III, nº 4, pp. 1-4.
[7] José-Leonardo RUIZ SÁNCHEZ, “Periodismo católico en Sevilla. De la Asociación de la Buena Prensa…” en j. l. ruiz sánchez (Ed.), Catolicismo y comunicación en la historia contemporánea, Sevilla, 2005, p. 176.
[8] La Cruzada de la Prensa, III, nº 4, p. 4.
[9] Boletín Oficial del Arzobispado de Toledo (en adelante BOAT), 17 de mayo de 1926, p. 156.
[10] ruiz sánchez, o.c., pp. 177-182.
[11] La Cruzada de la Prensa, III, nº 5, pp. 1-3.
[12] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 741, f. 14.
[13] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 741, ff. 3-44.
[14] Éste se lamentaba, además, de que antes de lanzar al público su iniciativa, el arzobispo de Zaragoza no lo hubiera consultado con el resto del episcopado, al menos con los metropolitanos, y señalaba al nuncio la variedad de criterios existentes sobre la cuestión entre los obispos, pues “salva la uniformidad de los de la Provincia ecca. de Zaragoza, que han reproducido y hecho suya la de su venerable metropolitano, ya se revela otra tendencia en la del Sr. Obispo de Lérida y nada digamos del Emmo. Cardenal de Sevilla”. Véase ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 741, ff. 43-44.
[15] La Cruzada de la Prensa, V, nº 9, pp. 2-3.
[16] Esta tenía su origen en una aspiración del episcopado español, expresada ya en la primera Asamblea Nacional de la Buena Prensa, celebrada en Sevilla en 1904, bajo la presidencia del primado Sancha, de tener una agencia católica de información telegráfica y telefónica para el servicio de los diarios católicos. La segunda Asamblea, en 1908, aprobó crearla, de modo que, obtenidos los primeros recursos económicos, en mayo de 1909, se estableció en Madrid con el nombre de Agencia de Prensa Asociada, con la doble tarea de proporcionar a la prensa diaria española la información general en todos sus aspectos, así como de atender preferentemente a todo lo relacionado con instituciones, actos y personas católicas. Para velar sobre su funcionamiento se creo una junta, formada por el arzobispo de Zaragoza como presidente, así como por los obispos de Madrid-Alcalá, José María Salvador Barrera, y Jaca, Antolín López Peláez.
[17] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 713, ff. 23-24.
[18] El asunto no se resolvió hasta 1919, cuando el arzobispo de Zaragoza accedió a que la obra Ora et Labora recibiese todos los años la quinta parte de lo que el Día de la Prensa produjese al Tesoro Nacional. Véase ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 741, ff. 72-73.
[19] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 713, f. 15.
[20] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 713, f. 16.
[21] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 713, f. 14.
[22] ruiz sánchez, o.c., pp. 183-192.
[23] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 713, f. 15.
[24] Ora et Labora, XXII, nº 67, p. 8
[25] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 884, f. 184.
[26] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 884, f. 188.
[27] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 884, f. 189.
[28] ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 884, f. 191.

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