viernes, 7 de abril de 2017

Viernes de Dolores

Aunque la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II suprimió la celebración del Viernes de Dolores, la devoción popular sigue mirando a este día como el de la entrada en la Semana Santa. En efecto, hoy, en muchos pueblos y ciudades de la geografía española, se celebra a la Virgen María como madre de la Soledad y su procesión inaugura los cortejos procesionales de estos días. Es por ello por lo que quiero detenerme en lo que significa esta memoria popular de María.
A lo largo de la Cuaresma la presencia de María apenas ha sido percibida, sin embargo, María, como Jesús, subió a Jerusalén a celebrar la Pascua. Ella recorrió también, tras las huellas de su Hijo, el camino de la cruz. Y ella aparecerá, cuando todos desaparezcan, junto a Cristo crucificado, compartiendo su sufrimiento ofrecido por la salvación del mundo. Es por ello que resulta totalmente pertinente entrar en los días santos de esta Semana Mayor de manos de la Madre, contemplándola a ella, y recorriendo, simbólicamente mediante la procesión con su imagen, nuestro propio camino hacia el Calvario para vivir la Pasión, Muerte, Sepultura y Resurrección del Señor. La clave para vivir este día nos la da la oración colecta de la misa de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores, que se celebra el 15 de septiembre, en la que pedimos que, al igual que el Padre ha querido que María compartiera los dolores del Hijo, al pie de la cruz, la Iglesia, asociada con ella a la Pasión, merezca participar de la Resurrección. Por tanto, es una celebración que no puede quedarse en un mero sentimentalismo o devoción vacua y superficial, sino que debe implicar un querer vivir en profundidad el misterio pascual del Señor; la meta es la Pascua, la proclamación gozosa de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, victoria de la que ya participa plenamente María, y que, como ella, esperamos alcanzar también nosotros.

La Dolorosa (Salzillo)
Las lecturas de dicha celebración hacen referencia a la entrega de Cristo (primera lectura: Hb 5,7-9), el cual, mediante el sufrimiento, aprendió a obedecer, y por su entrega se ha convertido en autor de salvación. La antífona del salmo 30, "sálvame, Señor, por tu misericordia", es un clamor confiado, sabiendo que Dios libra a quien le invoca. La bellísima secuencia, el Stabat mater, es un hermoso poema que nos presenta a María en su aflicción. Y a continuación, la Iglesia, antes del Evangelio, proclama feliz, dichosa, a la Virgen, porque sin morir, ha merecido, junto a la cruz, la palma del martirio, pues como señala san Bernardo la espada, anunciada por Simeón "no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu alma". El evangelio de San Juan (Jn 19,25-27) nos narra la entrega, por parte de Jesús, de María a Juan, como madre.


El Viernes de Dolores es, de la mano de María, el mejor pórtico para la Semana Santa, el umbral que nos conduce a los días más santos del año, en los que, junto a María, queremos celebrar la muerte y resurrección de Cristo, fuente de vida y salvación para la humanidad.

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