lunes, 10 de abril de 2017

Lunes Santo

La liturgia de los días previos al Triduo Pascual trata de situarnos en el marco inmediato de la Pasión del Señor. Antes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II se leían en ellos los relatos de la Pasión según los sinópticos, que actualmente se proclaman cíclicamente el Domingo de Ramos, de modo que ahora el Lunes Santo se lee el relato de la unción en Betania, el Martes el anuncio de la traición de Judas y el Miércoles el cumplimiento de la misma.

La primera lectura de hoy corresponde al profeta Isaías (Is 42,1-7) proclamándose el primer canto del Siervo de Yahvé, en el que contemplamos al Siervo como elegido por Dios, lleno de su Espíritu y enviado a proclamar la ley de Dios, pero esto realizado con delicadeza, con suavidad, mostrándose respetuoso con las flaquezas humanas, preocupado por salvar en ellas todo aquello susceptible de poder ser salvado, trayendo la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos.

El salmo 26 es un canto de confianza, de seguridad en Dios, en medio de las dificultades. Tras un intenso acto de confianza, referido al templo, el salmista hace una súplica en la persecución, a la que responde el oráculo de Dios. Una invitación a la esperanza en el Señor, luz y salvación para el que confía en Él.

El evangelio de san Juan (Jn 12,1-11) nos narra la unción en Betania, anuncio de la muerte de Cristo. Jesús se prepara para su sepultura, es consciente de que llega su hora, la vuelta al Padre. El gesto de María es un anuncio de la muerte-glorificación de Jesús.

La Unción en Betania (Rubens)

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