sábado, 15 de enero de 2022

DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO

La liturgia del domingo II del Tiempo Ordinario, en el ciclo C, nos ofrece el despliegue completo de la triple manifestación de Cristo que celebramos el día de la Epifanía, mostrándonos, a modo de tríptico, tres escenas de dicha manifestación: a todos los pueblos, simbolizados en los magos; como Hijo amado y elegido de Dios, en la teofanía del Bautismo y como el Esposo que muestra su gloria con el signo de la conversión del agua en vino en las bodas de Caná.

La Escritura había presentado en numerosas ocasiones la relación entre Dios y su pueblo en términos de una Alianza que, con el paso del tiempo, asumió los rasgos de una unión matrimonial, de amor esponsal. En la primera lectura (Is 62,1-5), el Tercer Isaías anuncia al pueblo la restauración, tras el regreso del exilio, con la imagen de unos desposorios; de igual manera que los jóvenes esposos inician una nueva vida, así Israel, objeto del amor preferente de Dios, comenzará de nuevo, resurgiendo de sus ruinas. El gozo de Dios es expresado con la imagen de la fiesta de bodas, en la que celebra su amor por el pueblo-esposa, simbolizado por la ciudad de Jerusalén, donde el Señor manifiesta su justicia y su salvación. 

La máxima manifestación de este amor es Cristo, el Hijo de Dios que ha venido a desposarse con la Humanidad, y cuyo primer signo, de los siete que presenta Juan en la primera parte de su evangelio (Jn 2,1-11), tiene lugar precisamente en el contexto de unas bodas. La necesidad de unos novios, y la intercesión oportuna de María, darán lugar a este signo, en el que más allá de la realidad concreta del agua transformada en vino, se anuncia la novedad del Evangelio, que viene a sustituir al judaísmo, y con el que Jesús se manifiesta a los hombres con su gloria divina. El agua, que recuerda las abluciones rituales judaicas, es sustituida por el vino del banquete mesiánico; se anuncian las Bodas del Cordero, que tendrán lugar tras la plena manifestación de Cristo en su Hora, el momento en el que sea elevado en la Cruz y dé a contemplar plenamente su gloria. Entonces derramará el Espíritu en plenitud, a modo de una fuente de agua viva que regenera el mundo. Ese Espíritu es el que, como nos recuerda San Pablo en la segunda lectura (1 Cor 12,4-11) suscita los diferentes carismas que componen la Iglesia. 

Las Bodas de Caná (Giotto)

Habiendo recibido el Espíritu y conformados a Cristo por los sacramentos de la Iniciación Cristiana, somos invitados, como cantamos en el salmo 95, a anunciar las maravillas del Señor a nuestro alrededor, mientras escuchamos las palabras de María, mediadora entre los hombres y el Hijo de Dios, que nos invita a acoger la Palabra y ponerla en práctica en nuestra vida.

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