miércoles, 4 de mayo de 2016

In memoriam: Javier Donézar Díez de Ulzurrun

El pasado domingo, 1 de mayo, por la mañana, recibía la triste noticia del fallecimiento, en la tarde del sábado, en Toledo, de Javier María Donézar Díez de Ulzurrun, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid. El lunes 2, a las 11, le despedíamos en el cementerio de Toledo, tras una Eucaristía en la que se dio gracias por la vida de un gran hombre, de un hombre bueno, un gran historiador, un maestro. Marcado por la espiritualidad ignaciana, buscó en su actuación, como pedía el fundador de la Compañía de Jesús, "en todo amar y servir", e hizo suyo también otro consejo de San Ignacio, "alcanza la excelencia y compártela".


Quiero recordar agradecido el magisterio del que fue mi profesor en la Autónoma de Madrid y presidente del tribunal en el que, el 2010, leí mi tesis doctoral. Javier no sólo era un extraordinario historiador, sino también una persona que destilaba simpatía y buen humor en clase, que derrochaba bonhomía a su alrededor. Antes de alcanzar la cátedra en la Universidad Autónoma, había sido catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha, profesor en el Centro Universitario de Toledo y en el Centro de Estudios Internacionales de la Fundación Ortega y Gasset, en la misma ciudad. Ha pertenecido a la Real Academia de la Historia en Madrid, como académico correspondiente, y a la de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.
Nacido en Pamplona en 1943, se licenció en Geografía e Historia y en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo, asimismo, el grado de doctor. Desde entonces ha venido realizando una gran labor intelectual e investigadora, marcando, con su magisterio, a varias generaciones de historiadores. Hace apenas año y medio, con motivo de su jubilación, un numeroso grupo de amigos, compañeros y discípulos, participábamos en el homenaje que se le rindió con una publicación cuyo título es muy significativo: "El Poder de la Historia. Huella y legado de Javier Donézar Díez de Ulzurrum".



Huella y legado. Eso es lo que nos deja Javier en los que le hemos conocido. Una profunda huella, hecha de simpatía, fina ironía, buena conversación, ánimo y aliento; legado de una trayectoria intelectual de gran altura. La historiografía y la cultura española han perdido a una gran figura, y los que tuvimos la suerte, de una forma  otra, de compartir su magisterio, su amistad, recordaremos a quien fue, como diría Antonio Machado, "en el buen sentido de la palabra, bueno". 
Descanse en paz.

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