sábado, 27 de septiembre de 2014

Remembranza costarricense

La llegada de las primeras lluvias otoñales es un buen momento para evocar, un poco entre nostalgia, las correrías veraniegas, que este año han sido centroamericanas. Un interesante recorrido tanto por un país querido y ya casi entrañado, como Guatemala, como por unas nuevas tierras a explorar, Costa Rica y el estado de Chiapas, al sur de México.
No pretendo hacer una crónica, sino una evocación de la hermosa experiencia costarricense. Es cierto que para el que llega desde Guatemala, el paisaje de Costa Rica no impresiona, pero intuyo que para el que arriba por primera vez a América Central, ha de resultar impactante, por la exuberancia y verdor de la vegetación. Pues si algo caracteriza a Costa Rica es una variedad y riqueza vegetal únicas, soporte, a la vez, de una rica fauna.
Es, de este modo, un lugar privilegiado para todo aquel que busque encontrarse con la naturaleza. Los costarricenses han sabido preservar y promover sus espacios naturales como una oferta de turismo ecológico único. Además, en medio de unos países caracterizados por la violencia y la inestabilidad política, Costa Rica es un oasis de democracia y libertad, con un alto índice de seguridad, que permite recorrer el país sin mayores problemas. Una nación que pasó de ser un territorio marginal durante el periodo español, a un próspero estado, con un alto índice de desarrollo, que ha logrado incluso suprimir el ejército, evitando así la perpetua tentación centroamericana de intervencionismo militar. Tras haber sido durante el siglo XIX uno de los principales productores de café, ahora tiene en el turismo uno de los pilares esenciales de su economía.
La puerta de entrada, al que llega vía aérea, es San José, la capital, una ciudad en tiempos muy hermosa, tal y como testimoniaba el poeta Rubén Darío, pero ahora una fea urbe en la que apenas queda algún edificio histórico de interés. Tras hacer un alto en ella, lo mejor es recorrer el país en coche, aprovechando una red viaria aceptable.


Catedral metropolitana de San José

El paisaje costarricense es extremadamente verde, con gran cantidad de matices, pero en ocasiones de un color esmeralda deslumbrador. Al ascender por la falda de algunas montañas nos sumergimos entre cafetales, que si bien son sólo una sombra de la extensión que tuvieron, caracterizan de modo peculiar el paisaje.

Si hay algo que me ha impactado de Costa Rica es la belleza amenazadora del volcán de Poás. Se puede llegar en coche hasta muy cerca de la cumbre y después de un corto paseo es posible asomarse a su cráter, donde se encuentra un lago de aguas ácidas, y del que emanan fumarolas que nos recuerdan que el gigante sigue vivo. Una experiencia única, casi sobrecogedora, que en muy pocos lugares se puede igualar.

Volcán de Poás


Otro volcán muy bello es el volcán Arenal, si bien no se puede ascender a su cráter, del que sigue brotando material eruptivo. Los alrededores permiten realizar diversas actividades al aire libre, y recorrer el parque natural que se extiende por su falda.


Volcán Arenal

Desde el Arenal, nuestra ruta se dirigió al parque nacional Manuel Antonio, en la costa del Pacífico. Las playas, de negra arena volcánica, son de una belleza espectacular, que alcanza su punto álgido a la puesta de sol, con uno de los más hermosos atardeceres que haya contemplado nunca. Recorrer el parque es una delicia, aunque la presencia del ser humano resulta excesiva. Perezosos, monos cariblancos (totalmente adaptados a la presencia humana), reptiles, mariposas...una rica variedad de fauna que puede ser observada desde muy cerca.

Parque Nacional Manuel Antonio



La belleza del país se complementa con la simpatía de sus gentes, llenas de amabilidad, que una y otra vez responden con la expresión que se ha hecho ya representativa de Costa Rica, "pura vida".
Aunque, claro, todo tiene sus peros, que yo resumiría en un exceso de turismo, aún en zonas protegidas, y unos precios demasiado altos, no sólo en relación con los países del entorno, sino incluso con los españoles. En fin, ni siquiera en el paraíso todo es perfecto...

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