Aunque mi especialidad es la Edad Contemporánea, me gusta, sobre todo en verano, bucear en otros periodos históricos, aprovechando la ingente riqueza (tantas veces ignorada) de la Historia de España. Dentro de la misma, una etapa que me fascina es la Baja Edad Media, que abunda en personajes curiosos, muy interesantes y, en general, bastante desconocidos. Uno de estos personajes últimamente se ha vuelto bastante famoso, a raíz de la serie de televisión "Isabel". Me refiero al arzobispo de Toledo Alfonso Carrillo, uno de los principales protagonistas de la vida política y eclesial de su época, no sólo en Castilla, sino dentro del conjunto de los diversos reinos en los que se dividía la península a mediados del siglo XV. A falta de una buena biografía, tomo los datos, que resumo, de las obras señaladas al final. Espero con ello ayudar a divulgar una figura que me parece realmente atractiva, aunque para entenderla es preciso no hacer valoraciones desde nuestra mentalidad actual, sino considerarla dentro del ambiente de su época, en el que algunas actuaciones del prelado, que a nosotros nos desconciertan, eran o bien toleradas o bien aceptadas ampliamente.
Alfonso Carrillo de Acuña nació en 1412 en Carrascosa del Campo, Cuenca, hijo de Lope Vázquez de
Acuña, caballero de origen portugués y de Teresa Carrillo de Albornoz, señora de Buendía y Azañón, a su vez sobrina del obispo de Sigüenza y cardenal de San Eustaquio, Alfonso Carrillo, junto al cual se educó, en Roma, desde los once años. Tras la muerte de su tío, en 1434, fue nombrado protonotario apostólico, permaneciendo en Roma, bajo el pontificado de Eugenio IV. Al ser nombrado obispo de Sigüenza regresó a Castilla. Antes, el rey Juan II de Castilla, padre de Enrique IV y de Isabel la Católica, le designó en el segundo puesto entre los miembros de la embajada que envió al Concilio de Basilea. En esta ciudad, Alfonso Carrillo vio claro que si se pudieran unir las coronas de Castilla y Aragón, resultaría una "nación hispánica" de gran porvenir.
Retrato de Alfonso Carrillo en la Sala Capitular de la Catedral de Toledo
Durante su episcopado seguntino, Carrillo demostró ser un prelado espléndido, que favoreció de un modo extraordinario al cabildo de la catedral. A los 34 años fue preconizado arzobispo de Toledo, sede primada del reino, que rigió durante treinta y cinco años. Era Toledo el arzobispado más rico y uno de los más extensos de la península; desde allí, Carrillo pudo desarrollar la que era su gran vocación, la política, dirigiendo la tendencia pro-aragonesa. Tras la muerte de don Álvaro de Luna (otro personaje muy interesante), del que era pariente, se movió en la órbita de su sobrino, Juan Pacheco, marqués de Villena, favorito de Enrique IV. Más tarde apoyó la causa del infante don Alfonso, siendo uno de los promotores de la "farsa de Ávila" en la que se destronó en efigie al rey Enrique IV. A la muerte de don Alfonso sostuvo los derechos de la infanta Isabel, siendo el promotor principal de su matrimonio con Fernando de Aragón, matrimonio que celebró en Valladolid, y para el que falsificó la bula pontificia. Pero desengañado con los príncipes, a los que no pudo manipular, se apartó de ellos en 1470, amargado, además, por no haber sido nombrado cardenal, concesión que recayó en quien más tarde sería su sucesor en Toledo, Pedro González de Mendoza. A la muerte de Enrique IV se pasó al bando de su hija Juana, a la que tanto había contribuido a denigrar (se consideraba que Juana, apodada "la Beltraneja", no era hija del rey, sino del que fue algún tiempo su favorito, Beltrán de la Cueva). Tomó parte en la batalla de Toro, en la que el triunfo de los Reyes Católicos les aseguró la corona castellana. Perdonado por los reyes, se retiro a Alcalá de Henares, que pertenecía al arzobispado toledano, y allí murió, el 1 de julio de 1482, siendo enterrado en la Iglesia Magistral, en un magnífico sepulcro, destruido durante el incendio del templo, por parte de los milicianos, el 21 de julio de 1936.
Esta es, sucintamente, la biografía del prelado, fundamentalmente política, aunque como obispo, a pesar de sus costumbres (como era bastante frecuente en la época, de amplia moral, tuvo descendencia) no dudó en convocar en 1473 el Concilio de Aranda, para "combatir la ignorancia y la vida disipada de algunos clérigos". Pero hay otra faceta muy curiosa de su vida, que recoge su primer biógrafo, el cronista Hernando de Pulgar, en su obra Claros varones de Castilla, y es su afición por la alquimia. Dice así Pulgar: "este arzobispo dando y gastando en el arte de la alquimia y en buscar dineros y tesoros, pensando alcanzar grandes riquezas para las dar y distribuir, siempre estaba en grandes necesidades". De hecho, nombró su tesorero al alquimista Fernando de Alarcón. Por esa faceta, ha pasado a las leyendas del Toledo oculto. El biógrafo destaca, además, su gran generosidad y sus grandes aspiraciones, por encima de sus propias fuerzas: "Sus pensamientos de este prelado eran muy más altos que sus fuerzas, y su gran corazón no le dejaba discernir, ni consentía medir su facultad con las grandes empresas que tomaba, y de esto se le seguían trabajos y fatigas continuas".
Alfonso Carrillo es, en definitiva, una de las muchas y poderosas personalidades que produjo aquella Castilla fascinante del siglo XV. Una etapa, como cualquier otra de nuestra rica historia, que merece la pena ser conocida y estudiada, fuente, como podemos ver por el éxito de la serie "Isabel", de inspiración de relatos de todo tipo en los que la realidad supera ampliamente a la ficción.
Bibliografía
Hernando de Pulgar, Claros varones de Castilla (Existe una edición y estudio lingüísitico, publicada por la Universidad Complutense en 1992)
AA VV Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Madrid, CSIC, 1972
AA VV Los Primados de Toledo, Toledo, Diputación Provincial de Toledo-Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1993
FERNÁNDEZ ALVÁREZ, Manuel, Isabel la Católica, Madrid, Espasa Calpe, 2003
SUÁREZ, Luis, Enrique IV de Castilla, Barcelona, Ariel, 2001
VALDEÓN BARUQUE, Julio, Los Trastámara. El triunfo de una dinastía bastarda, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 2001
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