Me encuentro en Cobán, "ciudad imperial" como dicen aquí, debido al hecho de que en 1538 el emperador Carlos V le concedió la carta que la convertía en ciudad. No son grandes los atractivos turísticos desde el punto de vista arquitectónico, pero la estancia permite conocer por dentro la vida del país, sin las interferencias que el turismo provoca en lugares como Antigua. Fundada por fray Bartolomé de las Casas y puesta bajo la advocación de Santo Domingo de Guzmán, cuyas fiestas se celebran estos días, tiene una catedral a cuyo costado se erige el antiguo convento, construido en 1551 por fray Francisco de Viana. En 1599 fue erigido aquí el obispado de las Verapaces. Una de las posibles etimologías indígenas de su nombre es el de "Lugar nublado" y, en efecto, las nubes cubren cada día el cielo, y por la tarde suele llover con fuerza. A pesar del calor del día, por la noche refresca y se puede dormir bien.
Catedral de Cobán y antiguo convento
Recorrer sus calles significa, como en todo el país, sumergirse en medio del caos. Una visita al mercado, muy parecido al de Chichicastenango, pero sin la presión turística, es muy recomendable desde el punto de vista etnográfico. Las mujeres mayas visten sus típicos huipiles y faldas multicolores; los hombres a la occidental, a menudo con camisetas del Barcelona, sobre todo de Messi. Los puestos de venta se acumulan dentro de una estructura de madera, muy angosta, donde se pueden adquirir todo tipo de productos, desde ropa, utensilios de hogar, CD pirateados o una multitud de alimentos. La carne se puede comprar cortada o se puede llevar el pato, la gallina o el chunto (pavo) "fresco", ya que los venden vivos y en el puesto les pueden retorcer el cuello. Los más diversos olores se entrecruzan allí. Al salir del mercado hubo que pasar a una farmacia, y aquí de nuevo aparecen los contrastes de este país: frente al mercado tradicional, que apenas ha evolucionado desde la época maya, locales modernos, dotados de los últimos adelantos en tecnología.
La subida a la ermita del Calvario permite obtener unas magníficas vistas de la ciudad, que serían mejores si se hubiera tenido más cuidado a la hora de construir los edificios modernos, realmente feos. En la ermita de nuevo se puede encontrar, si hay fieles, el típico mestizaje entre ritos católicos y mayas; de hecho, en la subida, existen diversos nichos donde quemar incienso y velas.
En Cobán se pueden encontrar numerosos tipos de orquídeas, pero la más famosa es la denominada "Monja Blanca", llamada así porque en su interior parece encontrarse una religiosa rezando.
Orquídea "Monja Blanca"
Llegar a Cobán desde Antigua, pasando por Guatemala, no deja de ser una pequeña aventura. Pasar por la capital implica meterse de lleno dentro del caos automovilístico, la contaminación y la pobreza extrema de las villas miseria que rodean la ciudad. Tras salir de ella, aún se puede disfrutar de un buen firme mientras se recorre la carretera Panamericana, pero en cuanto se deja, el viaje se ralentiza. Son numerosos los tramos en los que la carretera está hundida, a la espera de que algún día se repare, probablemente "ad kalendas graecas". Se atraviesan las secas tierras bajas y luego se llega, ascendiendo, a las zonas boscosas de las Verapaces, primero la Baja y después la Alta Verapaz, cuya capital es Cobán. El nombre de la región se debe a fray Bartolomé de las Casas, el cual logró un edicto que prohibía a los soldados españoles entrar en la región durante cinco años, aprovechados por el dominico y otros religiosos para convertir, por medios pacíficos, al catolicismo a los mayas rabinal que habitaban el territorio, rebautizando la región con el nombre de Verapaz, la paz verdadera. Lástima que la historia posterior, sobre todo la traumática reciente, con la masacre de los indígenas, haya desmentido tal denominación. El exterminio de indios, cuya memoria encontré en Santiago Atitlán, se mantiene ligada también al asesinato del obispo auxiliar de Guatemala, Juan Gerardi, poco después de entregar el informe en el que se acusaba a los militares de tomar parte en dicho genocidio. Una muestra palpable de la apuesta que la Iglesia Católica ha hecho, salvo vergonzosas excepciones, en favor de los pobres, marginados y oprimidos en América.
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