Comparto mi artículo del pasado miércoles en La Tribuna de Toledo
La pasada semana, al hilo del Miércoles de Ceniza, les
hablaba del epitafio del cardenal Portocarrero en su tumba de la catedral de
Toledo. Hic iacet pulvis, cinis et nihil.
Probablemente no hay un solo visitante de la Dives Toletana, ni mucho menos
ningún TTV (Toledano de Toda la Vida, como simpáticamente nos denomina el libro
de Juan Andrés López-Covarrubias), que ignore la existencia de tan peculiar
autodefinición, y mucho menos, del nombre de quien se halla sepultado bajo la misma.
Otra cosa es que se conozca algo de una de las figuras más importantes de la
vida política, religiosa y cultural española en el tránsito de Austrias a Borbones,
de la que fue particular protagonista.
Pero, antes que nada, conviene señalar que la célebre
inscripción, que ha hecho pasar a la posteridad al cardenal como pocos de los
que yacen bajo las bóvedas –y los capelos- de la catedral primada, tampoco es
original. Quienes hayan visitado en Roma –de nuevo los paralelismos entre la
capital del catolicismo mundial y la que lo fue del hispano-, ese peculiar
lugar que es la cripta de los capuchinos, decorada con los esqueletos de los frailes,
habrán podido encontrar en la iglesia, donde se conserva el espléndido San Miguel Arcángel de Guido Reni, la tumba
del cardenal Antonio Marcello Barberini, hermano del papa Urbano VIII, con
idéntica inscripción. Fallecido en 1646, es muy probable que nuestro
protagonista, que compatibilizó el deanato toledano con el capelo cardenalicio,
recibido a los treinta y cuatro años, visitara dicha tumba durante alguna de sus
estancias romanas, antes del nombramiento, cuando era virrey de Sicilia, como
arzobispo de Toledo.
La humildad del epitafio oculta –o no- uno de los linajes más
ilustres de su tiempo. Luis Manuel Fernández Portocarrero Bocanegra y Guzmán,
que así se llamaba nuestro protagonista, era hijo del conde de Palma del Río,
lugar donde nació, y de Leonor de Guzmán, hija de los condes de Teba. A los
catorce años pasó a ser miembro del cabildo toledano, iniciando una meteórica
carrera eclesial, que enlazó con la política, formando parte del Consejo de
Estado, desempeñando el cargo de virrey de Sicilia, y tras su regreso a la Corte,
otras tareas de gobierno, siendo decisivo en la designación de Felipe de Anjou
como heredero de Carlos II. Lugarteniente del reino en los últimos meses de
vida del rey, tras fallecer el monarca –cuya injusta, errónea y falsa leyenda
negra convendría superar ya- don Luis colaboró en el gobierno de Felipe V, actuando como
gobernador general de la Monarquía en 1701-1703, durante el viaje del rey a
Italia. Alejado del gobierno en 1705, se retiró a Toledo, falleciendo en 1709.
Retrato del cardenal Portocarrero |
Protector de las artes, empapado del ambiente barroco de la
exuberante Roma finisecular, donde vivió en el Palazzo de Cupis, en Piazza
Navona, piadoso, modesto, pater pauperum,
es uno de los grandes personajes de la historia de España.
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