miércoles, 31 de julio de 2013

Crónicas guatemaltecas

Uno de los géneros literarios más antiguos y de más prestigio es el de la crónica de viajes, con ejemplos de gran calidad literaria. Sin querer parangonarme con Homero, cuando narra los periplos de Odiseo en su viaje de regreso, quiero, con estas crónicas que hoy inicio, y que procuraré redactar en la medida en que disponga de medios informáticos, relatar el viaje que ayer inicié a Guatemala. Viajar siempre supone descubrir nuevas realidades, afrontar nuevas experiencias, dialogar con otras formas de ver la vida y replantearse cuestiones acerca del ser humano, de su diversidad, de su gran riqueza. Escribo junto al lago de Atitlán, lugar bellísimo, que Alexander von Humbolt, quien lo visitó a principios del siglo XIX, en vísperas
del fin del dominio español, definió como "el lago más bello del mundo". Ayer llegué a Ciudad de Guatemala, tras un viaje de 11 horas, realmente pesado. Lo primero que llama la atención es la gran diferencia social existente, palpable en la zona 10, donde me alojé, el barrio rico, y el resto de la ciudad. Me ha sorprendido la pobreza, una pobreza que en España es inimaginable. Mi primera cena ha sido en un vasco, "Donde Mikel", realmente recomendable por su calidad a todo aquél que llegue a la capital. Hoy he visitado el mercado de Chichicastenango. Se llega a la ciudad por una carretera sinuosa, atravesando míseros pueblines, que te hacen reflexionar de nuevo sobre las grandes, abismales, diferencias sociales de este país. Asimismo me preguntaba si, a pesar de la crisis, tenemos derecho a quejarnos tanto en España. Esta sí que es una pobreza lacerante, que afecta sobre todo a la población indígena, mucha de la cual no sabe siquiera expresarse en castellano. Visitar el mercado de Chichicastenango es sumergirse en otro mundo, un mundo de colores, olores fuertes, ritmo diferente de entender el tiempo. Mujeres ataviadas con los típicos trajes mayas se dedicaban a confeccionar tortitas de maíz. El maíz, planta sagrada para los mayas. Según la mitología maya-quiché los primeros hombres fueron creados a base de maíz, hombres de maíz, como reza el título de una de las obras del premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias. Visité la iglesia de Santo Tomás, de 1540, en cuyas escaleras, como antaño hicieran sus antepasados en las gradas de las pirámides mayas, los actuales mayas siguen ofreciendo incienso, copal, a sus antiguas divinidades transformadas en los santos católicos, en un curioso sincretismo. Los bellos altares barrocos de la iglesia están cubiernos de una negra pátina, formada por el humo de las velas y del incienso; enfrente existe otra pequeña iglesia, repleta de imágenes de la Pasión de Cristo, en cuyo atrio, recubierto de hojas de pino y pétalos de flores, se repiten las ofrendas de incienso y copal. Al recorrer la carretera y ver a las mujeres y hombres cargados a sus espaldas y en sus cabezas, parece reproducirse lo que se puede ver en las estelas mayas. Voy con los ojos, y sobre todo, con el espíritu, abierto a aprehender todo lo que ofrece este país.
Tras Chichicastenango, el lago de Atitlán. Pero este merece crónica aparte, que espero pueda ir acompañada de fotos, pues es realmente indescriptible, con el telón de fondo de sus tres volcanes.

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