La vida es camino. Un camino marcado en muchas ocasiones por la frustración, el desánimo, el desengaño. En no pocas, por el dolor. Vagamos sin rumbo, desconcertados por el derrumbe de nuestras certezas y seguridades. Parece que ya nada tiene sentido. La oscuridad, como día que declina, se va cerniendo sobre nosotros, ahogando el corazón. Y, sin embargo, ese camino es el que escoge Jesús para hacerse presente en nuestra existencia. Sin que nos demos cuenta, sin que, a primera vista, seamos capaces de reconocerlo. Poco a poco se nos va desvelando, a través de palabras, de compartir ese recorrido que vamos haciendo. Y en un momento determinado, nos da la oportunidad de que le dejemos entrar en nuestro corazón. No nos fuerza, no se nos impone. Deja que sea nuestra libertad la que le invite a entrar: "quédate conmigo". Y entonces, se nos revela plenamente; nuestro corazón, helado, descubre el fuego que le ha ido, despacio, calentando. Sacia, por fin nuestros anhelos, colma nuestras aspiraciones, apaga nuestra sed y se nos ofrece como alimento de vida.
Esta fue la experiencia de los discípulos de Emaús que nos relata Lucas en el evangelio de este domingo (Lc 24, 13-35). Jesús se hace el encontradizo a unos discípulos frustrados, hundidos en sus expectativas. No le reconocen, pero permiten que les acompañe. Poco a poco, el desconocido les va revelando el auténtico sentido de la vida de Jesús, que se hallaba ya anunciado en la Escritura. Esa palabra va calando, sin que aún lo sepan, en su corazón. Pero algo ha cambiado. Se sienten bien y no quieren que el desconocido les deje. Jesús entra, para quedarse con ellos. Y entonces, sentados a la mesa, al partir el pan, lo reconocen. Todo cambia. Vuelven a Jerusalén y se reencuentran con los hermanos, que también han experimentado el encuentro con el Resucitado.
Emaús es no sólo el relato de una experiencia que se transforma en modelo de tantas experiencias de encuentro con Cristo. Es también el recuerdo de cómo cada Eucaristía, la fracción del pan como la llamaban los primeros cristianos, es encuentro verdadero con Jesús, precedido por la escucha de su palabra, recibida en lo más hondo del corazón. Aquí, en este texto, están anunciadas las dos mesas que constituyen la Eucaristía, la de la Palabra y la de la Eucaristía.
La cena de Emaús |
En medio de las incertidumbres y oscuridades que estamos viviendo en esta pandemia, Cristo se hace presente para confortar nuestros corazones y llenarlos de esperanza. Sólo tenemos que pedirle que se detenga con nosotros y se quede en nuestra vida.