La liturgia de este III domingo de Cuaresma, en el Ciclo A en el que nos encontramos, comienza un itinerario de renovación bautismal que se prolongará los próximos domingos, invitándonos a actualizar la Iniciación Cristiana que vivimos con los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Tratamos de responder a la pregunta "¿ Cómo se llega a ser cristiano?" En el pasaje del diálogo de Jesús con la mujer samaritana, que escuchamos en el Evangelio, hallamos la respuesta: respondiendo a la llamada que Dios nos hace a través de Jesucristo y recibiendo el agua viva del Bautismo, en el que se nos da el Espíritu Santo. Como Moisés en la primera lectura, Jesús sacia nuestra sed con el agua viva que brota de su costado abierto en la cruz, donde murió por los impíos, los pecadores, es decir, nosotros, tal y como nos recuerda san Pablo en la segunda lectura, siendo ésta la prueba de su amor por nosotros.
Jesús y la samaritana |
Esta Cuaresma que nos toca vivir, bajo la amenaza del coronavirus y las restricciones, que impiden asistir a las diversas celebraciones litúrgicas, puede ser una oportunidad para encontrar más momentos de silencio interior, para orar más, para meditar la Palabra de Dios. Para adorar, como nos recuerda Jesús este domingo, al Padre, "en espíritu y verdad"
Si siempre la oración es necesaria, mucho más en estos momentos. A través de ella estamos en comunión con Dios y con los hermanos, y podemos suplir, de este modo, la distancia física.
Y no olvidemos que la Cuaresma es tiempo de esperanza, "la esperanza no defrauda", porque sabemos que tras la Pasión está la Resurrección. Pidamos a Dios que en medio de la preocupación por la pandemia, mantengamos firme esa esperanza, sabiendo que, también a nivel humano, con nuestra oración y con el pequeño granito de arena de nuestro esfuerzo y sacrificio personal, estamos contribuyendo a la victoria sobre la misma.
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