Santificando a la comunidad cristiana
El 28 de enero de 1925, bajo la presidencia del primado, tuvo lugar en
Guadalajara una reunión preliminar para la organización de una Asamblea
Eucarística comarcal. La
reunión tuvo dos sesiones, la primera sólo de sacerdotes, a los que el cardenal
dirigió la palabra para explicar el objeto de la Asamblea, que no era otro que
el de avivar la vida de piedad y espíritu eucarístico en los pueblos de la
Alcarria; la segunda sesión, en la iglesia de los paúles, estuvo abierta,
además de a los sacerdotes, a representantes de las cofradías y hermandades,
así como a otras personas, a los que Reig habló de la necesidad de la vida
eucarística en unos tiempos de materialismo. A continuación se presentó y
aprobó el reglamento y se constituyó la junta organizadora, presidida por el
párroco arcipreste de Santiago de Guadalajara, como representante del
arzobispo. La Asamblea comenzó el sábado
20 de junio y se prolongó hasta el martes 23. A
las once de la noche del 20 tuvo lugar, en la iglesia de Santa María, la
vigilia solemne de la Adoración Nocturna, en la que, tras la exposición del
Santísimo, el cardenal Reig pronunció una plática. A las siete de la mañana del
domingo, el arzobispo celebró la misa de comunión general de hombres, con más
de trescientos comulgantes; a las diez se cantó una misa solemne, oficiada por
los franciscanos, predicando el canónigo de Toledo, José María Basés. A las
cuatro de la tarde, en la capilla de los paúles tuvo lugar la sesión de
apertura, presidida por el cardenal primado; a continuación se constituyeron
las mesas de las diversas secciones, asistiendo Reig a la de caballeros. A las
seis y media de la tarde, en la iglesia de Santa María tuvo lugar la exposición
del Santísimo, con predicación del canónigo toledano Hernán Cortés. El segundo
día tuvo lugar la misa de comunión general de mujeres, y seguidamente
continuaron mañana y tarde trabajando las secciones, discutiéndose las memorias
y votando en algunas las conclusiones; por la tarde volvió a predicar el
canónigo Cortés. A las ocho de la noche, la Diputación provincial y el
Ayuntamiento ofrecieron una recepción al cardenal, que acabó con sendos
discursos del presidente de la Diputación y del prelado. Al día siguiente,
último día del triduo, hubo una misa de comunión general de niños, a las ocho
de la mañana, y luego, a las diez, se celebró misa de pontifical, en la que
predicó José María Basés. Después se reunieron las secciones y votaron las
conclusiones. Por la tarde, a las cinco, en la iglesia de los paúles, presidida
por el cardenal, tuvo lugar la sesión de clausura, con la aprobación de las
conclusiones; a las siete de la tarde comenzaba la procesión eucarística por las
calles de Guadalajara, con participación de parroquias, instituciones,
cofradías, hermandades, clero y autoridades, presididos por el primado,
procesión que duró tres horas, y que concluyó con la bendición papal, impartida
por el cardenal.
El cardenal Reig y Casanova
En cumplimiento del acuerdo tomado por los metropolitanos españoles, el
cardenal Reig elevó, en enero de 1925, preces a la Santa Sede, a fin de que,
para disipar dudas y conseguir la uniformidad en todas las diócesis de España,
el papa confirmara el privilegio que Clemente VII había otorgado en 1526, de
poder realizar el precepto del cumplimiento pascual desde el miércoles de
ceniza; esta costumbre secular, tras la promulgación del Código de Derecho
Canónico, había suscitado una controversia entre los canonistas acerca de su
vigor, controversia que fue solventada al confirmar el papa Pío XI, al recibir
el 18 de noviembre en audiencia al cardenal prefecto de la sagrada congregación
del Concilio, el privilegio español, por un periodo de diez años.
El 30 de enero de 1925 abrió el cardenal la visita pastoral a la catedral
primada. El
acto se iniciaba con la llegada del prelado al templo, donde veneró el Lignum
Crucis que le ofreció el deán; a continuación fueron en procesión hasta la
capilla mayor, donde el deán cantó las oraciones prescritas en el ceremonial.
Después el cardenal dio la bendición y, revistiéndose de capa negra, se
cantaron responsos por los prelados, capitulares y miembros de la catedral
fallecidos, así como por las almas de los fundadores y bienhechores del templo.
Tras dar la bendición con el Santísimo, Reig, precedido por los cabildos, se
dirigió a la sala capitular, donde pronunció una alocución, en la que expuso lo
que significaba la visita pastoral, enumerando sus fines principales,
destacando la inspección y cuidado de los tesoros artísticos de la iglesia.
Reig indicó que hacía la visita en espíritu de caridad y de mansedumbre, con el
pensamiento y deseo de que con ella se unieran estrechamente el pueblo y el
cabildo de Toledo, bajo la égida del pastor, y que ello produjera un mayor
fervor por el culto y las glorias de la catedral.
El 23 de febrero firmaba el cardenal la carta pastoral sobre la
santificación de las fiestas. El
primado comenzaba justificando un tema que podría parecer anacrónico, el abordar
las reivindicaciones sociales sobre el descanso dominical, pero señalaba que lo
hacía debido a las demandas que desde varios puntos se le dirigían para que no
prevalecieran subterfugios y amaños para burlar la ley, así como las noticias
adquiridas en los pueblos al realizar la visita pastoral. Consideraba que la
primera y más lamentable de las plagas sociales, la más desastrosa por sus
efectos, era la profanación del domingo. Recorriendo la Escritura, recogía el
precepto del descanso y santificación del séptimo día, así como las sanciones
prescritas. Se dirigía después a los obreros, recordándoles lo que significaba
para su salud corporal y espiritual dicho precepto. Respecto a la legislación
civil, se remontaba a Constantino, que convirtió en norma legal la
santificación del domingo, algo en lo que le siguieron después los soberanos
cristianos, hasta que la llegada del liberalismo, con la revolución francesa,
hizo triunfar un sistema económico en el que reinaba el individualismo,
buscando producir lo más posible con el menor coste posible. Reig señalaba que
con esto el reposo semanal, la salud, la dignificación personal se
convirtieron, para los economistas, en algo baladí, que había de sucumbir, y
destacaba como los primeros socialistas reaccionaron, reconociendo el valor
social del precepto religioso. A continuación recogía el magisterio de Pío IX y
León XIII, así como las últimas leyes promulgadas por diferentes parlamentos.
Pero estas leyes no eran observadas, confesando el prelado que en este punto los
países anglosajones llevaban ventaja a los países latinos, destacando cómo se
realizaba el descanso dominical tanto en Inglaterra como en Estados Unidos,
frente a lo cual lamentaba que España, que tradicionalmente había observado los
días festivos, la situación era algo “bochornoso
lo que entre nosotros…ocurre”, con lugares en los que no había distinción
entre los días de fiesta y los que no lo eran. El cardenal recogía las quejas y
reivindicaciones que le habían llegado por parte de obreros, indefensos ante la
presión de sus patronos y señalaba las dificultades para la aplicación de las
leyes, entre ellas las deficiencias, por falta de medios, en la inspección laboral,
aunque a su juicio, la ley no se observaba porque ella misma proporcionaba
recursos para burlarla. Tras
haber hablado del descanso dominical, el primado pasaba a hablar de la parte
positiva del precepto divino, esto es, de la santificación del día del Señor y
se preguntaba que se hacía para llenar las iglesias. En este sentido se refería
la asamblea que había convocado en Guadalajara, que debería tratar, entre otros
asuntos, la asistencia a misa los días festivos, buscando soluciones prácticas.
Hacía una llamada a salvar el domingo de la profanación, para concluir con una
serie de consejos, destinados a los sacerdotes, para poder restaurar su
vivencia, invitándoles a hacer cumplir la ley civil, pero, ante todo,
cumpliendo ellos con solicitud para procurar que se llenaran los templos y que
los días festivos se santificaran, no dejando ningún domingo la predicación del
Evangelio ni la catequesis. Al mismo tiempo, Reig se dirigía a los obreros,
invitándoles a seguir confiando en la Iglesia y recurriendo a ella en demanda
de apoyo y defensa de sus derechos, a la vez que a cumplir con el deber de santificar
las fiestas.
Ese mismo día daba el primado las instrucciones con motivo del inicio de
la Cuaresma. En primer lugar se
indicaba el tiempo para poder realizar el cumplimiento pascual, desde el
miércoles de ceniza has la domínica de la Santísima Trinidad; después prohibía
a los sacerdotes ausentarse del lugar en el que desempeñaban algún cargo, salvo
por causa grave y con su permiso; los sacerdotes deberían insistir en la
predicación y catequesis. Al ser Año Santo, el prelado recordaba a los párrocos
y predicadores cuaresmales las gracias y privilegios espirituales del mismo.
Por último, recordaba a los párrocos y a los que hicieran sus veces, la
obligación de leer en lengua vulgar el decreto Quam singulari. Sobre el Año
Santo, Reig escribió una circular en la que señalaba las facultades que habían
recibido los obispos del papa para facilitar a los fieles la obtención de las
gracias jubilares, e indicaba cómo se habían de aplicarse en la archidiócesis;
al mismo tiempo invitaba a los fieles a acudir en peregrinación a Roma y
establecía, para el domingo de Ramos, una colecta destinada al Santo Padre.
Con motivo del séptimo centenario de la catedral de Toledo, que se
celebraría al año siguiente, el cardenal Reig, gran amante del arte y de la
historia, dirigió el 13 de abril, una alocución a los diocesanos y a la
provincia eclesiástica, en la que invitaba a todos a participar en las
solemnidades que se preparaban con ese motivo y el de la coronación canónica de
la patrona de Toledo, la Virgen del Sagrario; para este acto abría una
suscripción con el objeto de recoger donativos para realizar la corona que
ceñiría la imagen.
Ese mismo día firmó el decreto de convocatoria de órdenes sagradas para
el 16 de junio; la circular en la que, ante la inminente peregrinación a Roma y
Tierra Santa, mandaba realizar, hasta el momento de su regreso, la oración pro peregrinantibus; y la circular sobre
la provisión de los curatos vacantes en la diócesis.
Durante dos meses el cardenal permaneció ausente de la diócesis, no regresando
hasta el 14 de junio. Primero fue Tierra Santa y luego Roma. Tras celebrar el
día 10 en la iglesia del Gesù el último día del triduo de la beatificación de
la madre María Micaela del Santísimo Sacramento, emprendió ese mismo día el
regreso a España. Al llegar a Toledo, fue recibido por las autoridades y
numeroso público, dirigiéndose a la catedral, donde pronunció una alocución,
para pasar después al palacio arzobispal; en él tuvo lugar la recepción, siendo
saludado por el alcalde de la ciudad, Fernando Aguirre, a lo que respondió el
primado con un discurso en el que recogió las vivencias que había
experimentado, sobre todo en Palestina, destacando que su presencia allí había
sido por iniciativa del rey Alfonso XIII.
Tras el éxito de la Asamblea Eucarística de Guadalajara, el cardenal
decidió convocar otra para la zona de Talavera de la Reina. El 6 de julio,
antes de partir unos días a Guipuzcoa para descansar, Reig se reunió en la
iglesia de Santa María de Talavera con los sacerdotes de los arciprestazgos de
Talavera, Puente del Arzobispo, La Estrella, Belvís, Espinoso del Rey, Los
Navalmorales, Cebolla y Los Cerralbos para organizar dicha Asamblea. Hubo
dos sesiones, la primera a continuación de la entrada solemne del primado en la
iglesia, con asistencia de autoridades y fieles, y la segunda, en la sacristía,
donde se reunieron más de sesenta sacerdotes; el cardenal indicó que actos como
el que proyectaba respondían a la necesidad de avivar en el pueblo el
sentimiento eucarístico. A los sacerdotes les señaló cuanto esperaba de ellos,
manifestando su deseo de que no se redujera todo a celebrar actos solemnes en
la capital de la comarca, sino que llegaran a los más apartados rincones.
Después se leyeron los nombres de los que formarían parte de la junta
organizadora y distintas comisiones, así como los temas a tratar.
La Asamblea se celebró los días 24, 25, 26 y 27 de octubre. El
cardenal llegó a Talavera el sábado 24, por la tarde, siendo recibido por las
autoridades en Alberche. En la plaza del Pan se quemaron fuegos artificiales y
después en la Colegiata se celebró la vigilia general de la Adoración Nocturna,
con asistencia de las secciones de Madrid, Toledo y Brihuega. A las siete de la
mañana celebró el primado la misa, administrando la comunión a más de
cuatrocientos hombres; a las diez hubo otra misa, predicada por el padre
Roselló, corazonista y por la tarde, a las seis, tuvo lugar el triduo
eucarístico; a las cuatro y media se había celebrado la sesión de apertura,
presidida por Reig, en la que, tras la intervención del secretario general de
la Asamblea, Vital Villarrubia, pronunció una plática, reuniéndose, a
continuación, las secciones. El lunes hubo misa de comunión general, celebrada
por el cardenal, comulgando las mujeres. A las diez y a las seis, se celebraron
la misa solemne, predicada por Hernán Cortés, y el triduo, en el que intervino
el padre carmelita Anastasio de la Sagrada Familia. A las once y media de la
mañana se reunieron las secciones, y por la tarde, a las cuatro, siendo visitadas
por el cardenal. El martes, a las siete de la mañana, se celebró la misa,
presidida por el obispo de Jaca, Francisco Frutos Valiente, con comunión
general de niños, mas de mil. Después el primado celebro la misa pontifical, en
la que predicó el obispo de Jaca y por la tarde, a las cuatro, tuvo lugar la
procesión eucarística, que recorrió las calles de Talavera hasta las seis. Tras
la misma se celebró en el teatro Victoria la velada literario-musical y la
clausura de la Asamblea.
Instituida por el papa Pío XI la fiesta de Cristo Rey, el 11 de diciembre
de 1925, mediante la encíclica Quas
primas, el cardenal Reig
dispuso, ya acabando el año 1925, que el 6 de enero de 1926 se celebrara en la
catedral primada y en todas las parroquias e iglesias que tuvieran clero, la
consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús. El
papa quería, con esta encíclica, explicitar algunos puntos de la Ubi Arcano, relacionados con la
laicización de la vida privada y pública, tratando de demostrar que Cristo es
rey no sólo de los fieles, sino de todas las criaturas; Pío
XI reclamaba la libertad e independencia plenas de la Iglesia en relación con
los poderes civiles, aunque no proponía subordinación alguna del poder temporal
al espiritual, al mismo tiempo que no hacía juicio ni de las formas de gobierno
ni de las estructuras políticas, dejando a los poderes públicos toda
iniciativa, si bien les recordaba un punto doctrinal: la vida de la tierra no
podía vivirse sin su relación con Dios. La
encíclica pedía a los hombres de gobierno actuar según las órdenes de Dios y
los principios cristianos en la elaboración de las leyes y en la administración
de la justicia; la fiesta de Cristo Rey, preparada por los congresos
eucarísticos celebrados tras la guerra, sería el remedio eficaz contra los
errores del laicismo, mientras que el culto del Corazón de Jesús serviría de
medio para llevar a cabo el proyecto de recristianización de la sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario