La Asociación
Ora et Labora
En enero de 1914, con los antiguos seminaristas ya sacerdotes, se
organizaba la Asociación Ora et Labora de Cruzados de la Prensa, a la que
pertenecerían sacerdotes y seglares de todas las diócesis de España, apareciendo
el primer número del órgano de esta asociación, titulado La Cruzada de la Prensa; el lema era “A Christo per sacerdotes salus”. Su aspiración era continuar y
completar la obra en favor de la prensa católica ya emprendida, no limitándose
a favorecer determinado periódico sino que prestaría su apoyo a todas las
publicaciones católicas y a cuantas obras tuvieran por objeto el
perfeccionamiento, en todos sus ámbitos, de las mismas; se distinguía
claramente cuál era el papel del sacerdote y cuál el de los seglares, y cada uno,
individualmente tendría tres deberes: incorporar la cruzada a sus intenciones
en la oración; contribuir con una peseta anual y trabajar en la forma más
acomodada a sus circunstancias, pudiendo desempeñarse esta tarea bien en la
propaganda oral, bien en la escrita o en la organización, y se proponían la
propia santificación mediante el ejercicio de la “obra de misericordia espiritual” realizada
con rectitud de
intención, medios conforme a la moral cristiana y sumisión a la autoridad
eclesiástica[1]. Se inició con seis
sacerdotes, con Ildefonso Montero como director, contando con el apoyo y
bendición del nuncio Francisco Ragonesi, quien le hizo algunas sugerencias,
insistiendo en que una de las tareas y urgentes era la de conseguir que la
prensa católica de España respondiera a su finalidad primordial de propagar el
bien y resistir al mal[2], que Montero agradecía, poniéndose totalmente a
su disposición en su respuesta el 17 de mayo de ese año[3]. El
objetivo era fomentar el perfeccionamiento moral, técnico y económico de los
presbíteros y de sus obras de apostolado. La obra contaba con la aprobación y
bendición del cardenal Almaraz, quien con ella se proponía estimular a los
sacerdotes a que trabajaran y se hicieran cargo de “las necesidades de los tiempos y lo grave de las circunstancias”[4]. Al año siguiente
se fundaba la Hemeroteca Católica Nacional e Internacional[5].
Ildefonso Montero, pionero en el uso de las nuevas tecnologías
El
Día de la Prensa Católica
Inicios.
Dificultades y expansión.
En 1916, a propuesta de Ildefonso Montero, con la aprobación y bendición de
Benedicto XV, se celebraba en España, por primera vez, el Día de la Prensa
Católica. Lo anunciaba en febrero de ese año, invitando a participar a todos
los católicos españoles, comenzando por los periodistas, pasando por el clero
regular y secular, así como seglares, hombres y mujeres[6]. La
idea surgió como homenaje al sacerdote y polemista Félix Sardá y Salvany, que
había fallecido a principios de ese año[7]. Como
fecha se escogió la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, con la
finalidad de que, a través de la oración, la propaganda y la colecta realizada,
se consiguiese el perfeccionamiento de la prensa católica. Se buscaba, por un
lado, el auxilio espiritual, mediante el ofrecimiento de oraciones y
comuniones; por otro la ayuda material, y junto a eso, la concienciación.
Montero, inspirándose en unas palabras de Sardá y Salvany, desde el primer
momento decidió que una parte de la colecta recogida en el Día fuese enviada al
papa, en calidad de Dinero de san Pedro[8]. Dada
la íntima relación existente entre la prensa y la Acción Católica, en 1925 se
trasladaría la dirección y organización del Día a Toledo, por ser el arzobispo
primado, a la sazón el cardenal Enrique Reig Casanova, el Director de la Acción
Católica[9].
El proyecto tuvo una rápida y extraordinaria acogida[10],
siendo bendecido por un número importante de obispos y arzobispos, encabezado
por el nuncio del papa, además de ser impulsado por la prensa católica[11]. El
nuncio Ragonesi, al ser enviado a España, había recibido de la Santa Sede la
recomendación de atender con especial solicitud a la prensa católica española,
dado que, a juicio de Roma, aunque había muchos diarios y periódicos
religiosos, estaban faltos de orientación, uniformidad y armonía, especialmente
en los asuntos políticos relacionados con la religión[12].
Pero antes de su celebración por primera vez, se produjo una pequeña polémica
entre el arzobispo de Zaragoza, Juan Soldevila, que había escrito una circular
a su clero, encareciendo y ordenando que en todas sus iglesias se hiciera una
cuestación mensual a beneficio de la prensa católica, y el arzobispo de
Sevilla, quien manifestó la dificultad de compatibilizar dicha colecta con la
del Día de la Prensa[13];
otros prelados, entre ellos el primado cardenal Guisasola[14], aún
dispuestos a seguir las indicaciones del nuncio, que comunicó el proyecto de
colecta mensual a todos los metropolitanos para que la transmitiesen a sus
sufragáneos, pues creía que no había incompatibilidad entre ambas colectas,
señalaban las dificultades de aumentar el número de colectas ya existentes,
dudando del éxito de la misma. Almaraz solicitó, para no entorpecer el éxito
del Día, que la otra colecta comenzara a partir del mes de julio, a lo que el
nuncio accedió. En opinión del prelado hispalense, si se realizaban dos
proyectos tan semejantes, se harían mutuo daño; además entre ambos, aunque casi
idénticos en su finalidad, existían diferencias, ya que el proyecto sevillano,
aparte de ser un único día al año y no uno al mes, que consideraba más difícil
de lograr, buscaba atender no sólo a la colecta, sino también a la propaganda y
a la oración, siendo el destino de la cuestación todas y cada una de las
publicaciones católicas.
En 1917, tras doce años de labor, luchando constantemente contra la falta
de recursos, gracias al Día de la Prensa, se conseguía asegurar la continuidad
económica de la obra iniciada por Montero, lo que contrataba tanto con el
inicio, cuando sólo contaban con un capital de cincuenta pesetas prestadas,
como con algunos momentos en los que el déficit había llegado a las seis mil,
teniendo tan sólo la garantía personal de Ildefonso Montero. La colecta de 1917
ascendió a 75.371´12 pesetas, de las que 7.416´48 fueron destinadas al Dinero
de San Pedro[15]. Sin embargo la colecta
suscitó un nuevo conflicto entre el arzobispo de Zaragoza, presidente del
comité ejecutivo de la Prensa Asociada, y el arzobispo de Sevilla, al reclamar
aquél el 20% de la colecta del Día de la Prensa, para sufragar los gastos de la
Prensa Asociada[16], a lo que el cardenal
Almaraz contestó que no podía hacerlo, pues se había dado para el Tesoro
Nacional de la Buena Prensa, tal y como quedó plasmado en el proyecto del Día;
antes de la celebración del mismo, el cardenal Almaraz propuso a todos los
obispos que se señalara para el Tesoro Nacional el 20% de la colecta, siendo
aceptada por todos, de modo que así obró, además de considerar que Sevilla, por
el trabajo que se estaba realizando, merecía alguna compensación, en forma de
ayuda para el centro Ora et Labora[17]. El
arzobispo de Zaragoza prometió hacer un estudio de la cuestión, tras recibir de
Almaraz el dinero para el Tesoro, pero, dado que no comunicó nada al respecto
al de Sevilla, éste decidió, al liquidar el segundo Día de la Prensa, que la
cantidad correspondiente al Tesoro quedara depositada temporalmente en la
secretaría de cámara de su arzobispado[18].
Buscando una solución, Montero propuso al nuncio que, dado que Ragonesi tenía
interés en nombrar para la comisión de obispos que presidían la Agencia de
Prensa Asociada al cardenal Almaraz, aprovechara la vacante dejada por el
fallecimiento del arzobispo de Tarragona, López Peláez[19]. Ante
las objeciones presentadas por el prelado zaragozano basadas en que al ser
Almaraz cardenal debería cederle la presidencia con lo que eso llevaría de problema
práctico al estar en Zaragoza el comité ejecutivo[20],
Montero arguyó al nuncio que el cardenal Almaraz estaba lejos de querer admitir
la renuncia del arzobispo, sino que, al contrario, entendía que por estar
funcionando en Zaragoza dicho comité, no había que pensar ni en que dejara de
tener allí su sede ni en que dejara la presidencia el arzobispo, y esperaba que
por mediación de Ragonesi se consiguiera “la
unión apetecida de los elementos de Sevilla y de Zaragoza” pues con ello
ganaría mucho la causa de la prensa católica española[21].
El éxito acompaño desde el comienzo a la iniciativa sevillana, de modo
que la celebración del Día fue una realidad en todas las diócesis españolas en
1918, apoyada en una eficaz organización y la utilidad indiscutida del proyecto,
lo cual hizo que se facilitara su reiteración en los años y décadas siguientes[22].
Desde el primer momento fue también aspiración del Día lograr una
difusión internacional, de modo que, en 1919, imprimieron un cartel en ocho
lenguas, enviando cinco mil ejemplares a diversos países; el 4 de enero de ese
año, al mismo tiempo que le enviaba la liquidación del Día de la Prensa,
informaba del proyecto al nuncio Ragonesi, pidiéndole su aprobación[23]. Fue
Portugal el primero en el que se implantó, pues un periodista, Benevenuto de
Souza, comenzó a dar a conocer la fiesta y su programa en el semanario A Ordem de Oporto, el mismo año 1916; en
1918, el patriarca de Lisboa decretó que se celebrase en todo el país. De
Portugal pasó a Brasil, el mismo año 1918, estableciéndola el cardenal
Albuquerque Cavalcanti, y de allí saltó a China, a Hong Kong, convirtiéndose
esta colonia británica en el centro de irradiación en extremo oriente. En
agosto de 1920 eran treinta periódicos, pertenecientes a diecisiete naciones,
los que publicaban diversos artículos en torno al Día. En 1922 eran ya
veintiséis naciones y en 1928 serían treinta y dos, entre ellas Alemania,
Austria, Bélgica, Canadá, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Holanda,
Hungría, etc.[24].
El 17 de julio de 1921 escribía Montero a monseñor Tedeschini, nuevo
nuncio del papa en España, para presentarle su obra y manifestarle sus
sentimientos de adhesión, en nombre de los quince mil propagandistas, tanto de
España como del extranjero que formaban la gran familia de Ora et Labora,
sacerdotes, seminaristas y periodistas católicos seglares[25].
Esperaba que la obra mereciese del nuncio las mismas bendiciones y palabras de
aliento que había recibido de sus predecesores, los cardenales Vico y Ragonesi,
el primero de los cuales la apoyó en sus inicios, y el segundo en la creación
del Día de la Prensa Católica. Poco después visitaba Montero a Tedeschini en al
nunciatura; allí el nuncio le recomendó que utilizara el Día de la Prensa para
fomentar la adhesión y devoción al Romano Pontífice[26].
Montero se puso manos a la obra en este sentido, al comenzar la campaña de
preparación de la jornada, en junio del año siguiente, y al comunicárselo al
nuncio, nos ofrece una visión de lo que era el trabajo de esos días, con cuatro
imprentas funcionando a la vez, junto a la labor diaria de más de veinte
personas, enviando en esos días más de mil cartas a todas las provincias
españolas y doscientas treinta y cuatro al extranjero; el objetivo de Montero
era el de lograr que en todos los países en donde se celebraba el Día, al igual
que se hacía en España, se dedicara el 10% de la colecta al Dinero de San
Pedro, es decir, a la ofrenda monetario que se hacía en el día del apóstol al
papa[27]. El
nuncio, por su parte, alentó la obra, enviando una carta de aliento al acto de
propaganda del Día que tuvo lugar en Sevilla[28].
[1] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 731, f. 160.
[2] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 731, f. 151.
[3] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 731, ff. 140-141.
[4] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 731, f. 153.
[5] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 884, f. 219.
[6] La Cruzada de la Prensa, III, nº 4, pp. 1-4.
[7]
José-Leonardo RUIZ SÁNCHEZ, “Periodismo católico en Sevilla. De la Asociación
de la Buena Prensa…” en j. l. ruiz
sánchez (Ed.), Catolicismo y comunicación en la historia
contemporánea, Sevilla, 2005, p. 176.
[8] La Cruzada de la Prensa, III, nº 4, p. 4.
[9] Boletín Oficial del
Arzobispado de Toledo (en adelante BOAT), 17 de mayo de 1926, p. 156.
[10] ruiz sánchez, o.c., pp. 177-182.
[11] La Cruzada de la Prensa, III, nº 5, pp. 1-3.
[12] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 741, f. 14.
[13] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 741, ff. 3-44.
[14] Éste
se lamentaba, además, de que antes de lanzar al público su iniciativa, el
arzobispo de Zaragoza no lo hubiera consultado con el resto del episcopado, al
menos con los metropolitanos, y señalaba al nuncio la variedad de criterios
existentes sobre la cuestión entre los obispos, pues “salva la uniformidad de los de la Provincia ecca. de Zaragoza, que han
reproducido y hecho suya la de su venerable metropolitano, ya se revela otra
tendencia en la del Sr. Obispo de Lérida y nada digamos del Emmo. Cardenal de
Sevilla”. Véase ASV, Arch. Nunz. Madrid, b. 741, ff. 43-44.
[15] La Cruzada de la Prensa, V, nº 9, pp. 2-3.
[16] Esta
tenía su origen en una aspiración del episcopado español, expresada ya en la
primera Asamblea Nacional de la Buena Prensa, celebrada en Sevilla en 1904,
bajo la presidencia del primado Sancha, de tener una agencia católica de
información telegráfica y telefónica para el servicio de los diarios católicos.
La segunda Asamblea, en 1908, aprobó crearla, de modo que, obtenidos los
primeros recursos económicos, en mayo de 1909, se estableció en Madrid con el
nombre de Agencia de Prensa Asociada, con la doble tarea de proporcionar a la
prensa diaria española la información general en todos sus aspectos, así como
de atender preferentemente a todo lo relacionado con instituciones, actos y
personas católicas. Para velar sobre su funcionamiento se creo una junta,
formada por el arzobispo de Zaragoza como presidente, así como por los obispos
de Madrid-Alcalá, José María Salvador Barrera, y Jaca, Antolín López Peláez.
[17] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 713, ff. 23-24.
[18] El
asunto no se resolvió hasta 1919, cuando el arzobispo de Zaragoza accedió a que
la obra Ora et Labora recibiese todos los años la quinta parte de lo que el Día
de la Prensa produjese al Tesoro Nacional. Véase ASV, Arch. Nunz. Madrid, b.
741, ff. 72-73.
[19] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 713, f. 15.
[20] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 713, f. 16.
[21] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 713, f. 14.
[22] ruiz sánchez, o.c., pp. 183-192.
[23] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 713, f. 15.
[24] Ora et Labora, XXII, nº 67, p. 8
[25] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 884, f. 184.
[26] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 884, f. 188.
[27] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 884, f. 189.
[28] ASV, Arch. Nunz. Madrid,
b. 884, f. 191.
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