En la primera entrega dejábamos a Régulo en París, intentando lograr apoyos para un último intento de acabar de forma pactada la guerra.
Régulo volvió a Madrid, cuarenta y ocho horas antes de que cayera la
capital[1]; a
los pocos días le visitó la policía franquista, siendo detenido y conducido a
los sótanos de Gobernación. La principal acusación era la de su responsabilidad
en la creación de los tribunales populares y su relación con el
asesinato de un hermano de Serrano Suñer. De Gobernación pasó a la cárcel de las Comendadoras y de allí a la cárcel de Porlier, donde fue incluido entre los condenados a muerte. El 8 de junio de 1940 el Consejo de Guerra le condenó por un delito de adhesión a la rebelión, a la pena de muerte “y accesorias correspondientes para el caso de indulto”[2]. Intervino a su favor el vicario general de la Armada, quien logró la ayuda del obispo auxiliar de Toledo y provicario general castrense, Gregorio Modrego, quien se puso en contacto con el auditor de guerra, Eugenio Pereiro Courtier.
asesinato de un hermano de Serrano Suñer. De Gobernación pasó a la cárcel de las Comendadoras y de allí a la cárcel de Porlier, donde fue incluido entre los condenados a muerte. El 8 de junio de 1940 el Consejo de Guerra le condenó por un delito de adhesión a la rebelión, a la pena de muerte “y accesorias correspondientes para el caso de indulto”[2]. Intervino a su favor el vicario general de la Armada, quien logró la ayuda del obispo auxiliar de Toledo y provicario general castrense, Gregorio Modrego, quien se puso en contacto con el auditor de guerra, Eugenio Pereiro Courtier.
Finalmente le fue conmutada la pena de muerte, el 24 de mayo de 1941[3],
siendo trasladado, en junio, al castillo de Cuéllar, en Segovia, para cumplir
allí los años que le quedaban de condena. Desde Cuéllar fue trasladado a la cárcel
de Carmona, habilitada como cárcel para sacerdotes, donde se encontraban
prisioneros varios clérigos vascos. Allí colaboró en actos literarios y
culturales, permaneciendo un par de años hasta que, tras haberse ido
concediendo la libertad a los religiosos y quedar en ella tan solo seis
reclusos, fue clausurada, trasladándose a Régulo a la cárcel de Alfaro, en La
Rioja, para pasar después a Daroca, donde contaron con la atención y ayuda del
párroco y de la gente del lugar[4].
A finales de febrero de 1944 fue puesto en libertad, regresando a Madrid,
donde se puso en contacto con otros compañeros, comenzando una labor de
oposición al franquismo[5].
Pronto, unidos republicanos, socialistas, UGT y CNT, pusieron en marcha la
Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, a la que más tarde se unirían los
comunistas de la Unión Nacional Antifascista. Reunidos clandestinamente en la
calle de Luchana, se nombró a Régulo presidente y se redactó el primer
manifiesto de la Alianza. Poco después se produjeron contactos con la oposición
monárquica y de derechas al régimen[6]. Hubo
contactos más o menos oficiales a lo largo de los últimos meses de 1944 y 1945
y se cruzaron propuestas y contrapropuestas entre los interlocutores
monárquicos y antimonárquicos del interior, desempeñando, entre los primeros,
un papel importante los generales Aranda y Beigbeder y entre las izquierdas,
Régulo Martínez y Tomás Peire[7].
Régulo se reunió con Aranda y con Juan March, aunque no se logró llegar a
ninguna actuación práctica. En este marco conspirativo Régulo fue detenido el
22 de diciembre de 1944. Cumplió la nueva condena en las cárceles de
Guadalajara y Talavera de la Reina. El 18 de diciembre de 1949 se le ponía en
libertad condicional, con la obligación de presentarse en la Junta Provincial
de Libertad Vigilada[8]. En
toda la documentación referente a sus estancias en prisión siempre apareció, al
consignar su profesión, como sacerdote.
De nuevo libre, Régulo reinició su labor de clandestinidad[9].
Regresó a Madrid y puesto en contacto con antiguos correligionarios de partido
pudo trabajar como profesor de lenguas clásicas, filosofía y otras asignaturas
de la sección de Letras en sendas academias. En 1958 se creó Acción Republicana
Democrática Española (ARDE), en la que participó, encabezando Régulo la
actividad clandestina del interior. La composición inicial de ARDE estuvo
integrada por los miembros o adherentes a los grandes partidos de la época
republicana, fundamentalmente Izquierda Republicana y Unión Republicana[10].
Ante el profundo impacto que en el catolicismo supuso el Concilio
Vaticano II, Régulo colaboró con la revista Ibérica,
dirigida por Victoria Kent, comentando tanto los documentos conciliares como su
repercusión en España. Asimismo colaboró en la revista Signo de los jóvenes de Acción Católica. Régulo, hasta que la
intervención de monseñor Guerra Campos acabó con la experiencia, tenía una
sección en dicha revista, titulada El
Papa y el Pueblo. En los diferentes artículos escritos para Signo, manifestó su admiración por Juan
XXIII y Pablo VI, entusiasmándose por los aires renovadores del Concilio
Vaticano II, al que calificó de “el
acontecimiento más importante del siglo”[11], que venían a
darle la razón en muchos de los postulados que había defendido a lo largo de su
vida. En ellos Régulo se presentaba como cristiano progresista e iba comentando
los diversos aspectos de la doctrina conciliar, así como las diversas
intervenciones del Papa Montini.
A comienzos de los años setenta, ante la expectativa generada por el que
se adivinaba próximo fin del franquismo, Régulo mantuvo contacto asiduo con el
gobierno republicano en el exilio, así como con otros miembros de la oposición
interior. Tras la muerte de Franco, una de las máximas preocupaciones de Régulo
fue la de reivindicar la memoria del republicanismo español, tanto de aquellos
que tuvieron que marchar al exilio como de los que permanecieron en el país, ante
la ola de nuevos demócratas que iban surgiendo a la sombra de la Transición,
preocupación que plasmó en sendos libros, Republicanos
en el exilio, de 1976, y Republicanos
de catacumbas, escrito en 1977.
Dentro de la proliferación de nuevas siglas políticas al comenzar la
Transición a la democracia, Régulo se implicó en impulsar ARDE. Para hacer
propaganda de la misma se recurrió al periódico, publicado en México, República Española, contando con el
apoyo del gobierno republicano en el exilio desde París; Régulo colaboró desde
el inicio en dicha publicación, ya desde el primer número[12].
Contrario a la instauración de la monarquía, no dudó en felicitar al cardenal
Tarancón por la homilía pronunciada en los Jerónimos, a la vez que pedían al
prelado que se reconociera la legitimidad de los republicanos para denominarse
y actuar públicamente como tales[13].
Asimismo reforzó el contacto con otros grupos políticos, como los socialistas.
En octubre de 1976, entre el 9 y el 12, se pudo celebrar en el Hotel
Eurobuilding de Madrid el pleno preparatorio del congreso nacional de ARDE[14], en
el que Régulo pronunció el discurso de apertura[15]. En
dicho congreso se eligió un nuevo comité ejecutivo, con Francisco Giral como
presidente y Régulo como presidente vitalicio en activo, aprobándose una
declaración programática en la que se recogía el pensamiento sobre la situación
española del momento, a la vez que se pedía el pleno restablecimiento de los
derechos humanos y libertades, sin excepción, así como la puesta en vigor de los
estatutos de autonomía de Cataluña y el País Vasco y la culminación del
gallego. Asistieron unos doscientos participantes, representando a todas las
provincias españolas, así como al exilio, con delegaciones de París, México,
Venezuela y otros lugares[16]. ARDE
tuvo dificultades para ser legalizada, no pudiendo participar en las elecciones
del 15 de junio de 1977, y Régulo, una vez más, pasó a disposición judicial por
repartir panfletos por las calles. Tras la legalización definitiva, en
septiembre de 1977 pudieron celebrar el congreso nacional[17], en
el que se nombró a Régulo presidente de honor
en activo[18].
El viejo luchador tuvo aún fuerzas, en 1979, para presentarse como
candidato al Senado por ARDE[19].
Régulo Martínez, “historia viva del
republicanismo”[20],
falleció en Madrid en 1986. A pesar de su relevancia, su figura pronto quedó
relegada al olvido, un olvido injusto para quien dedicó su vida a luchar por la
libertad y la democracia.
[1] FRASER, Ronald: Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la Guerra Civil
española. Barcelona, Planeta DeAgostini, 2005, p. 685.
[2] Archivo Histórico Provincial de Toledo (en adelante AHP To)
65880.
[3] AHP To 65880.
[4] Régulo MARTÍNEZ SÁNCHEZ: Republicanos
de catacumbas. Madrid: Ediciones 99, 1977, pp. 87-111.
[5] Ibid., pp. 113-128.
[6] Javier TUSELL: La oposición
democrática al franquismo 1939-1962. Barcelona, Planeta, 1977, pp. 152-161.
[7] Ibid., p. 156.
[8] AHP To 65880.
[9] Régulo MARTÍNEZ SÁNCHEZ: Republicanos
de catacumbas. Madrid, Ediciones 99, 1977, pp. 145-149.
[10] República Española,
31-8-1976, p. 4.
[11] Signo 4-2-1967, p. 12.
[12] República Española,
15-12-1974, p. 2.
[13] República Española,
31-1-1976, p. 3.
[14] República Española,
15-11-1976, pp. 1-2.
[15] República Española,
30-11-1976, pp. 4-5.
[16] República Española,
31-10-1976, pp. 1-4.
[17] República Española,
15-8-1977, pp. 4-5.
[18] República Española,
30-9-1977, p. 1; 31-10-1977, pp. 1-5.
[19] ABC, 22-1-1979, p. 7.
[20] República Española,
15-11-1976, p. 1.
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