En alguna ocasión he manifestado que, como historiador, tengo el compromiso, en mi trabajo investigador, de recuperar del olvido a figuras que, por encontrarse entre los "perdedores de la historia", han quedado relegadas, marginadas u olvidadas. Entre ellas está Régulo Martínez Sánchez, cuya biografía aparecerá próximamente en un libro colectivo sobre sacerdotes republicanos en la España de los años treinta. Como anticipo, quiero compartir un resumen de su vida, esperando que, él, y otros como él, obtengan el lugar que les corresponde
Régulo Martínez junto a Federica Montseny (a su derecha)
Régulo había nacido el 30 de marzo de 1895 en la localidad toledana de
Cazalegas, donde su padre ejercía de médico
rural. El influjo de su padre sería decisivo a la hora de tomar conciencia de
las profundas injusticias sociales de la España de su tiempo. Régulo era el
decimotercero entre una prole de dieciséis hermanos. El sentido catolicismo de
su madre le llevó a él y a su hermano Marino al sacerdocio.
Cursó la carrera eclesiástica en el seminario diocesano de San Ildefonso
de Toledo, entonces universidad pontificia, ingresando en 1907. Obtuvo en los
cuatro años de latín la calificación de meritissimus
en todas las asignaturas, así como máximas calificaciones en filosofía y
teología, permitiéndole acceder a las becas concedidas a los estudiantes con
pocos recursos[1]. Coincidió su periodo de
formación con los pontificados de los cardenales Aguirre (1909-1913) y Guisasola
(1913-1920), ambos preocupados por la cuestión social, como Directores
Pontificios de la Acción Social Católica en España[2].
Régulo fue ordenado presbítero el 16 de marzo de 1918 y se le destinó la provincia
de Guadalajara, que entonces pertenecía en parte a la diócesis de Toledo,
ejerciendo en Centenera, como párroco de esta población[3].
Régulo la había obtenido mientras estudiaba tercero de Teología, presentándose
al concurso convocado por el cardenal Guisasola para la provisión de parroquias[4], celebrado
en 1917, con el fin de ayudar económicamente a su numerosa familia, pues como
él mismo decía, su padre, a pesar de ser médico “a la mayor parte de la gente no la cobraba o cobraba muy poco”[5].
Centenera era por entonces una parroquia de unos 400 habitantes[6]. Aquí
Régulo, ante la constatación de la pobreza de sus feligreses, que trabajaban de
sol a sol tierras pobres y arrendadas, fundó un Sindicato Católico Agrario, en
la línea de los que se estaban creando en muchas diócesis españolas, y así
poder obtener en el Banco madrileño de León XIII préstamos al cuatro por ciento
y montar a la vez una cooperativa en la que intercambiar productos con otros
sindicatos. A Régulo le indignó sobremanera el ejercicio de la usura, que
esquilmaba a los pobres campesinos. Al mismo tiempo fundó una biblioteca
popular en la propia casa parroquial, convertida en “la casa del pueblo”, adonde acudían los hombres a charlar y fumar
un cigarro al acabar el trabajo[7].
Organizó la catequesis, y en ella, con los chicos, preparaba comedias. La labor
de Régulo hay que inscribirla en el gran impulso que por esos años el cardenal
Guisasola estaba dando en la archidiócesis toledana a la implantación de
sindicatos agrícolas[8],
consecuencia de la preocupación por la cuestión social que había reflejado en
su pastoral La Justicia y la Caridad en
la organización cristiana del trabajo[9], definida como “el documento episcopal de su tipo más
progresista de la historia del catolicismo social español hasta entonces”[10]. En ella el
primado se postulaba a favor de la corriente más avanzada dentro del
sindicalismo católico, defendiendo la libertad del obrero para organizarse con
independencia absoluta de los patrones[11].
Régulo, junto al agradecimiento de sus feligreses, encontró la oposición
de los caciques locales[12],
quienes le denunciaron al arzobispo de Toledo como adscrito al socialismo. Régulo,
tras cuatro años en el pueblo, se instaló en Madrid, dedicándose a la enseñanza
de la literatura y psicología en el recién fundado Colegio de Huérfanos de
Médicos de Madrid. Allí se metió de lleno en la vida cultural de la capital, al
mismo tiempo que, sin dejar el ministerio, iba evolucionando hacia posturas
políticas de izquierda. A pesar de haber contado siempre con la autorización de
los sucesivos arzobispos de Toledo para residir en la capital, la llegada del
cardenal Segura a la sede primada en 1927, al exigir a Régulo que regresara a
la diócesis, a lo que se negó tajantemente, supuso un enfrentamiento entre
ambos, que sin duda influyó en la ruptura posterior con la jerarquía y el
alejamiento definitivo del ministerio sacerdotal.
En ese momento es cuando va a comenzar su actuación política. El doctor
Marañón, que le conocía por ser uno de los fundadores del Colegio de Huérfanos,
hizo que se le inscribiera en la Agrupación de Intelectuales al Servicio de la
República[13], en la que participó como
conferenciante. Atraído por la figura de Manuel Azaña, pasó a formar parte de
Acción Republicana. Nombrado vocal primero de la Junta Municipal de Madrid,
siguió perteneciendo a la misma después de la creación de Izquierda
Republicana. Régulo va a compaginar su dedicación cada vez más comprometida a
la política con una intensa labor cultural de conferenciante. Mantuvo contacto
con otros sacerdotes partidarios de la República, como Luis López-Dóriga,
Basilio Álvarez o García Morales[14].
Tras el golpe de estado del 18 de julio, Régulo, fiel a sus principios,
se mantuvo “del lado del pueblo”[15]. Encabezando una
representación de Izquierda Republicana
de Madrid, el 19 de julio se entrevistó con el presidente Azaña, defendiendo la
entrega de armas al pueblo[16].
Poco después se produciría un episodio que tras la guerra estuvo a punto de
costarle la pena capital, su intervención en los sucesos de la Cárcel Modelo[17]. En
efecto, ante el asalto de la misma, el presidente nacional de Izquierda
Republicana, Marcelino Domingo, le llamó para informarle del hecho, indicándole
que los embajadores de Inglaterra y Francia habían amenazado con reconocer a
Franco si no se controlaba la situación; el Gobierno había pedido que todos los
partidos del Frente Popular enviasen representantes a la Modelo para resolver
el problema, y dado que Régulo era mucho más conocido en Madrid que él, Domingo
le pedía que acudiese. Con bastante esfuerzo, Régulo logró llegar hasta la
cárcel, donde ya se habían producido varios asesinatos de derechistas. Reunidos
con el general Pozas, tras la alocución de éste tomó la palabra Régulo
señalando que lo ocurrido era perjudicial para la República y proponiendo que
se establecieran unos tribunales en los que el pueblo estuviera representado a
través de sus representantes políticos y organizaciones. La propuesta fue
aceptada por Pozas, quien la transmitió al Gobierno, dando así origen a los Tribunales
Populares. Que la creación de los mismos fue idea de Régulo y no una atribución
posterior por su parte, lo prueba tanto la acusación que pesó sobre él al
acabar el conflicto como la defensa que hizo en su favor, para librarle de la
pena capital, el sacerdote Juan Pablo López, al que logró sacar de la cárcel[18].
Otra de sus preocupaciones durante esos primeros meses fue la de
encontrar habitaciones para los refugiados que llegaban a la capital
procedentes de Extremadura y Toledo, ante el avance de las tropas nacionales[19]. Frente
a la marcha del Gobierno, Régulo apostó por movilizar a la población para que
siguiera defendiendo la capital, arengándola por un altavoz desde la terraza
del Círculo Mercantil de la Gran Vía[20].
Organizó un servicio de abastecimiento de alimentos entre Barcelona, Valencia y
Madrid, encontrándose en la ciudad condal durante los hechos de mayo de 1937,
en los que resultó herido[21].
Varias veces intervino junto a Rafael Alberti en el “Altavoz del frente”
y en actos populares en el cine Monumental, uno como orador y el otro como poeta,
con el objetivo de “llevar al cargado y
pasional ambiente guerrero auras de humanismo y poesía”[22]. A pesar de su defensa del Frente
Popular, Régulo empezó a mostrarse crítico ante el progresivo ascenso de los
comunistas y su propaganda que “intentaba
demostrar que “sólo existían los comunistas” (temiendo) que, en caso de ganar la guerra “proclamasen
otro régimen soviético de tipo estalinista”[23]. No le cabía duda
de que los comunistas habían contribuido a elevar y mantener al principio de la
guerra la moral de la población madrileña, pero le exasperaba el afán
acaparador de los mismos, de modo que, ante una intervención de Dolores
Ibárruri, en la que ésta alababa a los comunistas como los únicos defensores de
Madrid, tuvo que reivindicar que “no eran
los comunistas, sino el pueblo quien estaba luchando”[24]. Estas
prevenciones anticomunistas le llevaron a apoyar al coronel Casado, amigo
personal suyo, pues a la altura de 1939 Régulo pensaba que la guerra estaba
perdida, y como otros republicanos, temía que se produjese un enfrentamiento
armado entre los comunistas y los anarquistas, al mismo tiempo que conocía lo
que denominó obsesión comunista por proseguir la guerra hasta que estallase el
conflicto europeo[25].
A primeros de febrero de 1939 el coronel Casado pidió a Régulo que
viajara a París para pedir a Manuel Azaña que interpusiera su valimiento ante
los Gobiernos de Francia e Inglaterra para que intervinieran de cara a poder
concluir la guerra con las mejores condiciones posibles para los vencidos.
Reunida la Junta Municipal madrileña con la del Consejo Nacional, redactaron
una exposición sobre la situación por la que atravesaba Madrid[26]. Le
acompañó en el viaje Juan Albert, secretario de la Junta Provincial de Madrid, clave
para poder conseguir unos billetes de avión a Toulouse, desde donde se
encaminaron a París[27].
Allí les sorprendió el descubrir que en todos los locales oficiales o
semioficiales españoles ondeaba ya la bandera monárquica, así como de la
dimisión de Azaña como presidente de la República. Su sucesor, Martínez Barrio,
trató de disuadirles de que volvieran a Madrid, dando por perdida la causa
republicana. Tras visitar a Santiago Casares Quiroga, y tratar de lograr de
algún otro político ayuda económica para regresar a España, gracias a la que les
prestó Augusto Barcia pudieron regresar a España.
[1] Archivo de la Secretaría de Estudios del Seminario Conciliar de
Toledo, Expedientes de los alumnos,
M-1, s. n.
[2] Domingo BENAVIDES: El
fracaso social del catolicismo español. Barcelona, Nova Terra, 1973, pp.
93-106.
[3] Archivo Diocesano de Toledo, Parroquias,
personal, caja 1a.
[4] Boletín Oficial del
Arzobispado de Toledo (en adelante BOAT), LXXI, nº 13, 2 de julio 1917, pp.
222-225.
[5] Arxiù Historic de la Ciutat de Barcelona (en adelante AHCB),
Fonts Orals, Colección Ronald Fraser. Entrevista a Régulo Martínez Sánchez,
Madrid 1-5-1974, p. 1.
[6] Anuario Diocesano de Toledo
para el año MCMXXX, p. 161.
[7] AHCB, Fonts Orals, Colección Ronald Fraser. Entrevista a Régulo
Martínez Sánchez, Madrid 1-5-1974, pp. 2-3.
[8] Leandro HIGUERUELA DEL PINO: La
Iglesia en Castilla-La Mancha. La Diócesis de Toledo en la Edad Contemporánea
(1776-1995) Tomo II. Toledo, Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha,
2003, pp. 837-844.
[9] BOAT, LXX, nº 4, 16 de febrero 1916, pp. 61-107.
[10] William CALLAHAN: La Iglesia Católica en España (1875-2002).
Barcelona, Crítica, 2003, p. 114.
[11] Domingo BENAVIDES: Maximiliano
Arboleya (1870-1951) Un luchador social entre las dos Españas. Madrid, BAC,
2003, pp. 63-64.
[12] La oposición y continuos obstáculos por parte de los políticos y
caciques locales y comarcales era señalada por parte de los sacerdotes como
principal dificultad a la hora de implantar sindicatos agrícolas en los
pueblos. Régulo no sería el único sacerdote enfrentado a dichos caciques.
[13] AHCB, Fonts Orals, Colección Ronald Fraser. Entrevista a Régulo
Martínez Sánchez, Madrid 1-5-1974, p. 6.
[14] Sobre este grupo de sacerdotes, véase Marisa TEZANOS GANDARILLAS:
“El clero ante la República. Los clérigos candidatos en las elecciones
constituyentes”, Julio DE LA CUEVA y Feliciano MONTERO (eds.): Laicismo y catolicismo. El conflicto
político-religioso en la Segunda República, Alcalá de Henares, Servicio de
publicaciones de la Universidad de Alcalá, 2009.
[15]Ronald FRASER: Recuérdalo tú
y recuérdalo a otros. Historia oral de la Guerra Civil española. Barcelona,
Planeta DeAgostini, 2005, p. 83.
[16] Ibid., pp. 81-84.
[17] Ibid., pp. 230-232.
[18] ADT, Pontificados, cardenal Gomá y Tomás, caja 7, s. n.
[19] FRASER, Ronald: Recuérdalo
tú …, p. 229.
[20] Ibid., p. 352.
[21] AHCB, Fonts Orals, Colección Ronald Fraser. Entrevista a Régulo
Martínez Sánchez, Madrid 1-5-1974, p. 33-34.
[22] Régulo MARTÍNEZ SÁNCHEZ: Republicanos
en el exilio. Barcelona, Ediciones Personas, 1976, p. 96.
[23] FRASER, Ronald: Recuérdalo
tú…, p. 643.
[24] Ibid., pp. 360-361.
[25] Ibid., pp. 684-685.
[26] Régulo MARTÍNEZ SÁNCHEZ: Republicanos…,
pp. 13-14.
[27] Régulo MARTÍNEZ SÁNCHEZ: Republicanos
de catacumbas. Madrid, Ediciones 99, 1977, pp. 12-13.
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