sábado, 28 de enero de 2017

Asociación Española de Historia Religiosa Contemporánea (AEHRC)

Ayer, viernes 27 de enero, nos reuníamos en el Colegio Mayor Mendel de Madrid un grupo de historiadores e historiadoras contemporaneístas que venimos trabajando sobre el hecho religioso en la historia de España, para poner en marcha la Asociación Española de Historia Contemporánea (AEHRC). Un proyecto ilusionante que quiere elevar nuestro ámbito de trabajo al nivel de lo que se viene realizando en otros países de nuestro entorno, normalizando desde el punto de vista historiográfico unas investigaciones que en nuestro país se han visto, en gran medida por prejuicios nada científicos, con cierta prevención o menosprecio. 

El profesor Feliciano Montero explicando el proceso fundacional

A las 16,30 comenzaba la reunión, con la presentación de la Asociación y de la Junta Directiva provisional, presidida por el doctor Feliciano Montero. Tras la explicación del proceso fundacional y del Manifiesto redactado, se presentaron los estatutos de la Asociación. Se aprobó la propuesta de cuota de socio, con una cuota reducida para estudiantes y doctorandos y se fijo la fecha de celebración de la primera Asamblea General Ordinaria, en octubre próximo.
Después se explicaron los objetivos y tareas a corto y medio plazo, con exposición particular de algunos más concretos, como trabajar el conflicto político-religioso en el Sexenio revolucionario, la perspectiva de género y el ámbito de los archivos.
Más de treinta profesionales de la historia contemporánea, procedentes de todo el ámbito nacional, junto a colegas de Italia y Japón, a los que hay que añadir aquellos que por diversos motivos no pudieron acudir ayer a Madrid, dábamos los primeros pasos, pero esperamos que sean muchos los compañeros y compañeras que se sumen a este proyecto, que deseamos sea un verdadero servicio a la investigación histórica en España y, por lo tanto, a toda la ciudadanía.

sábado, 21 de enero de 2017

Cisneros, humanista

En este V centenario de la muerte del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, iré presentando alguno de los aspectos más destacados de su vida, para poder conocer al "mayor hombre de Estado que tuvo España", en palabras del historiador Joseph Pérez.

La labor cultural de Cisneros hay que enmarcarla en íntima conexión con sus afanes y deseos de reforma de la Iglesia en España. En este ámbito, sus dos grandes realizaciones fueron la Universidad de Alcalá y la Biblia Políglota. Con la creación de la Universidad de Alcalá, Cisneros se insertaba en una larga tradición de mecenazgo impulsada por los arzobispos toledanos, desde tiempos de don Gil de Albornoz, fundador del Colegio Mayor de San Clemente de Bolonia y continuada por don Pedro González de Mendoza, que protegió el surgimiento de estudios en Sigüenza, coincidiendo en el tiempo con la estancia seguntina de Cisneros1.
Alcalá fue el corazón de la reforma cisneriana, la universidad del humanismo español y de la Reforma católica en España, que permitió la regeneración de la Teología. Este era el objetivo inicial, servir de escuela para la formación sacerdotal. En Alcalá la ciencia preponderante debía ser la Teología. Las constituciones se inspiraron en las de París y los primeros profesores se habían formado allí. Una de sus mayores originalidades consistió en la ausencia de facultad de derecho, consecuencia de esta preeminencia teológica y de la aversión y desprecio de Cisneros hacia los pleitos, en lo que coincidía con muchos de los humanistas. Tan sólo se hizo un pequeño lugar para el derecho canónico, reservando dos cátedras para la medicina, en las que se alternarían Avicena con Hipócrates y Galeno. La Teología enseñada no seguía estrictamente ninguna de las escuelas en boga en ese momento, sino que daba entrada a las tres más importantes: tomismo, escotismo y nominalismo, aunque su mayor originalidad vino de su orientación preferentemente bíblica. Se fundó el colegio trilingüe de San Jerónimo, pues para poder estudiar la Biblia era preciso conocer bien las lenguas originales en las que había sido compuesta. Cisneros manifestaba de este modo el profundo amor que sentía por el estudio de la Sagrada Escritura, lo que le había llevado a iniciarse en el conocimiento de la lengua hebrea. El conocimiento de las lenguas orientales era reflejo del gran influjo que tuvo en Cisneros la figura y el pensamiento de Ramón Llull (conocido en Castilla como Raimundo Lulio); esto se manifestó también en la creación de una cátedra dedicada al estudio de su doctrina. Llull, admirado y leído por el cardenal, tuvo una importancia decisiva en algunas de las actuaciones y proyectos de Cisneros, entre ellas el espíritu de cruzada que le hizo soñar con un Mediterráneo cristiano y con la recuperación de los Santos Lugares.

Alcalá sería el auténtico vivero del eramismo español2, que alcanzaría tantísima importancia a lo largo del siglo XVI. Este erasmismo era ante todo una nueva actitud religiosa, más interiorista, más emotiva y retórica, una fe que se aplica a la vida. Algunos personajes fundamentales serían Francisco de Vergara, Miguel de Eguía, el helenista Álvar Gómez de Castro, futuro biógrafo del cardenal, y Juan de Vergara.
El fruto más importante de este amor al texto sagrado fue la Biblia Políglota, de una impresionante modernidad en su concepción, buscando volver a las fuentes. En ella trabajaron numerosos filólogos, algunos de origen converso. Arrancó la empresa en 1502, reuniendo en Alcalá un grupo de humanistas3, filólogos y orientalistas, entre los que había algunos conversos, como Pablo Coronel, quienes trabajaron siguiendo las pautas del arzobispo4; se consiguieron, por préstamo o compra, numerosos códices bíblicos, incluyendo Biblias hebreas. Con este material, se comenzó el trabajo y en 1511 uno de los mejores tipógrafos del momento, Arnao Guillén de Brocar se puso a fundir los elegantes caracteres griegos y hebreos. El primer volumen concluido fue el quinto, que contenía el Nuevo Testamento en griego, con el texto latino de la Vulgata5.
Asimismo, e íntimamente relacionado con ésto, para mejorar el nivel espiritual y cultural del clero, el cardenal hizo imprimir a su costa y distribuir libros de piedad y de devoción a sacerdotes, frailes y monjes reformados, introduciendo libros de espiritualidad, repartiéndolos también en los conventos de monjas. Cisneros promovió la traducción al castellano de numerosas obras, de modo que algunos escritos claves de la espiritualidad europea pudieron ser conocidos en España, gracias a su mecenazgo.
Otros grandes proyectos editoriales del cardenal se encaminaron a las obras de Alonso de Madrigal, El Tostado; de Ramón Llull (conocido en Castilla como Raimundo Lulio), cuyo influjo en el cardenal es profundo y evidente, y de Aristóteles6. Si bien no pudieron realizarse, demuestran el gran interés y preocupación que tuvo el cardenal por la cultura y el proveer de ediciones rigurosas que fomentaran el estudio y la investigación.


1A. FERNÁNDEZ COLLADO, "Mecenazgo universitario de los Arzobispos de Toledo", en AAVV, Los Arzobispos de Toledo y la Universidad española, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca 2002, pp. 49-66.
2F. J. ARANDA PÉREZ, "El influjo complutense, de Cisneros y Fonseca a Carranza", en I. J. GARCÍA PINILLA (coord.), Disidencia religiosa en Castilla la Nueva en el siglo XVI, Almud. Ediciones de Castilla-La Mancha, Toledo 2013, pp. 29-57.
3Más adelante, en 1517, el cardenal invitaría a acudir a España al propio Erasmo, que, sin embargo decidió no acudir, señalando que non placet Hispania. Véase M. BATAILLON, Erasmo...op. cit. pp. 77-78.
4Esto hizo que Antonio de Nebrija, al que el cardenal encomendó que estableciese el texto de la Vulgata basándose en los mejores manuscritos latinos, abandonara la obra, pues prefería realizar una nueva traducción latina.
5El siguiente volumen fue el sexto, como introducción al Antiguo Testamento, conteniendo un diccionario hebraico-caldeo, además de una gramática hebrea, realizada por Pablo Coronel, con índices explicativos de los nombres propios que aparecen en la Biblia. Los siguientes volúmenes, que abarcan del primero al cuarto, están dedicados al Antiguo Testamento.
6El proyecto pretendía presentar, de un modo similar a la Biblia Políglota, el texto en tres columnas, de modo que figuraran el original griego, la versión latina del mismo y una glosa del texto literal.

lunes, 9 de enero de 2017

Centenario del cardenal Cisneros

Entre las diversas efemérides que se van a conmemorar en el presente año 2017, sin duda, una de las más importantes será la celebración del V Centenario de la muerte de Francisco Jiménez de Cisneros, cardenal arzobispo de Toledo, regente de Castilla, confesor de Isabel la Católica y promotor de la reforma religiosa y de la renovación humanística en España. Un personaje clave para entender el paso de la Edad Media a la Edad Moderna en nuestro país, un asceta renovador de la vida religiosa, un humanista que fundó la Universidad de Alcalá y la Biblia Políglota, un hombre de Estado que buscaba el bien colectivo por encima de intereses particulares y egoístas. En definitiva, una personalidad poliédrica, rica, con muchos matices y perspectivas.


Aunque parece que sólo funcionamos a golpe de centenario, no cabe la menor duda de que estas conmemoraciones nos permiten recuperar, conocer, investigar y profundizar en algunas de las grandes figuras que jalonan nuestra historia. Cisneros es una de ellas, y el presente año puede ser una magnífica oportunidad para acercarnos a su poderosa personalidad. Cuando la vida pública española está teñida de tanta mediocridad, de tanto personaje gris y corto de miras, volver la mirada a alguien que poseyó el sentido de Estado y la grandeza de visión del cardenal de España, puede suponer un aliciente y un poderoso ejemplo. Un año, en el que, más allá de las celebraciones, exposiciones y encuentros académicos, es menester leer alguna de las estupendas y bien documentadas biografías de Cisneros, y de este modo, conocer, con sus luces y sus sombras, al humilde franciscano que llegó a lo más alto en la Iglesia y en el reino.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Navidad

Una de las tradiciones más arraigadas en nuestra cultura occidental es la celebración de la Navidad. Todos, o al menos la inmensa mayoría de las personas, se desean y felicitan una feliz Navidad. Pero, ¿saben realmente qué estamos celebrando? Porque si hay una fiesta cristiana que se ha secularizado profundamente, esa es la Navidad. Parafraseando al papa Francisco, las luces de las tiendas y de los centros comerciales han acabado por ocultar la auténtica Luz de la Navidad. Es por ello por lo que urge, a los creyentes, redescubrir el auténtico sentido de estos días, y hacerlo por el medio privilegiado que suponen las celebraciones litúrgicas, tan ricas y expresivas, que la Iglesia nos ofrece.

El Nacimiento (Federico Barocci) 
Si la Navidad es algo, es precisamente celebrar que el Hijo de Dios, asumiento verdadera y realmente nuestra humanidad, ha venido al mundo para manifestarnos el amor de Dios, para hacer presente la salvación que se había anunciado a Israel y para, mediante un admirable intercambio, hacernos hijos de Dios. Él se abaja, para que nosotros seamos enaltecidos; Él se hace humano, para que nosotros seamos divinizados; Él se hace mortal, para que nosotros alcancemos la inmortalidad. Jesús, el Cristo, el Mesías prometido, el hijo de David, se hace compañero de camino de la Humanidad, y de cada ser humano, en el camino de la Historia. Nadie queda excluido de esta salvación universal, salvo que se quiera excluir. El Hijo de Dios viene a abrazar a cada persona, en su realidad concreta, con sus luces y sus sombras, para sanar las heridas del mal y del pecado, para restañar nuestros corazones rotos y fragmentados, para restablecer nuestra dignidad, elevándonos de simples criaturas a hijos de nuestro Creador.
Navidad es la llegada a raudales del amor de Dios al mundo. Por eso su celebración es causa de alegría, de gozo, de auténtica esperanza. Por ello, frente a unas fiestas de alegrías falsas e impostadas, de consumismo desenfrenado y de vacío oculto por guirnaldas y ruidos, hemos de reivindicar, pero ante todo, hemos de vivir, la auténtica Navidad que supone que el Hijo de Dios venga a nuestros corazones y nazca en lo más profundo de nuestro ser, irradiando su salvación. Y así, sí que será una auténtica celebración de luz, para nosotros, y para los que nos rodean.

sábado, 10 de diciembre de 2016

Domingo de Gaudete

El tercer domingo de Adviento es denominado de Gaudete por las palabras de la antífona de entrada de la misa del día, tomadas de la carta de San Pablo a los Filipenses, "estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca" (Flp 4, 4.5). Y, en efecto, ésta ha de ser la tónica del día: la alegría, una alegría desbordante, que se cimenta en la próxima celebración de la Navidad. De algún modo, anticipamos la alegría de las fiestas navideñas, renovando nuestro anhelo ante la proximidad de la llegada del Señor, mientras seguimos, instados por la Palabra de Dios, en proceso de conversión.
Los signos litúrgicos nos hablan de esta alegría: el sacerdote se reviste con casulla rosa, el altar puede estar adornado con flores y se permite emplear la música de órgano sin que tenga que sostener el canto.



En este domingo, 11 de diciembre, las lecturas, que corresponden al ciclo A, nos presentan, en primer lugar, un hermoso texto del profeta Isaías (Is 35, 1-6a.10) en el que se proclama la alegría ante la restauración de Israel, en un contexto que presupone el exilio, y que nos evoca un segundo éxodo. Dios actúa en favor de su pueblo salvándole, rescatándole, dando un mensaje de consolación que anuncia a los que más han sufrido, ejemplarizados en los ciegos, sordos, cojos y mudos, serán los primeros que recibirán las bendiciones, y todo desbordará gozo y alegría.
El anuncio del profeta de la venida de Dios en persona, venida que imploramos en el salmo, se ha realizado en Cristo. En Él, tal y como se nos narra en el evangelio de Mateo que hoy escuchamos (Mt 11, 2-11) se ha cumplido, mediante sus signos y milagros, de un modo pleno, lo proclamado por el profeta. Estos signos no son sólo para Juan una verificación de que Jesús es el Mesías, sino que, para todo creyente, se convierte en un motivo de seguridad y de esperanza. Aunque el mal siga presente en el mundo, Cristo ya ha vencido al mal, y el cristiano ha de proseguir realizando estas señales de la presencia salvadora de Jesús mediante el compromiso en la construcción de un mundo más justo y solidario, prestando especial atención a los marginados, a los que sufren, a los pobres de todo tipo de condición. Los milagros de Jesús no son un fin en sí mismos, sino el aval de que se anuncia la Buena Nueva. La Iglesia prolonga esa acción de Cristo a través del servicio y entrega a los más pobres, consciente de que ellos son su principal riqueza, y que esta atención es el aval de que sigue anunciando, gozosa, con palabras y obras, la salvación que ha venido a traer el Mesías.
Pero hasta que esta salvación no se realice de un modo pleno con la vuelta gloriosa del Señor al final de los tiempos es preciso cultivar la virtud de la paciencia, al modo como el labrador espera la llegada de los frutos de la tierra, entre la bendición de Dios, expresada en la lluvia, y su propio esfuerzo personal. Y esta actitud, a la que nos insta el apóstol Santiago en la segunda lectura (Sant 5, 7-10), ha de ser vivida también de modo individual en nuestra preparación a la Navidad.
Por tanto, dos son las grandes actitudes a las que se nos invitan en este domingo: alegría y paciencia. Dos actitudes que, por otro lado, escasean en nuestra sociedad, ahíta de inmediatez y, en tantas ocasiones, sumida en la tristeza, por más que ésta se envuelva en los oropeles de una aparente alegría. Es Cristo, que obra poco a poco, por medio de la fuerza del Espíritu, en nuestros corazones, el que es capaz de darnos la verdadera alegría, aquella que nada ni nadie nos podrá arrebatar. María, que esperó pacientemente el nacimiento de su Hijo, preparándose con esperanza a este acontecimiento, es también la Mujer llena de Alegría, porque está plena de la Gracia de Dios, Gracia que es gozo perfecto y desbordante.