Comparto mi columna del pasado miércoles en La Tribuna de Toledo
A pesar de que aún perviva en cierto imaginario colectivo la idea de la Edad Media como un periodo oscuro, tenebroso, la realidad, más allá del mito –nacido entre los humanistas del Renacimiento, que reivindicaban el latín clásico y rechazaban ese periodo medio transcurrido entre los grandes autores grecorromanos y ellos- es que los mil años pasados entre el fin del Imperio Romano de Occidente y la conquista de Constantinopla por los turcos, límites simbólicos del periodo, fueron una etapa rica, compleja, diversa, en la que convivieron, como en toda época humana, como ocurre con la nuestra, luces y sombras, y en la que el genio humano produjo algunas de sus mejores obras, desde la arquitectura de las catedrales góticas a las elucubraciones de la reflexión filosófica.
Es preciso superar esos viejos y falsos tópicos sobre el
Medievo. Algo que sólo se logrará adentrándonos en esos siglos fascinantes. Uno
de los lugares comunes es la idea de que las mujeres no tuvieron apenas
importancia. Y, sin embargo, además de las figuras que conocemos por la
historia política, como Urraca de Castilla, María de Molina o Isabel de
Portugal, por ceñirnos al ámbito hispánico, o las que aparecen en el santoral,
como Catalina de Siena o Brígida de Suecia, reformadoras y fundadoras, tenemos
también un elenco de mujeres que se dedicaron a la cultura, a escribir y crear
obras literarias, científicas o filosóficas. El ideario educativo medieval, en
una de sus obras más logradas, el De
eruditione filiorum nobilium, de Vicente de Beauvais, basándose en el libro
del Eclesiástico, afirmaba rotundamente la necesidad de educar a las hijas.
Entre los ejemplos más señalados tenemos, en época carolingia
a Dhuoda, autora de un manual para formar príncipes. Por el siglo XI, Trótula
de Salerno escribió un libro sobre las dolencias de las mujeres que se usó como
texto de medicina hasta el XVI. En la corte francesa del rey Carlos VI, destacó
la genial Cristina de Pizan, autora de más de veinte obras, entre las que
destacó La ciudad de las damas,
defendió el acceso de las mujeres al conocimiento; en sus poesías expresó su
situación vital, como refleja el verso “Solita estoy y solita quiero estar”.
Muchas de ellas, así como sus baladas, se hicieron muy populares. En el ámbito
monástico germánico encontramos figuras como Hrotsvitha de Gandersheim, autora
de obras de tinte dramático, que ensalzaba las virtudes femeninas; Herralda de
Hohenburg, que compuso la que puede considerarse la primera enciclopedia
escrita por una mujer, su Hortus
deliciarum y la difícilmente catalogable, por su desbordante personalidad y
fecundidad creativa, Hildegarda de Bingen.
Hildegarda de Bingen |
¿Edad Media, oscura?
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