domingo, 12 de enero de 2020

Fiesta del Bautismo del Señor

Este domingo concluimos el ciclo de Navidad con la celebración del Bautismo del Señor. En las aguas del Jordán el Padre presenta a la humanidad a su Hijo, en el que pone toda su predilección, todo su amor. Hoy se nos invita a escuchar al Espíritu, a seguir al Hijo y a entrar en comunión con Dios. Lo que había sido roto por el pecado de Adán viene hoy recompuesto, restañado, por la encarnación y el sacrificio del Hijo. Hoy, junto al río Jordán, el cielo se abre y se puede escuchar la voz del Padre: aquel siervo tan esperado, que Isaías anunció, es Jesús. El Espíritu Santo, en forma de paloma, evocación del texto del Génesis sobre el fin del Diluvio, desciende sobre Él y mora en Él. No hay ninguna posibilidad de duda: la humanidad, finalmente, puede reencontrarse con Dios, un Dios que no hace acepción de personas, sino que, en Jesús, se ofrece para ser Señor de todos. Él se ha metido en la fila de los pecadores que piden el bautismo para estar en medio de nosotros, para poder acercarse a todos. Sin excepción. Hoy también pasa, bendiciendo, sanando, liberando a todos los que están bajo el poder del mal, del pecado, del demonio, porque Dios está con Él. Porque Dios, por Jesús, está con nosotros. No sólo nos ha liberado, sino que, lavados en las aguas bautismales, nos ha elevado a la condición de hijos. Hoy también es un buen momento para evocar nuestro bautismo y lo que significa, renovando nuestra vocación a la santidad, a la perfección del Amor.

El Bautismo de Jesús (Bartolomé Esteban Murillo)
La primera lectura, del libro de Isaías (42,1-4.6-7) presenta al Siervo de Yahveh, en el que Dios se complace, llamado a una misión de liberación, de cura de las heridas del pueblo, misión que rompiendo el marco estrecho del pueblo de Israel, se extiende a todas las naciones.
El salmo 28 recuerda la paz con la que Dios bendice a su pueblo y nos invita a la alabanza divina.
San Pedro, en el fragmento del libro de los Hechos de los Apóstoles que proclamamos (10,34-38) recuerda que esta paz que hemos cantado en el salmo ha sido anunciada por Jesús, la Palabra que Dios ha enviado a los hijos de Israel y cómo todo se inició en Galilea tras el bautismo de Cristo. El apóstol nos ofrece, a imagen de Jesús, todo un programa de vida: pasar haciendo el bien y curando las heridas de nuestros hermanos, tanto del cuerpo como del espíritu.
El Evangelio de Mateo (3, 13-17) nos narra el hecho del bautismo de Jesús, con la resistencia previa de Juan a realizarlo y la teofanía posterior al mismo, con la manifestación de la Trinidad. Se inicia así el ministerio público de Jesús, que seguiremos contemplando a lo largo del Tiempo Ordinario que comienza mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario