METZ
YEGHERN
Hoy es una de esas
fechas que deberían estar grabadas a fuego en nuestros corazones. Un día fatídico,
en el que comenzó el primero de los grandes genocidios que azotaron el mundo
durante el siglo XX. Un 24 de abril de 1915 se iniciaba el Metz Yeghern, el
Gran Mal, tal y como lo llamaron los armenios que lo sufrieron. Ese día empezó
la masacre de la población armenia y de otras minorías cristianas que vivían en
el Imperio Otomano. Ignoramos las cifras exactas, sobre las que existe una dura
polémica. Cientos de miles de personas, millones probablemente, fueron
masacradas, exterminadas o deportadas; niños y ancianos, mujeres y hombres,
campesinos e intelectuales, comerciantes y obispos. Nadie se libró. Sólo por
ser distintos, por pertenecer a otro pueblo, por rezar a otro Dios. Por ser un
Otro al que no se podía tolerar, con el que no se podía convivir. Por
considerar que eran una amenaza para la supervivencia del Imperio en el
contexto terrible de esa inútil matanza que fue la Gran Guerra de 1914.
Durante decenios ha
sido un genocidio olvidado. Sólo recientemente, a raíz de nuevas
investigaciones y, sobre todo, del esfuerzo del pueblo armenio para que su
memoria no desapareciera, especialmente en el centenario, hemos podido conocer
la magnitud de la masacre. Y el destino de los supervivientes, mujeres y niños
entregados a familias turcas y obligados a convertirse al Islam.
Olvidar es asesinar
doblemente. Por eso hoy es preciso mirar atrás, volver los ojos a aquellas
poblaciones de la vieja Armenia, arrasadas; a las columnas de deportados en
condiciones inhumanas, abandonadas a las crueldades de los kurdos y a las
inclemencias de la naturaleza; al patrimonio cultural bimilenario
sistemáticamente aniquilado.
Olvidar es arriesgarnos
a repetir la Historia. Porque siempre existe la posibilidad de negar al que
piensa diferente, al que es distinto, al que no cuadra con nuestro modo de ver
el mundo. Y de negar que se pueda disentir, se pasa a negar la existencia al
que disiente. El siglo XX ha vivido demasiados de estos episodios. Estos días,
también en nuestro entorno, vemos como reaparecen actitudes que tratan de
acallar al que piensa de modo diverso. Se puede, y se debe, discrepar de las
ideas distintas u opuestas a las nuestras, pero no es admisible criminalizar a
las personas.
Recuerden. Todo empezó
un 24 de abril con los armenios.
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