La prensa católica
El 15 de febrero de 1924 escribió el cardenal al nuncio Tedeschini
informándole de la convocatoria de la Asamblea Nacional de la Prensa Católica. Como
señalaba Reig en la convocatoria oficial que firmó el 11 de febrero, personas y
entidades relacionadas con la prensa católica le habían sugerido la idea de
reanudar las asambleas que habían comenzado a reunirse en Sevilla y Zaragoza y
que habían dado resultados muy positivos, no sólo con la multiplicación de
periódicos y revistas, sino también con el surgimiento de instituciones como
Ora et Labora, la Agencia de Información “Prensa Asociada”, el Tesoro de la
Buena Prensa, la Cofradía de Legionarios y el Día de la Prensa Católica. La
reunión pretendía poner las bases de la coordinación de todos los elementos que
integraban la prensa católica, en sintonía con los planteamientos expuestos por
él mismo al comunicar el encargo recibido de Roma de dirigir la Acción Católica.
El comité organizador estaba formado por el obispo auxiliar, Rafael
Balanzá como presidente; el deán José Polo Benito, como vicepresidente; Ramón
Molina, director de El Castellano,
tesorero; secretario, Sixto Moraleda y como vocales, Pablo Sáenz de Barés,
director de la Prensa Asociada; Pedro Dosset, de la comisión de custodia del
capital de la Agencia Católica de Información e Ildefonso Montero.
Montero había sido el fundador de la obra Ora et Labora, destinada a
promover la prensa católica, de un modo especial a través del Día de la Prensa
Católica, que
se celebraba el 29 de junio, solemnidad litúrgica de los santos apóstoles Pedro
y Pablo; era
asiduo participante en congresos internacionales, en los que también intervino
como conferenciante, como en el de Lugano, en agosto de 1924, donde propuso la
creación de una estación emisora, internacional y políglota, de telefonía
inalámbrica. En 1925, con el
beneplácito del cardenal arzobispo de Sevilla, Montero se trasladaría a Toledo,
llevando consigo la institución Ora et Labora, junto con todas sus obras.
Ildefonso Montero
En marzo el cardenal presidió en Madrid, en el palacio de Cruzada, la
primera junta general preparatoria de la Asamblea. Reig
expuso el objeto de la misma, esperando que, a pesar de la larga interrupción
sufrida en la celebración de las Asambleas de Prensa, fuera un éxito. Se
preparó un cuestionario con diversas preguntas sobre los periodistas, las
publicaciones, las uniones prácticas, así como acerca de la creación de una
comisión permanente. Los trabajos que se presentasen debían ser de dos tipos:
memorias, más o menos extensas, con sus correspondientes conclusiones, y, en
segundo lugar, conclusiones en forma de proposiciones a la Asamblea.
Al firmar la circular sobre la celebración del Día de la Prensa, el 28 de
mayo, el primado invitaba a los fieles de la archidiócesis a que debido al
hecho de tener lugar en la misma la Asamblea Nacional, dicho Día se celebrara
con excepcional interés y celo por su fruto más copioso, por lo que invitaba a
todos a redoblar esfuerzos y generosidad ante la necesidad de atender con las
oraciones, la propaganda y la ayuda económica a los que “luchan incesantemente por la buena causa (de la prensa católica)”. El
14 de ese mismo mes había recibido una carta del cardenal secretario de Estado,
en la que Gasparri señalaba el interés del papa por el fomento de la prensa
católica, y recordaba al primado como ésta tenía una verdadera misión
doctrinal, como auxiliar de la tarea de los obispos, de modo que a ellos estaba
subordinada, a la vez que la consideraba “un
verdadero apostolado contra el escepticismo de la pseudociencia naturalista,
positivista y atea”.
El día 12 de junio comenzaba en Toledo la Tercera Asamblea Nacional de la
Prensa Católica, prolongándose a lo largo de los días 13, 14 y 15, concurriendo
a la misma una nutrida representación del episcopado español y de profesionales
del periodismo, entre los que abundaban sacerdotes, celebrándose las sesiones
en el seminario conciliar. La
mañana del primer día fue dedicada a la celebración de un retiro espiritual
para periodistas y propagandistas, dirigido por el padre Remigio Vilariño. Por
la tarde, bajo la presidencia del primado, acompañado de los obispos de Málaga,
Coria y el auxiliar de Toledo, tuvo lugar la sesión de apertura, en la que,
tras las palabras de saludo del deán de Toledo, José Polo Benito, pronunció un
discurso Manuel Simó Marín, fundador del Diario
de Valencia. El segundo día, antes de las reuniones por grupos, el obispo
de Málaga presidió en la capilla del seminario una misa de comunión, en la que
predicó sobre la caridad entre los católicos; esa tarde, Ángel Herrera Oria dio
una conferencia. Al día siguiente, el encargado de pronunciarla fue Manuel
Senante, director de El Siglo Futuro,
quien habló acerca de la prensa católica según las enseñanzas de los papas. El
obispo de Jaca, en la plática de la misa de comunión del último día, se refirió
a la necesidad de la unión entre todos los católicos. Por la tarde, en la
sesión de clausura, fueron leídas por parte de Ildefonso Montero, como
secretario general, las conclusiones de la Asamblea, y tras su ratificación, el
padre Luis Urbano resumió la labor realizada esos días, animando a todos,
sacerdotes y periodistas, a seguir “combatiendo”
en el campo del periodismo.
En la reunión toledana se discurrió por cauces distintos a las anteriores
Asambleas, oficializándose la denominación prensa católica, se ratificó la
labor desarrollada desde los seminarios, la importancia de las hojas
parroquiales repartidas gratuitamente; se propuso fundar una revista infantil
nacional y que los colegios de secundaria contasen con su propia publicación;
la creación de una agencia de publicidad y la potenciación del Día de la Prensa.
A partir de este momento, Reig comenzó a dar pasos para concretar lo
anunciado en febrero de 1924, al hacerse cargo de la dirección de Acción
Católica, compromiso personal ratificado en la clausura de la Asamblea. El
tema fue abordado en algunas de las reuniones celebradas por los metropolitanos
tras la Asamblea de Toledo. En
la reunión de los metropolitanos, celebrada en Madrid, en el palacio de
Cruzada, los días 25 al 27 de noviembre de 1924, se acordó que el cardenal Reig
constituyera la Junta Nacional de la Prensa Católica, determinara sus
atribuciones y señalase los medios de subsistencia; la Junta daría cuenta de su
gestión a los metropolitanos cada vez que estos se reunieran. En
la siguiente conferencia, celebrada igualmente en Madrid, entre el 31 de marzo
y el 1 de abril de 1925, los metropolitanos fueron informados por el primado de
sus trabajos para la constitución de la Junta y de las gestiones que estaba
realizando, así como las atribuciones que tendría, entre las que se incluían el
intervenir en la Agencia Católica nacional, la Agencia Católica internacional,
las nuevas publicaciones que conviniera crear o fomentar, como una femenina y
un rotativo de la noche, así como la coordinación de las diversas obras de
prensa; todo ello contó con el asentimiento de los metropolitanos.
Asimismo, como ya hemos visto, de acuerdo con el cardenal Ilundain, arzobispo
de Sevilla, la dirección y organización del Día de la Prensa y la propia
institución Ora et Labora se trasladaron a Toledo,
siendo nombrado su director, Ildefonso Montero, dignidad de tesorero del cabido
de la catedral primada. De
este modo la XI edición del Día de la Prensa Católica se organizaría ya desde
Toledo.
El cardenal Reig y Casanova
El 9 de noviembre de 1925 el cardenal Reig firmaba el decreto por el que
se creaba la Junta Nacional de Prensa Católica, cuyos fines eran ejecutar los
acuerdos de las tres Asambleas Nacionales de Prensa, además de preparar la
Asamblea siguiente, coordinar e inspeccionar todas las entidades y obras de la
prensa católica española, junto al cumplimiento de los cometidos que, en
relación con la prensa, le hiciese el Director Pontificio de Acción Católica;
se compondría de un presidente, un vicepresidente, un tesorero, un secretario y
varios vocales designados por el cardenal, más otro vocal elegido por los
periodistas católicos de España; se reuniría en pleno cuatro veces al año,
funcionando permanentemente una comisión delegada; anualmente daría cuenta al
primado de la gestión durante el año anterior. El
presidente sería el recién preconizado obispo de Salamanca, Francisco Frutos
Valiente; el vicepresidente, José Luis de Oriol, fundador de la editorial
Voluntad, de Madrid; tesorero, Carlos Rodríguez Sampedro, presidente del
consejo de administración del diario Región
de Oviedo; secretario, Ildefonso Montero, tesorero de la catedral de Toledo,
constituyendo todos ellos la comisión delegada; los vocales eran Ramón Albó,
Francisco Javier de Aznar, el conde de Casal, Rafael Marín, el marqués de
Pidal, Luis Martínez Kleisser, José de Medina Togores y César de la Mora
Abarca; la junta constituyó su domicilio social en el palacio de la Cruzada, en
la plaza del conde de Barajas, 8, de Madrid. Al año siguiente, en octubre, al
reorganizarse la Acción Católica española, con el fin de coordinar y concertar
una acción común, la Junta Nacional de Prensa Católica quedaría incorporada al
organismo único de la Acción Católica, en el que se integraban todas las
asociaciones existentes.
El 4 de mayo de 1926 al escribir la circular sobre el Día de la Prensa
Católica, recordaba Reig que ese año se cumplía su décimo aniversario y cómo
había pasado ya a ser, entre los católicos españoles, una jornada destinada
reflexionar sobre los deberes que les incumbían para con la prensa católica, el
medio, a su juicio “más eficaz para
preservar o sanear la mentalidad del pueblo” e insistía en su íntima
conexión con la Acción Católica, lo que había determinado que la dirección y
organización del Día se trasladase a Toledo. Reig,
agradeciendo la labor realizada hasta entonces por el arzobispo hispalense,
trataría de imitarle y se proponía promover la celebración, para lo que
consideraba indispensable el tener extendida por toda España la red de una
prensa robusta y coordinada. El 19 de marzo de 1927 escribía el cardenal Reig
sobre el Día de la Buena Prensa de ese año, insistiendo en que no se podía
concebir una Acción Católica robusta, organizada y armónica, tal y como quería
el papa y él mismo procuraba, si no se contaba, como instrumento de desarrollo
de la misma, de una prensa católica adecuada, invitando por ello, y siguiendo
la finalidad de la jornada, a la oración, a la propaganda y a la realización de la colecta, animando a la
creación de las juntas locales de preparación que, a los actos religiosos y
colecta unieran otros de propaganda, a que en las capitales de las diócesis se
unieran los periodistas católicos en una asociación profesional o en una
hermandad bajo la protección de san Francisco de Sales.
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