miércoles, 8 de julio de 2015

Historia de la Institución Teresiana (1911-1936)

Francisca Rosique (ed.), Historia de la Institución Teresiana (1911-1936), Sílex, Madrid, 2014, 583 pp.

Uno de los ámbitos de la historiografía española aún más necesitados de investigación es el del papel que las mujeres católicas desempeñaron en el origen y crecimiento del movimiento feminista en España a comienzos del siglo XX, papel en modo alguno irrelevante y que condujo a iniciativas que tuvieron un gran auge y desarrollo, como fue el surgimiento de la Acción Católica de la Mujer, promovida por el cardenal primado Victoriano Guisasola en 1919. Entre los principales pioneros en la promoción de las mujeres está el sacerdote Pedro Poveda Castroverde (1874-1936) con la fundación de la Institución Teresiana en 1911, obra original y profundamente renovadora, que permitió que un gran número de mujeres accediera al mundo de la cultura, la investigación y la docencia, y pasaran a formar parte de las élites científicas y educadoras del país. Pedro Poveda selló con su sangre su compromiso sacerdotal y cristiano en favor de las mujeres, pero su obra, expresión de una vida reconocida por la Iglesia mediante su canonización, sigue viva, extendida por todo el mundo. Junto al padre Poveda emerge otra gran figura, la de la maestra Josefa Segovia Morón (1891-1957), que sería la primera directora general de la Institución. Sin embargo, hasta ahora, carecíamos de un estudio riguroso sobre los orígenes y desarrollo de dicha Institución. Es esta laguna historiográfica la que viene a llenar el presente libro, publicado cuando apenas han pasado tres años de la celebración del primer centenario de la fundación.

La obra ha sido dirigida y editada por la doctora en Historia Contemporánea y directora de la Cátedra Pedro Poveda de Historia de la Institución Teresiana, Francisca Rosique Navarro. La doctora Rosique, cuya obra investigadora se ha centrado en el primer tercio del siglo XX español, especialmente en temas relacionados con la Segunda República, como la reforma agraria, los grupos de presión o figuras del feminismo tales como María de Echarri, ha coordinado a un grupo de diversas investigadoras, tanto de España como de Italia y América, que, desde diferentes ángulos, nos presentan el origen y desarrollo de la Institución Teresiana durante su primera etapa, hasta el momento en que, con el asesinato del padre Poveda en el Madrid revolucionario de 1936, sea preciso iniciar un nuevo periodo, ya sin el aliento e inspiración del fundador. Las autoras que colaboran con la doctora Rosique son Carmen Aparicio, de la Universidad Gregoriana de Roma; Carmen Cabezas, de la de Salamanca; Camino Cañón, de la Universidad Pontificia Comillas; Anna Doria, profesora en liceos de Turín y Roma; Consuelo Flecha, de la Universidad de Sevilla; Berta Marco, de la Fundación Castroverde; María Guadalupe Pedrero, de la Universidad Estatal Paulista de Brasil; María Dolores Peralta, de la Escuela Universitaria de Magisterio ESCUNI; Mercedes Samaniego, de la Universidad de Salamanca y Ángela del Valle, de la Complutense de Madrid.
De la mano de estas autoras, prestigiosas especialistas en sus ámbitos de investigación, entramos en contacto con los problemas y dificultades iniciales de una obra católica moderna, que animaba a las mujeres que se internaban en el mundo de la cultura, de la investigación o de la política y que se planteaban y trataban de vivir su misión de seglares en el seno de la Iglesia. Nos acercamos así no sólo al padre Poveda y a Josefa Segovia, sino también al grupo de sus colaboradoras y colaboradores más cercanos, como Antonia López Arista, Isabel del Castillo, Carmen Cuesta, Josefa Grosso, María de Echarri, Gonzalo de Figueroa, Miguel Vegas y un largo etcétera. Nos aproximamos también a aquella España de la Restauración, a los niños y jóvenes a los que se ofrecía no sólo la alfabetización, sino también una educación integral que les llevara a su pleno desarrollo personal, desde un profundo compromiso cristiano. Recorremos cómo desde sus orígenes humildes, superando numerosas dificultades y problemas, la Institución logró asentarse y más tarde expandirse fuera de España, logrando, a mediados de los años treinta, una vitalidad capaz de superar la muerte del fundador.
Francisca Rosique escribe los cuatro primeros capítulos, Contextos para una obra nueva; De los comienzos a la consolidación; Otras asociaciones de la Institución Teresiana y Relación de la Institución Teresiana con la Acción Católica. El capítulo V, de Ángela del Valle, Una propuesta educativa en las primeras décadas del siglo XX, aborda la renovación pedagógica de comienzos de la centuria, así como las aportaciones en este campo del padre Poveda. María Dolores Peralta, en el siguiente capítulo, Realidad educativa de IT en los años veinte: crecimiento, consolidación y nuevas aportaciones, desgrana el desarrollo de las residencias femeninas de estudiantes, así como los estudios de las academias teresianas y la creación en 1923 del Instituto Católico Femenino. El capítulo VII, escrito por Mercedes Samaniego, nos presenta La acción educadora en la Segunda República (1931-1936), con los desafíos planteados por la legislación republicana y las soluciones que se buscaron. Consuelo Flecha, en el VIII, Un feminismo católico con perfiles propios, aborda el estudio, incorporado por las nuevas corrientes historiográficas, de los movimientos católicos femeninos, que ponen de manifiesto el dinamismo de unas mujeres a las que su compromiso católico las llevó a implicarse en proyectos confesionales de carácter colectivo desde fines del siglo XIX. En el capítulo IX, Aportación de Poveda a la controversia ciencia-fe: una perspectiva de integración, Camino Cañón arroja luz sobre la recepción de las nuevas ciencias en la España de comienzos de siglo y nos muestra cual fue la postura y aportación de Pedro Poveda, con su propuesta de un humanismo en el que las ciencias estuvieran entroncadas en el mundo de la vida, donde situaba su fe. Sobre la ciencia profundizan Berta Marco y María del Carmen Cabezas en un capítulo conjunto, el X, titulado La Ciencia en los Boletines de las Academias de Santa Teresa (años 1913 a 1936). Las características propias de la espiritualidad de la Institución se nos muestran en el capítulo XI, Espiritualidad en tiempos de inclemencia, de Carmen Aparicio. Por último, la expansión de la Institución Teresiana fuera de nuestras fronteras, tanto en Chile como en Italia, es estudiado en sendos capítulos, el XII, de María Guadalupe Pedrero, La Institución Teresiana ensancha sus fronteras: Chile, y el XIII, de Anna Doria, Fundación en Italia, ¿conveniencia o necesidad?.

Se trata, por tanto, de una obra de lectura muy conveniente, pues nos descubre una realidad tremendamente dinámica y, sin embargo, demasiado olvidada, como fue la de los movimientos femeninos católicos en los primeros años del siglo XX, insertos a su vez en una Iglesia, la de la Restauración, que, más allá de prejuicios historiográficos, derivados en gran medida de la falta de investigaciones solventes y profundas, se nos presenta mucho más emprendedora, e incluso innovadora, de lo que solemos creer. Sea bienvenida por ello, y esperemos que sirva de aliento y acicate para la tan deseada normalización y homologación de la historiografía españolas en el ámbito de los estudios sobre la Iglesia en relación con lo que se escribe e investiga en otros países europeos. 

domingo, 3 de mayo de 2015

José Manuel Gallegos Rocafull

Entre las olvidadas figuras del clero republicano de los años treinta en España que la actual historiografía está recuperando, se encuentra la del canónigo cordobés José Manuel Gallegos Rocafull. Sobre él se ha escrito un interesante libro, Por lealtad a la República. Historia del canónigo Gallegos Rocafull ,sobre el que escribí una recensión, que comparto para animar a su lectura.

José Luis Casas, Por lealtad a la República. Historia del canónigo Gallegos Rocafull. Editorial Base, Barcelona, 2013, 343 pp.

Uno de los ámbitos historiográficos que más desarrollo están teniendo en los últimos tiempos, dentro del panorama histórico de nuestro país, es el de la recuperación de la memoria del exilio español, tanto a nivel biográfico como en relación a la obra realizada por los exiliados, de un modo particular la gran labor intelectual de aquellos que se instalaron en México. En este contexto hay que situar la biografía que el historiador José Luis Casas Sánchez (Cabra, Córdoba, 1954) ha realizado sobre una de las figuras más brillantes, pero, paradójicamente más olvidadas, de ese exilio. Se trata del sacerdote, canónigo lectoral de la catedral de Córdoba, José Manuel Gallegos Rocafull (1895-1963), cuya brillante y prometedora labor intelectual y social en España, primero en Córdoba y luego en Madrid, donde se incorporó al claustro de la Universidad Central como profesor de Filosofía, se vio truncada por la guerra civil, en la cual tomó decidido partido por la causa republicana, lo que le valió, primero la suspensión por parte de su obispo, y más tarde el exilio. En México desarrolló una ingente labor como filósofo y teólogo, así como una tarea pastoral intensa, tras su reintegración plena al ministerio. Numerosas obras, la mayoría desconocidas en España, le muestran como un teólogo inserto en lo mejor de la tradición tomista, al mismo tiempo que abierto a las nuevas corrientes filosóficas y teológicas.
Es esta figura la que se nos va mostrando a lo largo de la obra del profesor Casas, hecha desde el deseo de dar a conocer a un personaje injustamente olvidado y cuya obra merecería la pena fuera redescubierta, tanto en el ámbito filosófico como teológico español. El libro se desarrolla a lo largo de seis capítulos, a los que se añade un interesante apéndice documental (pp. 267-299) en el que se recogen algunos textos y documentos relacionados con la figura de Gallegos. Tras justificar en el primer capítulo, Por qué una biografía de Gallegos Rocafull, los motivos que le llevaron a interesarse por la figura del canónigo cordobés, analizado desde la clave del concepto de lealtad, nos presenta en el segundo, Años de formación, apostolado y propaganda, los primeros años del activo y brillante sacerdote, comprometido con la doctrina social de la Iglesia, con una intensa labor en Córdoba, a cuyo cabildo se incorporó con  veinticinco años, tras haberse formado en el seminario de Madrid y en la Universidad Pontificia de Toledo, así como en el ámbito de la investigación filosófica, que culminan con su incorporación a la docencia universitaria en Madrid, tras obtener el título de doctor con una tesis sobre El orden social según la doctrina de Santo Tomás de Aquino. Allí le encontró el estallido de la guerra civil, tomando Gallegos, junto a otros sacerdotes como Leocadio Lobo, la decisión de apoyar a la República, colaborando en el ámbito de la propaganda, lo cual le llevaría a enfrentarse al cardenal primado, Isidro Gomá, y a ser suspendido por su propio obispo; todo ello se nos narra en el tercer capítulo, Y llegó la guerra. Al finalizar la misma, Gallegos, tras una primera etapa en París, marchó a México, donde pronto se incorporó al ámbito universitario, desarrollando una rica e interesante producción filosófica, aunque siempre marcada por su inseparable fe, que lleva a preguntarse al autor si realmente Gallegos era un filósofo o un teólogo; en este capítulo, En el exilio: profesor, filósofo y teólogo, Casas nos va resumiendo alguna de sus obras más importantes. En el quinto capítulo, La voz de un exiliado, se nos muestra la labor cultural e intelectual del exilio español en México, así como la colaboración de Gallegos en varias revistas, con numerosos artículos. Por último, el capítulo sexto, Los testimonios, el recuerdo, el reconocimiento, nos presenta cómo tras la muerte de Gallegos, el 12 de junio de 1963, mientras impartía una conferencia en la Universidad de Guadalajara, su memoria se ha conservado en México y poco a poco se ha ido dando a conocer en España, aunque aún en un grado insuficiente.
La obra de Casas es un referente imprescindible para aquellos que deseen acercarse a la vida y producción intelectual de Gallegos Rocafull. Tal vez si el análisis de los escritos se hubiese hecho en capítulo aparte, se hubiera logrado una mayor agilidad a la hora de su lectura, pues para aquél poco habituado al lenguaje filosófico y teológico se puede hacérsele  duro seguir el hilo de los abundantes resúmenes de la obra de Gallegos que se van insertando a lo largo del desarrollo biográfico. En cualquier caso, es un libro que debe ser bienvenido de cara la recuperación de una figura injustamente olvidada, tal vez por la peculiaridad del personaje, marcado por un doble exilio, primero en el seno de la Iglesia y más tarde de su patria, y cuyo mejor colofón sería una publicación de la obra completa de Gallegos. En relación a ella, en el 2007 la editorial Península publicó, en 2007, La pequeña grey, donde se recogen algunas reflexiones de Gallegos sobre el conflicto civil que asoló España, escrito desde el desgarro que suponía para él, desde su condición de creyente. El autor nos advierte de la vastedad de la producción literaria del canónigo, señalando cómo en el estudio que nos presenta ha debido dejar numerosos textos que, en un futuro, se propone analizar.
En definitiva, un buen libro que puede proporcionar, tanto al historiador como al filósofo y al teólogo, una herramienta excepcional de cara a adentrarse en el conocimiento de una de las figuras más relevantes del panorama intelectual español de siglo XX.

viernes, 27 de febrero de 2015

Mendelianos en la República Checa

El lunes 2 de febrero pasado, un pequeño grupo del Colegio Mayor Mendel comenzábamos la primera visita oficial del Colegio a las tierras donde vivió el padre de la Genética, el monje agustino Gregor Mendel (1822-1884). Se pretendía así conocer un poco más la figura de quien da nombre a nuestro Colegio Mayor. A pesar de ser pocos, éramos un grupo bastante representativo, formado por el director, varios padres agustinos y algunos colegiales, tanto universitarios como, en mi caso, investigador catalogable como perteneciente al grupo genérico de opositores y postgraduados. A las 13 horas llegábamos al aeropuerto de Praga y desde allí nos dirigimos a la ciudad de Kutná Hora, cuyo casco histórico es Patrimonio de la Humanidad, donde pudimos visitar el famoso y curioso osario de Sedlec. Después recorrimos la ciudad y tras degustar la deliciosa cerveza checa, nos maravillamos con la impresionante catedral de Santa Bárbara, bellísima, construida en estilo gótico, en la que destacan las nervaduras de su bóveda central.

Proyectada por Peter Parler en 1388, consta de cinco naves y tres chapiteles. Está dedicada a la patrona de los mineros y pasa por ser uno de los templos góticos más espectaculares de Europa. Las vidrieras art nouveau se añadieron a principios del s. XX. Nuestra visita coincidió con la celebración de la liturgia del día de la Candelaria, con la imagen sugerente de la iglesia sumida en tinieblas, que daba paso a una inundación luminosa que hacía resplandecer de luz y belleza el complicado juego de los nervios y la plementería de la bóveda central

En la foto superior podemos observar la fachada principal. A la derecha, una vista lateral y debajo, la bóveda de la nave central, diseñada a principios del s. XVI por Benedik Ried.

De Kutná Hora, ya anochecido, nos dirigimos de nuevo a Praga. Allí fuimos acogidos por la comunidad agustina, que cuenta con varios padres españoles, dedicados a la tarea de restablecer la orden de San Agustín tras la persecución de la época comunista. El convento, situado en el céntrico barrio de Malá Strana, alberga una rica biblioteca histórica y cuenta con la hermosa iglesia barroca de Santo Tomás.
El día 3 fue el central del viaje. Recorriendo la autovía que comunica Praga con Brno, atravesando campos cubiertos de abundante nieve, nos encaminamos a conocer la Abadía donde Gregor Mendel vivió su vocación agustina, marcada por su profundo interés científico, poniendo las bases de las leyes de la Genética. En la abadía recorrimos las salas del museo dedicado al monje, el Mendelianum, con una interesante y didáctica muestra. También visitamos la bella iglesia, donde participamos en la Eucaristía de la comunidad, en el día de San Blas, con una curiosa bendición de las gargantas.


El grupo junto a la estatua de Gregor Mendel en la abadía de Brno

Además de conocer el entorno en el que vivió Mendel, pudimos visitar la catedral de San Pedro y San Pablo, recorrer el centro histórico de la ciudad y degustar la deliciosa gastronomía local. Tras una intensa jornada, regresamos, en medio de un frío terrible a Praga. Al día siguiente, 4 de febrero, el grupo se dividió, con sendas visitas, por un lado, al campo de concentración de Terezín, y, por otro, al casco histórico de Praga, de un modo particular, al Castillo. En él se encuentra la catedral de San Vito, diseñada por Peter Parler, aunque se finalizó a principios del s. XX. La catedral alberga el sepulcro de San Wenceslao, así como la de varios emperadores Habsburgo, como Fernando I o Maximiliano II.
Praga es una de las capitales europeas más bellas, y perderse entre sus calles, transitar el Puente de Carlos o la Plaza de la Ciudad Vieja, con el Ayuntamiento y la iglesia de Nuestra Señora de Týn, es una magnífica experiencia. Ni el frío ni la nieve desaniman a explorar sus hermosos rincones, a lo sumo, ayudan a conocer los bares locales donde reponer fuerzas a base de productos locales, entre ellos la imprescindible cerveza checa.


Vista lateral de la catedral, con el pórtico Dorado

El jueves 5, un día de nieve y frío, como el que nos recibió, concluíamos nuestra breve pero intensa visita. Un primer viaje institucional del Colegio Mayor Mendel, que esperamos se convierta en una entrañable tradición de la vida colegial.


La catedral y el castillo, desde el Puente de Carlos

sábado, 22 de noviembre de 2014

El clero toledano en la Primavera Trágica de 1936

Dentro del marco de mis investigaciones sobre violencia anticlerical en la España de los años treinta, acaba de salir publicado mi último libro "El clero toledano en la Primavera Trágica de 1936" (Toledo, Instituto Teológico San Ildefonso, 2014), del que os hago una pequeña presentación: 

Portada. El beato Domingo Sánchez Lázaro con otros sacerdotes del arciprestazgo de Puente del Arzobispo
Uno de los principales problemas que afectaron a la vida pública española durante la Segunda República fue la llamada “cuestión religiosa”, con una exacerbación de la violencia anticlerical que culminaría en los dramáticos acontecimientos del verano de 1936, tras el golpe de estado del mes de julio, con una terrible violencia antirreligiosa y clerófoba dentro del ámbito territorial que se mantuvo bajo el más nominal que efectivo poder del Gobierno republicano. Esa violencia no surgió de repente, sino que se venía manifestando con mayor o menor virulencia desde las elecciones de febrero de 1936, que dieron la victoria al Frente Popular, e incluso podemos rastrear sus raíces en la progresiva y previa demonización del adversario, fuera del signo que fuese, desarrollada a lo largo de todo el periodo republicano. El estallido de la guerra civil permitió que desaparecieran todas las barreras que hasta entonces habían contenido esa violencia, pero no la instauraron ex novo. Por ello no resulta cierto el afirmar que dicha violencia clerófoba y el furor iconoclasta desatado a partir del 18 de julio es la consecuencia lógica del posicionamiento de la Iglesia hispana a favor de los sublevados. Esto nos lleva a plantear la cuestión de dicha violencia dentro de un marco mucho más complejo. Su génesis, su desarrollo, sus porqués, motivaciones, manifestaciones, han sido y siguen siendo objeto de estudio no sólo desde la historia, sino también, y es un enfoque cada vez más necesario para su correcta comprensión, desde la antropología, que nos invita a enfocarlo dentro de un marco espacio-temporal mucho más amplio, pues como es frecuente, solemos dejar que los árboles del verano de 1936 nos impidan descubrir el bosque del fenómeno del anticlericalismo español contemporáneo. En cualquier caso, lo que se puede constatar es que ese anticlericalismo que, con mayor o menor intensidad se venía dando desde la crisis del Antiguo Régimen, reapareció con la llegada de la Segunda República, en un doble plano, el legislativo y el popular. Atenuado, aunque no suprimido del todo, el dirigido desde el Gobierno durante el bienio radical-cedista, la victoria del Frente Popular lo reactivó, viéndose desbordados los gobernantes por la radicalización de las masas, dando lugar a un anticlericalismo que, como señala Fernando del Rey “ya no era el del primer bienio. Ahora se presentaba con tintes más sombríos, más radicales y revanchistas.” 
La cuestión requiere aún un profundo análisis interdisciplinar. A pesar de lo realizado en estos últimos años, sigue siendo esencialmente cierta la afirmación de José Álvarez Junco de que “el tema del anticlericalismo ha dado lugar a escasa reflexión por parte de los historiadores”. Asimismo, como señala Julio de la Cueva “el conflicto entre clericalismo y anticlericalismo es una de las manifestaciones más señaladas de la casi continuada crisis… (de) la contemporaneidad española”. Esta importancia no se refleja debidamente en la historiografía, aunque algo va cambiando, con nuevas aportaciones, que por un lado, amplían el horizonte, insertando el tema de la violencia anticlerical dentro de los estudios acerca de la violencia en general, mientras que por otro destacan la peculiaridad de la violencia contra el clero en la España de 1936. Dentro de la violencia desatada en este año, los estudios, desde el análisis clásico de Antonio Montero, que significó un hito frente a los anteriores martirologios redactados tras el conflicto, hasta los más recientes, se han centrado ante todo en lo ocurrido a partir del 18 de julio, dejando al margen lo sucedido en los meses previos, en concreto el periodo que va desde las elecciones de febrero hasta el 18 de julio, reservándose la atención tan sólo para los incendios de mayo de 1931 y, a veces, para los ataques contra el clero en 1934 en Asturias. Esto en gran parte se ha debido a la falta de fuentes fiables y accesibles. Afortunadamente la reciente apertura de la documentación del Archivo Vaticano correspondiente al pontificado de Pío XI ha permitido acceder a una cantidad de datos abrumadora en cantidad y calidad; en la misma medida en que esta apertura se extendiera a todos los archivos diocesanos españoles, podríamos completar de un modo bastante aproximado el conocimiento de estos meses, claves para comprender lo ocurrido a lo largo del verano.
Al mismo tiempo sigue siendo un tema controvertido, partiendo de su misma denominación, ya sea persecución religiosa, clericidio, violencia anticlerical, martirio, etc. Las mismas y diversas manifestaciones de dicha violencia, desde las más burdas hasta las que podríamos considerar “ritualizadas” nos están hablando de la complejidad de la cuestión. Incluso se podría, ya hablando de la explosión clericida e iconoclasta del verano, de un auténtico genocidio, en el sentido de supresión, exterminio o eliminación sistemática de un grupo social, por motivo de raza, de religión o de política. Se trató de hacer desaparecer el clero como tal. Ser sacerdote, durante los primeros meses de la guerra, bastaba para ser asesinado, muchas veces en medio de tormentos atroces. No era impedimento que se hubieran dedicado a los más pobres de sus parroquias, o que ellos mismos vivieran, en muchas ocasiones al borde de la miseria. Era preciso, para instaurar un orden nuevo, acabar de raíz con la Iglesia, eliminando cualquier semilla que permitiera su resurgimiento en España.
No es mi objetivo, en este libro, abordar tal estudio global y multidisciplinar. Me limito a algo más concreto, una aproximación a lo ocurrido en la archidiócesis de Toledo en los meses que van desde la victoria del Frente Popular, el 16 de febrero de 1936, hasta el estallido de la guerra. Y lo hago partiendo de un material archivístico hasta ahora inédito, el Fondo Secretaría de Cámara del Archivo Diocesano de Toledo. Este fondo recoge la documentación enviada y generada por la Secretaría de Cámara de la archidiócesis, institución a través de la cual el arzobispo, por medio del secretario de cámara, persona de su absoluta confianza y que en nuestro caso era Gregorio Modrego, atendía los asuntos ordinarios de la vida de la diócesis. A partir de febrero de 1936 la correspondencia se refiere cada vez menos a asuntos de la vida ordinaria (reparaciones de los templos, problemas económicos, autorizaciones de todo tipo, etc.) y más a las angustias, dificultades y problemas que los sacerdotes iban sufriendo ante la progresiva violencia, primero verbal y legal, después también física. Desde esta correspondencia se ha intentado reconstruir lo que fue la vida del clero toledano a lo largo de esos meses. Por tanto, no me limito a presentar lo que fue la exclusiva violencia, sino que trato de enriquecer el panorama con otros aspectos que hacen referencia al desarrollo de la vida eclesial toledana durante ese periodo, incluyendo no sólo la situación del clero, sino también acercándome a otras realidades, como el apostolado seglar, con el desarrollo de la Acción Católica o la vida religiosa de las gentes. El dar a conocer las potencialidades para el investigador de dicho fondo de Secretaría de Cámara, que suele estar presente en todos los archivos diocesanos, creo que es una de las principales aportaciones del libro.
Al hablar de la violencia empleo el término persecución religiosa, y lo hago no sólo porque esta denominación va ganando seguidores en el ámbito historiográfico, sino porque asumiendo una perspectiva que la antropología ha integrado plenamente en sus investigaciones, la emic, era la concepción que tenía en 1936 no sólo la inmensa mayoría del clero, sino también los seglares católicos. Son ellos los protagonistas de las páginas siguientes. He preferido dejarles hablar, manifestar sus sentimientos, sus miedos, su fe o su desesperanza; a lo largo de las páginas (263) del libro, cedo el paso a aquellos hombres que, con sus miserias y grandezas, fueron protagonistas, unos quizá involuntarios, otros conscientes de que era el momento de alcanzar la palma del martirio, y decididos a ello, de una de las páginas más dramáticas de nuestra historia reciente. Muchos habían escuchado aquellos versos que me recordaba durante la investigación un joven seminarista de aquel tiempo, veterano sacerdote de la diócesis de Toledo hoy, don Jaime Colomina Torner:
“Abajo el clero, curas y frailes. Que mueran todos. ¡Queremos sangre!



jueves, 23 de octubre de 2014

Un sínodo extraordinario

El pasado domingo 19, con la ceremonia de beatificación del Papa Pablo VI, concluía en Roma el Sínodo extraordinario, dedicado a la familia. Como las percepciones acerca del mismo son variadas y contrapuestas, allá va la que yo creo, desde mi coincidente estancia romana, más ajustada a la realidad.

En primer lugar, frente a los que afirman que el sínodo no ha servido para nada, hay que recordar que el trabajo sinodal no ha concluido. Ahora se debe reflexionar sobre sus conclusiones, de cara a preparar el sínodo ordinario del año que viene, que completará el estudio sobre la familia, y del cual saldrá, como suele ocurrir, un documento escrito por el Papa. De modo que, realmente, la temática sobre la que se ha debatido no está cerrada, sino que se ha de culminar y completar el año próximo. Este año han sido dos semanas las dedicadas a reflexionar sobre la familia, el año que viene serán tres.
Además, este sínodo ha supuesto una gran novedad, y aquí me parece que está lo esencial, y es la gran libertad que ha existido para exponer todas las posturas. Ese ha sido el deseo del Papa. Y ese objetivo se ha cumplido plenamente, de modo que todas las tensiones que han podido trascender, y que en algunos casos han sido magnificadas o desvirtuadas, no son más que la expresión lógica de poder hablar con libertad; es más, con tanta libertad que el Papa ha escuchado posturas de las que podría disentir. Ese espíritu de libertad, insisto, ha sido clave en este sínodo.
Por otra parte, en esa exposición de posturas, el Papa ha querido, o al menos esa es la impresión, que estuvieran presentes voces que en otras ocasiones no estaban. Eso explica algunas presencias y también notables ausencias. Se ha querido escuchar lo que nunca se dice, o se dice en otros ámbitos, sin rehuir las cuestiones más espinosas, a pesar de que se sabía podrían generar polémica.
Los problemas existentes en torno a la familia son de gran calado y no es fácil saber cuál será el resultado final, que en cualquier caso no será sencillo de alcanzar. Pero para ello aún hay que esperar otro año (y otro más hasta que aparezca el documento pontificio), aunque lo que si está claro es que ha habido y seguirá habiendo en los próximos meses en las diócesis, y de nuevo en el otoño romano de 2015, un auténtico caminar juntos, que eso es lo que significa sínodo.