Con los buenos libros y escritores sucede como con el trigo.
El tiempo, cedazo impasible, va cerniendo y separando el grano de la paja. En
ocasiones el proceso puede ser lento, e incluso, como si del Guadiana se
tratase, un libro o un autor se olvidan para reaparecer con renacida fuerza más
adelante. De forma maravillosa e imprevisible, a veces, cual milagro literario.
Es lo que ocurrió con una autora que, sin duda, conocerán,
pues sus libros, afortunadamente, se encuentran, en las hermosas y cuidadas
traducciones de Ediciones Salamandra, en todo tipo de librerías. Irène
Némirovsky. Su propia vida, dramática, es digna de ser novelada. Nació en Kiev,
en aquel tiempo parte del Imperio ruso, en 1903. Su familia, judía y
acaudalada, tuvo que huir a consecuencia del estallido de la revolución de
1917. Instalados en París, Irène, que había recibido una exquisita educación,
pronto se reveló como una extraordinaria escritora en lengua francesa,
desarrollando una trayectoria deslumbrante a partir de la publicación en 1929
de la novela David Golder. Sin
embargo el terrible drama desencadenado sobre Europa tras el estallido de la
Segunda Guerra Mundial, vino a cortar, trágicamente, tan brillante porvenir
literario. Detenida y deportada al campo de concentración de Auschwitz, murió
asesinada en él en 1942. Su obra fue cayendo, poco a poco, en el olvido, hasta
que sesenta años más tarde, sus hijas, supervivientes, descubrieron el
manuscrito de Suite francesa, un
relato inacabado, que narra, de modo dramáticamente magistral, los momentos de
la invasión alemana de Francia, que la autora estaba viviendo en primera
persona. Publicada en 2004, obtuvo un éxito inesperado, logrando, póstumamente,
el premio Renaudot. Traducida a numerosas lenguas, fue el inicio de la
recuperación de una escritora que se sitúa entre las más importantes del siglo
XX en Europa.
Irène Nemirovsky |
Si aún no la conocen, les animo a descubrir a la excepcional
Irène Némirovsky.
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