Comparto, para desear una feliz Navidad, la columna que publiqué el pasado miércoles 22 en La Tribuna de Toledo
Un año más el curso del tiempo culmina su recorrido anual con
la llegada de la Navidad. Un momento entrañable, evocador, pleno de recuerdos y
henchido de ilusiones. Quizá el periodo más bello del año, con sus ritos
religiosos y profanos, con sus remembranzas inexcusables de la niñez y las
melancolías del recuerdo de los que ya no están. Unas fiestas nacidas de la
vivencia profunda de la fe, pero que se han transformado en uno de los momentos
más secularizados del año, con unas connotaciones consumistas que desdibujan su
autenticidad, el recuerdo actualizado del nacimiento de un niño, en medio de la
pobreza y la marginalidad, que con su vida y mensaje cambió la historia, aquel
que para los creyentes es el cumplimiento de las promesas hechas por Dios a su
pueblo, y para el agnóstico o ateo, una figura que oscila desde el gurú que
invita a una ética elevada, al revolucionario que pone en cuestión el orden
social.
En cualquier caso, Navidad tiene sentido desde la memoria de
la figura polisémica de Jesús de Nazaret. No es, a pesar de la tontería de
algunos, una celebración del solsticio de invierno –dudo mucho que haya alguien
que lo celebre, aunque de todo hay en la viña de Odín-, ni unas asépticas
fiestas, como aparece en algunas felicitaciones que son un “sí pero no”, y que
cuando me llegan, vía física – qué bonito recibir aún christmas en formato
material- u online, me hacen dudar si se refieren a los Sanfermines o a la
Tomatina de Buñol. Navidad es recordar para unos, y hacer anamnesis, es decir,
actualización del Misterio, para otros, del nacimiento de Jesús, el hijo de
María, el Hijo de Dios para los cristianos, el mayor profeta después de Mahoma
para los musulmanes. Ese diluir la esencia de la Navidad a causa de un deseo de
no ofender -¿a quién? Porque mis alumnos musulmanes en la Universidad también
me han deseado feliz Navidad, como yo les desearía feliz Ramadán o si fueran
judíos feliz Pésaj o feliz Hanukkah- no es sino fruto de la ignorancia o de la
mala fe. La polémica generada en la Unión Europea hace unas semanas me hace
dudar cuál de las dos explicaciones es más plausible, aunque es una buena
muestra de la creciente distancia entre las burocracias de Bruselas y la
ciudadanía.
Natividad (Giotto) |
“Caído se le ha un
clavel/ hoy a la Aurora del seno:/ ¡Qué glorioso
que está el heno,/ porque ha caído sobre él!”
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