Comparto mi artículo del pasado miércoles en La Tribuna de Toledo, sobre la floración de la lavanda en los campos de Brihuega
Hace unos meses les hablaba del riquísimo patrimonio artístico de la Alcarria, invitándoles a que, como Cela, descubrieran sus pueblos y paisajes. Estos días he retornado a aquellas tierras para contemplar una de las visiones más espectaculares y hermosas que podemos tener durante julio en Castilla-La Mancha, la floración de la lavanda, especialmente impresionante en los alrededores de Brihuega.
Es algo realmente bello. Acudí por la tarde, antes de la
puesta del sol, y de nuevo pude disfrutarlo por la mañana. Un océano de flores
de lavanda o lavandín, que con sus diferentes intensidades, matizadas por el
sol, se ofrecen a nuestros ojos como un tapiz violáceo y azulado festoneado de
verde, en conjunción, a veces, con el dorado intenso de los trigales a punto de
siega. Al atardecer, con el sol poniente, adquiere una vigorosa tonalidad. La
brisa, casi viento, mientas paseaba por los carriles que separan las hiladas,
hacia danzar las flores, que exhalaban su fragancia, envolviéndome con un olor
exquisito, mientras el azul del cielo iba poco a poco pasando, con transiciones
de oros, a un naranja que estallaba sobre las montañas antes de cubrirnos con
un oscuro manto tachonado de estrellas. Todo un regalo para los sentidos.
Brihuega se ha convertido en la tierra de la lavanda, acogiendo
la mayor extensión de aromáticas de España, y sus gentes han sabido transformar
su cultivo no sólo en fuente de riqueza agrícola, sino en base de una
diversificada industria que ofrece todo
tipo de productos, desde cosméticos a gastronómicos, que han asegurado un
futuro prometedor al pueblo y su comarca. Pero no sólo. La floración de la
lavanda es ya uno de los principales atractivos del pueblo, que ofrece, además,
un extraordinario conjunto artístico formado por el castillo de la Piedra
Bermeja, residencia medieval de los arzobispos de Toledo, quienes, señores de
la población tras la Reconquista, la dotaron de fuero y ejercieron el mecenazgo
artístico en ella; las iglesias de San Miguel, San Felipe -quizá la iglesia más
hermosa de la villa-, y Santa María de la Peña; las murallas, la Real Cárcel de
Carlos III o una de las muestras más interesantes de arquitectura industrial
del siglo XVIII, la Real Fábrica de Paños, con los espléndidos jardines del
XIX, desde los que tenemos una bellísima panorámica del valle del Tajuña. Las
calles, engalanadas de morado en estos días, ofrecen un marco acogedor que nos
invita a degustar la riqueza gastronómica de esta tierra de miel y de espliego,
de cantuesos y romeros, tomillos y mejorana.
Campos de lavanda en Brihuega |
Brihuega es un auténtico ejemplo de cómo, en la España vaciada, el patrimonio natural y el histórico-artístico, bien cuidados y gestionados, son una oportunidad de riqueza, de prosperidad, de futuro. Ojalá cunda el ejemplo.
Y, si me permiten, un consejo. Visiten en estos días ese
jardín de la Alcarria que es Brihuega y zambúllanse en la belleza
indescriptible de sus campos de lavanda.
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