El pasado miércoles 3 de abril comencé a colaborar con el diario La Tribuna de Toledo con la columna "El torreón de San Martín". Comparto el texto que publiqué ese día, una reivindicación de la memoria de las mujeres toledanas:
Subir a un torreón permite otear
el horizonte. Y hacerlo desde el torreón del puente de San Martín
conlleva, además, contemplar el fluir lento, por desgracia escaso,
del padre Tajo. Unas aguas que arrastran la historia de nuestra
ciudad. Historia rica, compleja, llena de matices, curiosidades,
dramas y heroísmos. Historia que pretendo compartir con ustedes (si
son capaces de soportarme), desde esta atalaya privilegiada.
Pero
para comenzar, no voy a hacerlo por el recuerdo y la memoria, sino
por la desmemoria y el olvido, que también tiñen el devenir de esta
“peñascosa pesadumbre”. Y, aunque parezca un lugar común, esa
desmemoria afecta, y mucho, a las mujeres. Toledo está llena de
evocaciones de varones ilustres, poetas, prelados, escritores,
guerreros, reyes...pero ¿qué lugar de memoria encontramos sobre
mujeres? ¿Qué recuerdo tenemos, qué evocación hacemos de las
toledanas, ilustres o no? Y haberlas, haylas. Muchas. Para muestra,
un botón. O unos pocos. Ahí está Juana I, “la Loca”, reina de
Castilla y Aragón, una de las ilustres y poderosas. O Leocadia, la
joven mártir de la época romana. Y Raquel, “la Fermosa”, “la
judía de Toledo”, amante de Alfonso VIII de Castilla. ¿Quién
recuerda a Marcela de San Félix, monja trinitaria, poeta y
dramaturga, hija de Lope de Vega? Más cerca de nosotros, María del
Carmen Martínez Sancho, pionera de las matemáticas españolas en el
siglo XX. O Esperanza Pedraza, que tanto contribuyó a potenciar la
historia y cultura de nuestra ciudad. También ha habido toledanas de
adopción, como Elvira Méndez de la Torre, primera concejal del
consistorio toledano, en 1924, junto a Pilar Cutanda Salazar.
Juana I de Castilla, una toledana ilustre |
Pero
¿qué tenemos de ellas? Apenas una escultura semioculta, la de la
monja andariega y reformadora, Teresa de Jesús. Una placa
desvencijada y semiborrosa, en la pared del que fue su convento,
Santa Isabel, que evoca el olvidado cambio de calle que se hizo en
recuerdo de otra monja viajera (y milagrera) Jerónima de la Fuente,
a la que Velázquez inmortalizó. Poco más. ¿No sería llegado el
momento de recordar a más mujeres toledanas? ¿No convendría
visibilizar estas figuras, mediante su representación?
Y
para que no se diga que me quedo en quejas estériles, ahí va eso:
junto a la estatua de Juan de Padilla, ¿no sería justo ubicar otra
escultura de María Pacheco? Una mujer de “armas tomar”
(literalmente, of course), culta, educada en un ambiente humanístico,
conocedora del latín, del griego, de historia y matemáticas.
Resistente en Toledo en la guerra de las Comunidades de Castilla tras
la muerte de su esposo, liderando la defensa de la ciudad,
prolongando la resistencia nueve meses tras la derrota de Villalar,
que supo mantener el orden en el interior de la ciudad y que tras la
entrada de las tropas del rey Carlos, logró huir, disfrazada,
exiliándose en Portugal, donde fallecería en 1531. La “leona de
Castilla”, que verdaderamente lo fue. Una mujer empoderada...quizá
demasiado, al menos para su época.
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