viernes, 27 de febrero de 2015

Mendelianos en la República Checa

El lunes 2 de febrero pasado, un pequeño grupo del Colegio Mayor Mendel comenzábamos la primera visita oficial del Colegio a las tierras donde vivió el padre de la Genética, el monje agustino Gregor Mendel (1822-1884). Se pretendía así conocer un poco más la figura de quien da nombre a nuestro Colegio Mayor. A pesar de ser pocos, éramos un grupo bastante representativo, formado por el director, varios padres agustinos y algunos colegiales, tanto universitarios como, en mi caso, investigador catalogable como perteneciente al grupo genérico de opositores y postgraduados. A las 13 horas llegábamos al aeropuerto de Praga y desde allí nos dirigimos a la ciudad de Kutná Hora, cuyo casco histórico es Patrimonio de la Humanidad, donde pudimos visitar el famoso y curioso osario de Sedlec. Después recorrimos la ciudad y tras degustar la deliciosa cerveza checa, nos maravillamos con la impresionante catedral de Santa Bárbara, bellísima, construida en estilo gótico, en la que destacan las nervaduras de su bóveda central.

Proyectada por Peter Parler en 1388, consta de cinco naves y tres chapiteles. Está dedicada a la patrona de los mineros y pasa por ser uno de los templos góticos más espectaculares de Europa. Las vidrieras art nouveau se añadieron a principios del s. XX. Nuestra visita coincidió con la celebración de la liturgia del día de la Candelaria, con la imagen sugerente de la iglesia sumida en tinieblas, que daba paso a una inundación luminosa que hacía resplandecer de luz y belleza el complicado juego de los nervios y la plementería de la bóveda central

En la foto superior podemos observar la fachada principal. A la derecha, una vista lateral y debajo, la bóveda de la nave central, diseñada a principios del s. XVI por Benedik Ried.

De Kutná Hora, ya anochecido, nos dirigimos de nuevo a Praga. Allí fuimos acogidos por la comunidad agustina, que cuenta con varios padres españoles, dedicados a la tarea de restablecer la orden de San Agustín tras la persecución de la época comunista. El convento, situado en el céntrico barrio de Malá Strana, alberga una rica biblioteca histórica y cuenta con la hermosa iglesia barroca de Santo Tomás.
El día 3 fue el central del viaje. Recorriendo la autovía que comunica Praga con Brno, atravesando campos cubiertos de abundante nieve, nos encaminamos a conocer la Abadía donde Gregor Mendel vivió su vocación agustina, marcada por su profundo interés científico, poniendo las bases de las leyes de la Genética. En la abadía recorrimos las salas del museo dedicado al monje, el Mendelianum, con una interesante y didáctica muestra. También visitamos la bella iglesia, donde participamos en la Eucaristía de la comunidad, en el día de San Blas, con una curiosa bendición de las gargantas.


El grupo junto a la estatua de Gregor Mendel en la abadía de Brno

Además de conocer el entorno en el que vivió Mendel, pudimos visitar la catedral de San Pedro y San Pablo, recorrer el centro histórico de la ciudad y degustar la deliciosa gastronomía local. Tras una intensa jornada, regresamos, en medio de un frío terrible a Praga. Al día siguiente, 4 de febrero, el grupo se dividió, con sendas visitas, por un lado, al campo de concentración de Terezín, y, por otro, al casco histórico de Praga, de un modo particular, al Castillo. En él se encuentra la catedral de San Vito, diseñada por Peter Parler, aunque se finalizó a principios del s. XX. La catedral alberga el sepulcro de San Wenceslao, así como la de varios emperadores Habsburgo, como Fernando I o Maximiliano II.
Praga es una de las capitales europeas más bellas, y perderse entre sus calles, transitar el Puente de Carlos o la Plaza de la Ciudad Vieja, con el Ayuntamiento y la iglesia de Nuestra Señora de Týn, es una magnífica experiencia. Ni el frío ni la nieve desaniman a explorar sus hermosos rincones, a lo sumo, ayudan a conocer los bares locales donde reponer fuerzas a base de productos locales, entre ellos la imprescindible cerveza checa.


Vista lateral de la catedral, con el pórtico Dorado

El jueves 5, un día de nieve y frío, como el que nos recibió, concluíamos nuestra breve pero intensa visita. Un primer viaje institucional del Colegio Mayor Mendel, que esperamos se convierta en una entrañable tradición de la vida colegial.


La catedral y el castillo, desde el Puente de Carlos

sábado, 22 de noviembre de 2014

El clero toledano en la Primavera Trágica de 1936

Dentro del marco de mis investigaciones sobre violencia anticlerical en la España de los años treinta, acaba de salir publicado mi último libro "El clero toledano en la Primavera Trágica de 1936" (Toledo, Instituto Teológico San Ildefonso, 2014), del que os hago una pequeña presentación: 

Portada. El beato Domingo Sánchez Lázaro con otros sacerdotes del arciprestazgo de Puente del Arzobispo
Uno de los principales problemas que afectaron a la vida pública española durante la Segunda República fue la llamada “cuestión religiosa”, con una exacerbación de la violencia anticlerical que culminaría en los dramáticos acontecimientos del verano de 1936, tras el golpe de estado del mes de julio, con una terrible violencia antirreligiosa y clerófoba dentro del ámbito territorial que se mantuvo bajo el más nominal que efectivo poder del Gobierno republicano. Esa violencia no surgió de repente, sino que se venía manifestando con mayor o menor virulencia desde las elecciones de febrero de 1936, que dieron la victoria al Frente Popular, e incluso podemos rastrear sus raíces en la progresiva y previa demonización del adversario, fuera del signo que fuese, desarrollada a lo largo de todo el periodo republicano. El estallido de la guerra civil permitió que desaparecieran todas las barreras que hasta entonces habían contenido esa violencia, pero no la instauraron ex novo. Por ello no resulta cierto el afirmar que dicha violencia clerófoba y el furor iconoclasta desatado a partir del 18 de julio es la consecuencia lógica del posicionamiento de la Iglesia hispana a favor de los sublevados. Esto nos lleva a plantear la cuestión de dicha violencia dentro de un marco mucho más complejo. Su génesis, su desarrollo, sus porqués, motivaciones, manifestaciones, han sido y siguen siendo objeto de estudio no sólo desde la historia, sino también, y es un enfoque cada vez más necesario para su correcta comprensión, desde la antropología, que nos invita a enfocarlo dentro de un marco espacio-temporal mucho más amplio, pues como es frecuente, solemos dejar que los árboles del verano de 1936 nos impidan descubrir el bosque del fenómeno del anticlericalismo español contemporáneo. En cualquier caso, lo que se puede constatar es que ese anticlericalismo que, con mayor o menor intensidad se venía dando desde la crisis del Antiguo Régimen, reapareció con la llegada de la Segunda República, en un doble plano, el legislativo y el popular. Atenuado, aunque no suprimido del todo, el dirigido desde el Gobierno durante el bienio radical-cedista, la victoria del Frente Popular lo reactivó, viéndose desbordados los gobernantes por la radicalización de las masas, dando lugar a un anticlericalismo que, como señala Fernando del Rey “ya no era el del primer bienio. Ahora se presentaba con tintes más sombríos, más radicales y revanchistas.” 
La cuestión requiere aún un profundo análisis interdisciplinar. A pesar de lo realizado en estos últimos años, sigue siendo esencialmente cierta la afirmación de José Álvarez Junco de que “el tema del anticlericalismo ha dado lugar a escasa reflexión por parte de los historiadores”. Asimismo, como señala Julio de la Cueva “el conflicto entre clericalismo y anticlericalismo es una de las manifestaciones más señaladas de la casi continuada crisis… (de) la contemporaneidad española”. Esta importancia no se refleja debidamente en la historiografía, aunque algo va cambiando, con nuevas aportaciones, que por un lado, amplían el horizonte, insertando el tema de la violencia anticlerical dentro de los estudios acerca de la violencia en general, mientras que por otro destacan la peculiaridad de la violencia contra el clero en la España de 1936. Dentro de la violencia desatada en este año, los estudios, desde el análisis clásico de Antonio Montero, que significó un hito frente a los anteriores martirologios redactados tras el conflicto, hasta los más recientes, se han centrado ante todo en lo ocurrido a partir del 18 de julio, dejando al margen lo sucedido en los meses previos, en concreto el periodo que va desde las elecciones de febrero hasta el 18 de julio, reservándose la atención tan sólo para los incendios de mayo de 1931 y, a veces, para los ataques contra el clero en 1934 en Asturias. Esto en gran parte se ha debido a la falta de fuentes fiables y accesibles. Afortunadamente la reciente apertura de la documentación del Archivo Vaticano correspondiente al pontificado de Pío XI ha permitido acceder a una cantidad de datos abrumadora en cantidad y calidad; en la misma medida en que esta apertura se extendiera a todos los archivos diocesanos españoles, podríamos completar de un modo bastante aproximado el conocimiento de estos meses, claves para comprender lo ocurrido a lo largo del verano.
Al mismo tiempo sigue siendo un tema controvertido, partiendo de su misma denominación, ya sea persecución religiosa, clericidio, violencia anticlerical, martirio, etc. Las mismas y diversas manifestaciones de dicha violencia, desde las más burdas hasta las que podríamos considerar “ritualizadas” nos están hablando de la complejidad de la cuestión. Incluso se podría, ya hablando de la explosión clericida e iconoclasta del verano, de un auténtico genocidio, en el sentido de supresión, exterminio o eliminación sistemática de un grupo social, por motivo de raza, de religión o de política. Se trató de hacer desaparecer el clero como tal. Ser sacerdote, durante los primeros meses de la guerra, bastaba para ser asesinado, muchas veces en medio de tormentos atroces. No era impedimento que se hubieran dedicado a los más pobres de sus parroquias, o que ellos mismos vivieran, en muchas ocasiones al borde de la miseria. Era preciso, para instaurar un orden nuevo, acabar de raíz con la Iglesia, eliminando cualquier semilla que permitiera su resurgimiento en España.
No es mi objetivo, en este libro, abordar tal estudio global y multidisciplinar. Me limito a algo más concreto, una aproximación a lo ocurrido en la archidiócesis de Toledo en los meses que van desde la victoria del Frente Popular, el 16 de febrero de 1936, hasta el estallido de la guerra. Y lo hago partiendo de un material archivístico hasta ahora inédito, el Fondo Secretaría de Cámara del Archivo Diocesano de Toledo. Este fondo recoge la documentación enviada y generada por la Secretaría de Cámara de la archidiócesis, institución a través de la cual el arzobispo, por medio del secretario de cámara, persona de su absoluta confianza y que en nuestro caso era Gregorio Modrego, atendía los asuntos ordinarios de la vida de la diócesis. A partir de febrero de 1936 la correspondencia se refiere cada vez menos a asuntos de la vida ordinaria (reparaciones de los templos, problemas económicos, autorizaciones de todo tipo, etc.) y más a las angustias, dificultades y problemas que los sacerdotes iban sufriendo ante la progresiva violencia, primero verbal y legal, después también física. Desde esta correspondencia se ha intentado reconstruir lo que fue la vida del clero toledano a lo largo de esos meses. Por tanto, no me limito a presentar lo que fue la exclusiva violencia, sino que trato de enriquecer el panorama con otros aspectos que hacen referencia al desarrollo de la vida eclesial toledana durante ese periodo, incluyendo no sólo la situación del clero, sino también acercándome a otras realidades, como el apostolado seglar, con el desarrollo de la Acción Católica o la vida religiosa de las gentes. El dar a conocer las potencialidades para el investigador de dicho fondo de Secretaría de Cámara, que suele estar presente en todos los archivos diocesanos, creo que es una de las principales aportaciones del libro.
Al hablar de la violencia empleo el término persecución religiosa, y lo hago no sólo porque esta denominación va ganando seguidores en el ámbito historiográfico, sino porque asumiendo una perspectiva que la antropología ha integrado plenamente en sus investigaciones, la emic, era la concepción que tenía en 1936 no sólo la inmensa mayoría del clero, sino también los seglares católicos. Son ellos los protagonistas de las páginas siguientes. He preferido dejarles hablar, manifestar sus sentimientos, sus miedos, su fe o su desesperanza; a lo largo de las páginas (263) del libro, cedo el paso a aquellos hombres que, con sus miserias y grandezas, fueron protagonistas, unos quizá involuntarios, otros conscientes de que era el momento de alcanzar la palma del martirio, y decididos a ello, de una de las páginas más dramáticas de nuestra historia reciente. Muchos habían escuchado aquellos versos que me recordaba durante la investigación un joven seminarista de aquel tiempo, veterano sacerdote de la diócesis de Toledo hoy, don Jaime Colomina Torner:
“Abajo el clero, curas y frailes. Que mueran todos. ¡Queremos sangre!



jueves, 23 de octubre de 2014

Un sínodo extraordinario

El pasado domingo 19, con la ceremonia de beatificación del Papa Pablo VI, concluía en Roma el Sínodo extraordinario, dedicado a la familia. Como las percepciones acerca del mismo son variadas y contrapuestas, allá va la que yo creo, desde mi coincidente estancia romana, más ajustada a la realidad.

En primer lugar, frente a los que afirman que el sínodo no ha servido para nada, hay que recordar que el trabajo sinodal no ha concluido. Ahora se debe reflexionar sobre sus conclusiones, de cara a preparar el sínodo ordinario del año que viene, que completará el estudio sobre la familia, y del cual saldrá, como suele ocurrir, un documento escrito por el Papa. De modo que, realmente, la temática sobre la que se ha debatido no está cerrada, sino que se ha de culminar y completar el año próximo. Este año han sido dos semanas las dedicadas a reflexionar sobre la familia, el año que viene serán tres.
Además, este sínodo ha supuesto una gran novedad, y aquí me parece que está lo esencial, y es la gran libertad que ha existido para exponer todas las posturas. Ese ha sido el deseo del Papa. Y ese objetivo se ha cumplido plenamente, de modo que todas las tensiones que han podido trascender, y que en algunos casos han sido magnificadas o desvirtuadas, no son más que la expresión lógica de poder hablar con libertad; es más, con tanta libertad que el Papa ha escuchado posturas de las que podría disentir. Ese espíritu de libertad, insisto, ha sido clave en este sínodo.
Por otra parte, en esa exposición de posturas, el Papa ha querido, o al menos esa es la impresión, que estuvieran presentes voces que en otras ocasiones no estaban. Eso explica algunas presencias y también notables ausencias. Se ha querido escuchar lo que nunca se dice, o se dice en otros ámbitos, sin rehuir las cuestiones más espinosas, a pesar de que se sabía podrían generar polémica.
Los problemas existentes en torno a la familia son de gran calado y no es fácil saber cuál será el resultado final, que en cualquier caso no será sencillo de alcanzar. Pero para ello aún hay que esperar otro año (y otro más hasta que aparezca el documento pontificio), aunque lo que si está claro es que ha habido y seguirá habiendo en los próximos meses en las diócesis, y de nuevo en el otoño romano de 2015, un auténtico caminar juntos, que eso es lo que significa sínodo.

martes, 7 de octubre de 2014

La Iglesia española y la (no) denuncia ante la crisis

Hace unos días, ante el trino que emití en twiter "La Iglesia española, admirable en atender a los afectados por la crisis, falló en denunciar la corrupción e injusticia que son su base", alguien me preguntaba cuales eran las razones de ello. Porque si hay algo que es incuestionable, es el hecho de que la Iglesia en sus diversos niveles, desde obispos y sacerdotes que han entregado la décima parte de su suelto a los parados, pasando por las diversas instituciones eclesiales, de un modo particular las parroquias y las cáritas parroquiales y diocesanas, con su atención a todo el que se acerca y lo necesita, ha estado a la altura de las necesidades, a veces desgarradoras y terribles, que la crisis ha producido en amplias capas de la sociedad española. Una atención generosa, solidaria, buscando recursos donde no los había, multiplicando y multiplicándose para paliar tantas y tantas pobrezas, materiales y espirituales, dedicando tiempo y esfuerzos. Y sin embargo, y esto no deja de ser una opinión muy personal, pero creo que no soy el único que piensa así, ha faltado algo esencial: la denuncia profética tanto de los orígenes y raíces de la crisis como de la situación por ella generada.
Es cierto que a nivel particular, obispos, sacerdotes, instituciones, han hablado de la crisis moral que se halla (sin duda) en la base de la crisis económica, del sacrificio de la persona en aras del interés económico, de la injusticia imperante en nuestro marco social. Pero muchos han echado en falta que la Iglesia española, junto a su testimonio de ayuda, hubiera alzado la voz, hubiera denunciado a los mercaderes que han robado, no sólo el dinero, sino la esperanza, el futuro, a tantas y tantas personas. Parece que el error se va a subsanar, y que un obispo tan caracterizado por el compromiso social como Juan José Omella, está preparando un documento a nivel de Conferencia Episcopal. Pero como parece ser norma, esto llega tarde.
¿Cual es la causa? ¿Por qué no se ha hecho lo que, por otra parte, a nivel de comunicación hubiera sido una mejora -de la que anda tan necesitada- de la imagen eclesial en nuestro país?
Creo que es difícil dar una respuesta adecuada, pero en mi opinión, uno de los grandes males de la Iglesia española, es el de una especie de complejo de intervenir, como un interlocutor más, en la vida pública. Y me explico, porque en opinión de muchos, la Iglesia interviene demasiado. En un país democrático y con una ciudadanía adulta, las diferentes instituciones pueden y deben dar su opinión ante los grandes temas de la vida pública. Si unos sindicatos sobredimensionados y no menos desprestigiados que la Iglesia, son considerados "agentes sociales", una institución que, al día de hoy, aún a pesar de la creciente secularización de la vida española, representa a varios millones de ciudadanos, está perfectamente legitimada para opinar, aportar ideas, sugerir, apoyar y denunciar. Lo propio de cualquier grupo social o institución de peso. Sin pretender imponerse, desde el respeto y la aceptación de que existan otras posiciones. Pero igual a la inversa. Esto es lo normal en las grandes democracias. Y aún está lejos de ser lo normal en España. Un complejo que, de modo paradójico, viene desde la Transición, como si después de la omnipresencia eclesial durante el franquismo, la mejor política era la de "desaparecer". De este modo se dilapidó un capital humano y unos medios prestigiosos, como el "YA", ahora imposibles de recuperar. Un error que los hagiógrafos de Tarancón pasan por alto y sus enemigos parece que también obvian.
Pero junto a esto, hay otra causa. La Iglesia en España, en los últimos años, ha dado la sensación de estar guiada por una sola persona, casi un vice-papa, que ha impuesto su particular visión tanto de la realidad española como de la realidad eclesial, como si la Iglesia española fuera un todo monolítico, sin fisuras. Y, tanto por experiencia personal como por mis investigaciones históricas, estoy convencido de lo contrario. Nunca la Iglesia española ha sido algo uniforme, "prietas las filas" y mucho menos al día de hoy. Y esta particular política ha llevado, creo, a evitar todo lo que pudiera suponer crear conflictos o problemas al Gobierno (lo cual contrasta con lo ocurrido en anteriores legislaturas, pero esto requiere otra reflexión). Y se ha callado no sólo ante una política económica que, más allá de que sea la correcta o no (mis conocimientos económicos no llegan a eso) ha generado pobreza, marginación, sufrimiento y dolor a muchas personas; también se ha guardado silencio, canis muti, ante la corrupción política, el saqueo del Estado, el enriquecimiento escandaloso de algunos o la degradación de la Sanidad (es una falta moral gravísima recortar en Sanidad mientras se despilfarra en cosas innecesarias)
Creo que estas dos son, grosso modo, las causas principales. Puede que haya más, o que quizá sean otras. Tal vez. Pero es mi particular percepción de la realidad eclesial española. Pienso, además, que es urgente corregir la situación. El testimonio evangélico de curar las heridas al que está tirado al borde del camino es inseparable de la voz profética que denuncia el mal, todo tipo de mal, venga de donde venga. El Concilio recordó que el hombre es el camino de la Iglesia, que las alegrías y sufrimientos de la humanidad son las alegrías y sufrimientos de la Iglesia. Ni falsos complejos ni conveniencias políticas deberían alejar de esta línea. La misma que trazó Jesús: "la verdad os hará libres"

sábado, 27 de septiembre de 2014

Remembranza costarricense

La llegada de las primeras lluvias otoñales es un buen momento para evocar, un poco entre nostalgia, las correrías veraniegas, que este año han sido centroamericanas. Un interesante recorrido tanto por un país querido y ya casi entrañado, como Guatemala, como por unas nuevas tierras a explorar, Costa Rica y el estado de Chiapas, al sur de México.