Francisca
Rosique (ed.), Historia de la
Institución Teresiana (1911-1936), Sílex, Madrid, 2014, 583 pp.
Uno de los ámbitos de la historiografía española aún más necesitados de
investigación es el del papel que las mujeres católicas desempeñaron en el origen
y crecimiento del movimiento feminista en España a comienzos del siglo XX,
papel en modo alguno irrelevante y que condujo a iniciativas que tuvieron un
gran auge y desarrollo, como fue el surgimiento de la Acción Católica de la
Mujer, promovida por el cardenal primado Victoriano Guisasola en 1919. Entre
los principales pioneros en la promoción de las mujeres está el sacerdote Pedro
Poveda Castroverde (1874-1936) con la fundación de la Institución Teresiana en
1911, obra original y profundamente renovadora, que permitió que un gran número
de mujeres accediera al mundo de la cultura, la investigación y la docencia, y
pasaran a formar parte de las élites científicas y educadoras del país. Pedro
Poveda selló con su sangre su compromiso sacerdotal y cristiano en favor de las
mujeres, pero su obra, expresión de una vida reconocida por la Iglesia mediante
su canonización, sigue viva, extendida por todo el mundo. Junto al padre Poveda
emerge otra gran figura, la de la maestra Josefa Segovia Morón (1891-1957), que
sería la primera directora general de la Institución. Sin embargo, hasta ahora,
carecíamos de un estudio riguroso sobre los orígenes y desarrollo de dicha
Institución. Es esta laguna historiográfica la que viene a llenar el presente
libro, publicado cuando apenas han pasado tres años de la celebración del
primer centenario de la fundación.
La obra ha sido dirigida y editada por la doctora en Historia
Contemporánea y directora de la Cátedra Pedro Poveda de Historia de la
Institución Teresiana, Francisca Rosique Navarro. La doctora Rosique, cuya obra
investigadora se ha centrado en el primer tercio del siglo XX español,
especialmente en temas relacionados con la Segunda República, como la reforma
agraria, los grupos de presión o figuras del feminismo tales como María de
Echarri, ha coordinado a un grupo de diversas investigadoras, tanto de España
como de Italia y América, que, desde diferentes ángulos, nos presentan el
origen y desarrollo de la Institución Teresiana durante su primera etapa, hasta
el momento en que, con el asesinato del padre Poveda en el Madrid revolucionario
de 1936, sea preciso iniciar un nuevo periodo, ya sin el aliento e inspiración
del fundador. Las autoras que colaboran con la doctora Rosique son Carmen
Aparicio, de la Universidad Gregoriana de Roma; Carmen Cabezas, de la de
Salamanca; Camino Cañón, de la Universidad Pontificia Comillas; Anna Doria,
profesora en liceos de Turín y Roma; Consuelo Flecha, de la Universidad de
Sevilla; Berta Marco, de la Fundación Castroverde; María Guadalupe Pedrero, de
la Universidad Estatal Paulista de Brasil; María Dolores Peralta, de la Escuela
Universitaria de Magisterio ESCUNI; Mercedes Samaniego, de la Universidad de
Salamanca y Ángela del Valle, de la Complutense de Madrid.
De la mano de estas autoras, prestigiosas especialistas en sus ámbitos de
investigación, entramos en contacto con los problemas y dificultades iniciales
de una obra católica moderna, que animaba a las mujeres que se internaban en el
mundo de la cultura, de la investigación o de la política y que se planteaban y
trataban de vivir su misión de seglares en el seno de la Iglesia. Nos acercamos
así no sólo al padre Poveda y a Josefa Segovia, sino también al grupo de sus
colaboradoras y colaboradores más cercanos, como Antonia López Arista, Isabel
del Castillo, Carmen Cuesta, Josefa Grosso, María de Echarri, Gonzalo de
Figueroa, Miguel Vegas y un largo etcétera. Nos aproximamos también a aquella
España de la Restauración, a los niños y jóvenes a los que se ofrecía no sólo
la alfabetización, sino también una educación integral que les llevara a su
pleno desarrollo personal, desde un profundo compromiso cristiano. Recorremos
cómo desde sus orígenes humildes, superando numerosas dificultades y problemas,
la Institución logró asentarse y más tarde expandirse fuera de España,
logrando, a mediados de los años treinta, una vitalidad capaz de superar la
muerte del fundador.
Francisca Rosique escribe los cuatro primeros capítulos, Contextos para una obra nueva; De los comienzos a la consolidación; Otras asociaciones de la Institución
Teresiana y Relación de la
Institución Teresiana con la Acción Católica. El capítulo V, de Ángela del
Valle, Una propuesta educativa en las
primeras décadas del siglo XX, aborda la renovación pedagógica de comienzos
de la centuria, así como las aportaciones en este campo del padre Poveda. María
Dolores Peralta, en el siguiente capítulo, Realidad
educativa de IT en los años veinte: crecimiento, consolidación y nuevas
aportaciones, desgrana el desarrollo de las residencias femeninas de
estudiantes, así como los estudios de las academias teresianas y la creación en
1923 del Instituto Católico Femenino. El capítulo VII, escrito por Mercedes
Samaniego, nos presenta La acción
educadora en la Segunda República (1931-1936), con los desafíos planteados
por la legislación republicana y las soluciones que se buscaron. Consuelo
Flecha, en el VIII, Un feminismo católico
con perfiles propios, aborda el estudio, incorporado por las nuevas
corrientes historiográficas, de los movimientos católicos femeninos, que ponen
de manifiesto el dinamismo de unas mujeres a las que su compromiso católico las
llevó a implicarse en proyectos confesionales de carácter colectivo desde fines
del siglo XIX. En el capítulo IX, Aportación
de Poveda a la controversia ciencia-fe: una perspectiva de integración,
Camino Cañón arroja luz sobre la recepción de las nuevas ciencias en la España
de comienzos de siglo y nos muestra cual fue la postura y aportación de Pedro
Poveda, con su propuesta de un humanismo en el que las ciencias estuvieran
entroncadas en el mundo de la vida, donde situaba su fe. Sobre la ciencia
profundizan Berta Marco y María del Carmen Cabezas en un capítulo conjunto, el
X, titulado La Ciencia en los Boletines
de las Academias de Santa Teresa (años 1913 a 1936). Las características
propias de la espiritualidad de la Institución se nos muestran en el capítulo
XI, Espiritualidad en tiempos de
inclemencia, de Carmen Aparicio. Por último, la expansión de la Institución
Teresiana fuera de nuestras fronteras, tanto en Chile como en Italia, es
estudiado en sendos capítulos, el XII, de María Guadalupe Pedrero, La Institución Teresiana ensancha sus
fronteras: Chile, y el XIII, de Anna Doria, Fundación en Italia, ¿conveniencia o necesidad?.
Se trata, por tanto, de una obra de lectura muy conveniente, pues nos
descubre una realidad tremendamente dinámica y, sin embargo, demasiado
olvidada, como fue la de los movimientos femeninos católicos en los primeros
años del siglo XX, insertos a su vez en una Iglesia, la de la Restauración,
que, más allá de prejuicios historiográficos, derivados en gran medida de la
falta de investigaciones solventes y profundas, se nos presenta mucho más
emprendedora, e incluso innovadora, de lo que solemos creer. Sea bienvenida por
ello, y esperemos que sirva de aliento y acicate para la tan deseada
normalización y homologación de la historiografía españolas en el ámbito de los
estudios sobre la Iglesia en relación con lo que se escribe e investiga en
otros países europeos.